RTC 31

HACER TEATRO HOY. URUGUAY

TODA LA VIDA

Por Jorge Abbondanza

 

Querido Carlos:
Como creo que ya te adelanté en un e-mail anterior, el pasado martes 30 de enero cumplí la friolera de ¡80 años!, y los celebré presentando mi último libro titulado "Memorias de un crítico teatral" bajo el sello Ediciones de la Plaza (filial de nuestro diario El País). Fue una instancia muy gratificante para un veterano de esta magnitud, donde a las laudatorias palabras introductorias de la socióloga Graziella Espina, directora de la editorial, le siguió un pormenorizado análisis no solo de mi libro sino de los cinco precedentes, donde en alguna medida - creo yo - he procurado revisitar la módica pero rica historia del teatro uruguayo. Dicho análisis estuvo a cargo de la profesora Cecilia Pérez Mondino, historiadora - viuda del director teatral Rubén Castillo, a quien seguramente habrás conocido - que, entre otras cosas, está preparando en colaboración con una colega sobre la historia de la Comedia Nacional uruguaya que este año cumple 60 años - la Comedia, no la profesora.
La presentación se llevó a cabo en el Teatro del Centro Carlos Eugenio Scheck que integra el complejo del mencionado diario, donde no cupo un alfiler y, al decir de un teatrista amigo, "sin ser actor ni dramaturgo logré llenar un teatro". En fin, como apreciarás, querido Carlos, tengo sobrados motivos para que mi "ego" se me derrame por las orejas. En contrapartida, todos esos trajines (corrección de pruebas, selección de fotos ilustrativas, carátula, listas de invitados, entrevistas de prensa y radio, etc.) me absorbieron en gran forma, lo que, unido a la chatura general que afligió a la temporada teatral 2006 en Montevideo, me inhibió para formular la nota prometida con la seriedad y el detenimiento que la revista CELCIT merece.
En defecto de la nota faltante, y si a ti no te parece mal, te propongo una breve notícula introductoria y luego reproducir el texto del prