De Juan José Saer. Adaptación, puesta en escena e interpretación: Irina Alonso. Sábados 20 hs.
Adelina es poeta y vive con su hermana y su cuñado. Esta tarde sofocante de verano Adelina espía a su cuñado Leopoldo, al que percibe como sombra: el cuerpo se insinúa tras el cristal de la puerta del baño donde él se prepara para bañarse. Es la única forma de sensualidad a la que puede aferrarse, lo más cercano a la vida. Recurre a la imaginación y rellena los vacíos con poesía, creando una dimensión en la cual se confunden vida y literatura.
Sombras sobre vidrio esmerilado nos propone el cuerpo femenino como espacio. Sustenta una visión del mundo como territorio caótico, en donde la mujer como personaje, dentro de una cultura que la margina, cuestiona su vida y la complementa mediante la ficcionalización de la misma.
De Juan José Saer
Diseño de vestuario: Daniela Torta
Diseño de iluminación: Eduardo Spíndola
Asistente: Alexis Fleita
Adaptación, puesta en escena e interpretación: Irina Alonso
Duración: 50 minutos
CELCIT 45 aniversario. Temporada 2018 - 2020
La sensibilidad y pasión del único personaje en escena, una poeta en situación de crear, refuerza la relación con el público en tanto se convierte en un hito cultural donde la palabra cobra sentido pleno. Protagonizada, dirigida y en versión de Irina Alonso, Sombras sobre vidrio esmerilado parte de un relato incluido en Unidad de Lugar, de 1966, creación del fallecido escritor, poeta, ensayista y profesor Juan José Saer (Santa Fe, 28 de junio de 1937 - París, 11 de junio de 2005). Un decir que alterna con silencios y repeticiones de la frase que da título a la obra. ¿Qué revelan esas sombras que acicatean la creación de aquello que será un poema? El pecho mutilado de la poeta la inclina a la soledad, al no compartido rescate de un tiempo vivido y al recuerdo de quienes le han dejado palabras no siempre bellas. Aun así, el rescate se produce, porque esa transformación del cuerpo y los secretos mejor guardados no inhiben el placer de recrear aquello que siente y fabula.
Entre los afinados matices de la voz y la delicadeza de Alonso en su desplazamiento escénico, la poeta que compone logra acercar fragmentos de vivencias interiores y exteriores como si fueran reflejo una de la otra. Un ir y venir de sentimientos que reaparecen en tiempos de zozobra y pérdidas. De ahí la “irrealidad deliberada” que circula por esta puesta o estrategia de la mente para que la fragilidad del cuerpo no anule otras capacidades.
Esta versión de Alonso tiene historia y ha sido presentada en diferentes espacios. Se recuerda su actuación de 2010 en Casa de la Lectura (Lavalleja 924), entonces conducida por Andrea Chacón Álvarez. En la puesta que se viene presentando en el Celcit hasta el 28 de marzo inclusive, la realidad de un presente en soledad es vulnerada por la figura de ese cuñado al que la poeta espía a través del vidrio esmerilado de un baño de la casa que comparte con su hermana. Deseo, frustración, fantasmagoría, todo cabe en el devenir de un pensamiento que zigzaguea entre ocultamientos y revelaciones. Lo esencial en ella es poetizar, forzando la realidad y desafiando con humor lo incierto. Si vivir nunca es fácil y el humor es refugio, vale recordar aquello que Saer, creador de tantos y admirados textos, dejó a sus lectores: “Cada uno crea/de las astillas que recibe/ la lengua a su manera/con las reglas de su pasión/y de eso, ni Immanuel Kant estaba exento”. (El arte de narrar, edición 1988 de la Universidad Nacional del Litoral, Santa Fe)
DETRÁS DE UNA VIDA EMPAÑADA
En una época, allá por los años 60s, se usaba que el escritor o poeta leyera parte de su obra y que ésta quedar registrada en un disco. La voz del escritor, con su cadencia, su tiempo, sus silencios, le daba a la lectura un sabor inigualable. En “Sombras sobre vidrio esmerilado” es Irina Alonso, (actriz, directora de teatro y docente. Actualmente también se puede ver su destreza y talento en “Papá Bianco y Los Alonso” y en “León y Sarita”; hizo “Medea”, “La cantante calva”, entre otras obras) realizó la adaptación, la puesta en escena de esta obra – “Sombras sobre vidrio esmerilado”- y una impecable interpretación de la voz de Juan José Saer, uno de los literarios más notables de nuestro tiempo. Su voz –la de Saer- en la corporalidad de Alonso encuentra el lugar justo para que las asociaciones de ideas y palabras se desplieguen como una danza del pensamiento interior de una persona que está sola. De una persona que mira. Que piensa. Que siente. Que lleva una vida de mierda. La obra es toda atmósfera. Transcurre en el living y el baño de un pueblo del que no pasa nada, y lo que pasa: pasa, como acarreado por el aire, más cercano al “deber hacer” que al deseo de imponerse frente a la realidad y de hacer realidad los sueños.
La puesta en escena de Alonso es tan minimalista como el texto de Saer, donde el despojo deja lugar a que se presente el vacío: el vacío de vivir en un lugar donde no se quiere estar, deseando a alguien que nunca le va a pertenecer. Y es el tiempo –gran preocupación de Saer- que llena los días y son los días los que transcurren en el tiempo. “¡Qué complejo es el tiempo, y sin embargo, qué sencillo!”, dice Irina que es Saer que es Irina y es Saer e Irina a la vez.
Y es el sexo, envuelto en palabras que dan forma a lo que genera el deseo. Y es esa inquietud de los domingos, la soledad de la casa, las largas caminatas y una poeta mediocre o mala que dice más de lo que cree decir. Que dice, no en sus poemas baratos, sino en el ejercicio de su vida cotidiana, lo que a muchas personas le pasan.
“Vi eso, enorme, sacudiéndose pesadamente, desde un matorral de pelo oscuro; lo he visto otras veces en caballos, pero no balanceándose en dirección a mí. Fue un segundo, porque Leopoldo se subió enseguida el traje de baño y se sentó rápidamente frente a Susana…”.
Son las palabras de Saer en el cuerpo y la boca de Alonso que nos envuelven y transportan al mundo de Saer. Las formas de las cosas, de esa vida entre libros polvorientos y el calor de verano en una soledad de pueblo asfixiante lo que cuenta una historia mientras se desarrolla otra en paralelo: Dos vidas. Una en tiempo real, desnudándose a través de un vidrio –un cuerpo que no vemos- y la otra, un pasado que vemos, olemos y palpamos en la desdicha.
50 minutos de perfección, donde no sobra ni falta nada. El tiempo justo para ver, observar y pensar, llevarse una sensación. A veces con poco: una mecedora, una lámpara y un vidrio puede hacerse mucho, siempre que haya un trabajo actoral como el que Alonso despliega en la acogedora sala.
La obra parece tener estructura encubierta los andamiajes de una obra de teatro; y es esta puesta en escena la que devela el sentido dramático del texto –que como la vida- también tiene estructura de obra de teatro.
Después de haber visto esta puesta en escena: Quiero escribir como Saer. El doble cometido –e homenaje a Saer- y habernos hecho pasado 50 minutos de placer están logrados.
Adelina es poeta y vive con su hermana y su cuñado. Esta tarde sofocante de verano Adelina espía a su cuñado Leopoldo, al que percibe como sombra: el cuerpo se insinúa tras el cristal de la puerta del baño donde él se prepara para bañarse. Es la única forma de sensualidad a la que puede aferrarse, lo más cercano a la vida. Recurre a la imaginación y rellena los vacíos con poesía, creando una dimensión en la cual se confunden vida y literatura.
Sombras sobre vidrio esmerilado nos propone el cuerpo femenino como espacio. Sustenta una visión del mundo como territorio caótico, en donde la mujer como personaje, dentro de una cultura que la margina, cuestiona su vida y la complementa mediante la ficcionalización de la misma.
Adelina Flores es poeta, y una tarde de calor, mientras su hermana sale para ir al médico, ella espía a su cuñado Leopoldo que va a bañarse. Como en toda la literatura de Saer, las pequeñas escenas desencadenan grandes significados, y lo que se trasluce a través del vidrio esmerilado lleva a la protagonista a trascender ese ahora cotidiano. Al mismo tiempo, compone un poema de manera fragmentaria que muestra la imposibilidad de vivir la realidad plenamente y la necesidad de aferrarse a la ficción.
Irina Alonso lleva adelante este unipersonal en el que, como Adelina, pone el cuerpo, escenario de las oposiciones que plantea el cuento: mujer/hombre, oscuridad/sol, espacio privado/espacio público, objeto/sujeto que mira. La actriz logra transmitir la fragilidad de Adelina, ese dolor silencioso que la acompaña, esa resignación frente a todo lo postergado, tanto que después de ver la obra es inevitable volver al cuento e imaginar que esa poeta que espía a través del vidrio no es otra que Irina. La caracterización que ella hace de la protagonista, sumada a su excelente actuación, nos pone frente a una impecable versión de un texto no pensado en principio para ser representado.
El espacio y los objetos que lo habitan también adquieren importancia: un sillón, un libro, una mesita, todo pulcro, antiguo, prolijo, como si la vida de Adelina siempre estuviera atravesada por esa sumisión al orden y a los mandatos, incluso en su mismo cuerpo de mujer virgen. Esos objetos, además, se asocian con los recuerdos, y de ahí emergen otros temas como el vínculo con el padre, la madre y la hermana, el deseo reprimido y el erotismo.
Irina Alonso viene presentando Sombras sobre vidrio esmerilado desde el 2011 en diferentes museos, bibliotecas y salas teatrales, y en esta oportunidad el Celcit le ofrece un escenario que, por la disposición de la sala, resulta especial para esta obra.
Con adaptación, puesta en escena e interpretación de Irina Alonso, se presenta en el CELCIT “Sombras sobre vidrio esmerialdo” basado en el cuento de Juan José Saer, sin dudas, el mejor escritor argentino de la segunda mitad del siglo XX. “Sombras sobre vidrio esmerilado” aparece en 1966 formando parte del libro “Unidad de Lugar”
Sombras sobre vidrio esmerilado nos propone el cuerpo femenino como espacio. Sustenta una visión del mundo como territorio caótico, en donde la mujer como personaje, dentro de una cultura que la margina, cuestiona su vida y la complementa mediante la ficcionalización de la misma.
Adelina es poeta y vive con su hermana y su cuñado. Esta tarde sofocante de verano Adelina espía a su cuñado Leopoldo, al que percibe como sombra: el cuerpo se insinúa tras el cristal de la puerta del baño donde él se prepara para bañarse. Es la única forma de sensualidad a la que puede aferrarse, lo más cercano a la vida. Recurre a la imaginación y rellena los vacíos con poesía, creando una dimensión en la cual se confunden vida y literatura.
“Sombras sobre vidrio esmerilado” del escritor argentino Juan José Saer, ha dejado, por unos instantes, de ser un bello cuento para convertirse en teatro.
El relato de Saer se hizo carne y hueso, y la encargada de esta metamorfosis es la talentosa Irina Alonso. Ella -cuerpo- y él -poesía- .
La obra, nos inserta en la cabeza y mundo de Adelina Flores, una poetisa que busca encontrar, a lo largo de la obra, las palabras justas para su soneto.
Ella, que por momentos se pierde en sus recuerdos y divaga, nos habla a nosotros - espectadores- mientras observa/ espía a su cuñado que ha entrado al baño a ducharse.
A medida que la obra avanza, Adelina Flores, interpretada por la actriz Irina Alonso, nos lleva a pasear por un universo poético e íntimo, en el cual la poeta nos cuenta, narra y relata cómo fue su vida. Aquella vida exitosa de letras y amores, y que hoy –el tiempo que todo se lo lleva- la ha dejado sola y llena de nostalgia. Ella garabatea palabras sin vida buscando resucitarlas en una hoja e su anotador, mientras se entretiene con la sombra de su cuñado en el baño. Aquella sombra, que no hace otra que cosa que fantasear en su cabeza, rememorando recuerdos prohibidos. Donde el placer y el deseo son protagonistas.
Es interesante destacar, el tiempo que envuelve a la obra. Un tiempo, por momento veloz y por momento silencioso y quieto, en el cual la poeta repasa su vida y nosotros nos convertimos en testigos – oyentes privilegiados- o palabras, que luego escribirá en su diario íntimo. Se destaca la interpretación de Irina Alonso, dándole cuerpo, vida y voz a las bellas palabras del poeta argentino. Ella, que también se hace cargo de la dirección de “Sombras sobre vidrio esmerilado”, nos regala una hora de poesía íntima y verdadera.
El cuento homónimo de Juan José Saer en versión libre dramática a cargo de Irina Alonso en actuación y puesta en escena, es un gran ejercicio teatral.
“Pero pienso que si quiso decírmelo antes de morirse no estaba tratando de hacerme una advertencia sino de pedirme una refutación”
J.J. Saer
“Sombras sobre vidrio esmerilado” es el primer cuento del volumen Unidad de Lugar del narrador argentino Juan José Saer, publicado en 1966. Saer, cuya obra presenta un universo ficcional en construcción permanente con un asedio constante a la pregunta por la escritura y la representación, ha sido calificado como un autor cuya poética es la de lo inacabado. Si el concepto de representación ha caído y ya no se puede contar nada, es, desde la negatividad que Saer narra. Como no se puede escribir, escribo para decir que no se puede escribir, o retomo un universo en el que todo fluye y transmuta.
Lo notable es que una actriz, Irina Alonso haya acometido la tarea de adaptar un relato de este grande y llevarlo a escena en un unipersonal con enorme acierto.
La historia parece sencilla, Adelina Flores, poetisa, sentada en una mecedora, comienza a escribir un poema. Los versos son activados por la percepción de su cuñado, a punto de ducharse, al que entrevé a través del vidrio esmerilado de la puerta del baño. Esta percepción (el relato pormenorizado de la misma) es fundante en la representación del tiempo en Saer. Un recuerdo activa una memoria en un “ahora” que no se mide en tiempo sino en espacio con el objetivo de ser sujeto a representación. Mientras los recuerdos aparecen, el presente continúa fluyendo y es, en ese tiempo del relato, no en el de los sucesos, en el que Adelina escribirá su poema. Las vicisitudes de su vida, su destino de poetiza, su soltería, la mutilación que muestra un seno que ya no está, esa cicatriz simbólica, son parte del ayer y del ahora. En el ahora, Leopoldo, su cuñado, proyecta su sombra desde el baño. En el ahora se escribe el poema, en el ahora se piensa en el presente y el pasado se incluye porque el ahora, reitero, se mide en extensión no en tiempo.
Irina Alonso adapta el cuento de Saer y todo aquello que es del orden de la percepción lo traspasa a la representación. Como alguien que hila cuidadosamente cada suceso, narra y lo que no es dado a ser narrado, lo que de verdad es del orden de la escritura/lectura, alcanza la sustancia dramática en la teatralidad que ella, como Adelina Flores le otorga.
Una mesa con una lámpara, un abanico para paliar el bochorno del verano en Santa Fe, su propio cuaderno de notas en los que irá componiendo el poema, son los únicos objetos que sin conformar un minimalismo a nivel de diseño escenográfico, sino más bien, a efectos de reforzar la actuación, colaboran con una diégesis que la tiene en el centro exhibiendo un gesto de teatralidad de la más pura con las inflexiones, tonos y semitonos que, para los que hayan leído esa narración, tiene Adelina Flores y para los que no, será suficiente para ser partícipes de un relato del “yo” con una gran profundidad.
De este modo, los sucesos de una vida, son llevados a escena en un “ahora” que cuestiona la ontología del tiempo y a la vez cautiva al espectador por la osadía de vérselas con Saer y por la salida más que airosa de su protagonista.
Un diseño lumínico que aporta el extraescena, importantísimo pues esas sombras que proyecta su cuñado en el atardecer de un día my caluroso, son suficientes para que Alonso consume una Adelina Flores espléndida y además reponga de modo polifónico a otro personaje saeriano como es Carlos Tomatis con quien se las verá en un encuentro literario, a su madre, hermana, etc.
Lo interesante es que si toda la narración transcurre en el presente y el tiempo es puesto en jaque, tanto el suspense como el avance de la misma se encuentran cifradas en la producción del poema, el acto de escribir, es como en el cuento, el dispositivo que Alonso usa para hacer avanzar la acción y lo hace como si una Adelina Flores la habitara desde siempre, no reducida a una percepción mimética sino a una organicidad lograda con un gran trabajo de actuación.
Irina Alonso ofrece una lectura de la textualidad de Saer para, desde la femineidad de su mirada, exaltar la subjetividad de la escritura.
Cuando una obra cambia de soporte siempre exige un recorte y un punto de vista distinto, donde confluyen, se acercan o se distancian ambos artistas; en este caso Saer/Alonso se yuxtapone siendo ambas obras una expresión artística sí misma. La propuesta estética de Alonso logra recrear la atmósfera que el texto primero –el cuento- ha creado, y nos sumergimos como los lectores en ese tiempo real y, a la vez, onírico de la poetisa Adelina Flores, una mujer de cincuenta y seis años. Pero, lo más interesante del texto segundo –el espectáculo- es de que forma da cuenta a través de la voz, de la mirada, de los gestos y de los desplazamientos de la actriz del juego ficcional del mundo saereciano. La protagonista –en ambos textos- relata un tema, luego lo interrumpe pero vuelve y lo desarrolla
A lo largo de toda la obra, Adelina Flores, habla, se contiene, se angustia, se ahoga, tiene pequeños estallidos, invoca recuerdos con una conmovedora sensibilidad y una descripción detallada de imágenes bellas. Para ella “Todo es terriblemente literario”.
Un espectáculo interesante, con un texto inmejorable y encarnado por una actriz de una sensibilidad extraordinaria. Notable también, su labor como adaptadora y puestista.
Durante un rato acompañamos en una tardecita calurosa a Adelina de ida y vuelta al pasado y presente. La simpleza y contundencia, la armonía de colores completan el universo al que nos transporta “Sombras sobre vidrio esmerilado".
El peso y el volumen justo en cada palabra. Gestos precisos, ínfimos y contundentes. Así podría resumirse la exquisita y delicada obra Sombras sobre vidrio esmerilado…
La dramaturgia que realiza Alonso sobre el texto de Saer permite ir atravesando pliegue por pliegue el alma de esta mujer de cuerpo y anhelos cercenados.
Pero no es la dramaturgia lo que da el espesor dramático a la obra, sino que es la actuación de Irina Alonso lo que otorga la posibilidad de adentrarse en distintos planos, tanto humanos como temporales.
Es el movimiento de cada parte de su cuerpo, la utilización de distintos registros y volúmenes de su voz, junto a sus miradas, lo que permite vislumbrar hasta el detalle otros espacios, darle carnadura -hasta el borde del erotismo- a un personaje que nunca se vera, ir en continuo del pasado al presente dándole a cada temporalidad sus propias tensiones, o sea, realizar ese pequeño milagro que es diluir el relato literario para re-convertirlo en relato escénico. Tarea ciclópea dado el volumen literario del autor.
Tampoco va en zaga para crear este universo, un vestuario que a un mismo tiempo exhibe el perfil del quien lo viste y una época; una estupenda elección de elementos para conforma una escenografía intimista; y un diseño de luces de Eduardo Spindola en que el atardecer temporal tiene su correspondencia con el atardecer del alma del personaje.
Sombras sobre vidrio esmerilado es una obra en que la voz de Saer encuentra una particular resonancia en la labor de Irina Alonso.
con Malena Graciosi y Josefina de Cara
2 de mayo
9:30 (hora Argentina)
con Cintia Miraglia
18 de mayo
19 h (hora Argentina)
con María Cecilia Bergero
1º de abril al 30 de junio
Martes de 9 a 11 (quincenal)
con Carlos Fos
1º de julio al 30 de septiembre
Martes de 19 a 21
con Gustavo Schraier
1º de agosto al 30 de noviembre
Lunes de 9 a 10:30
con Teresita Galimany
5 de junio al 31 de julio
Miércoles de 19 a 21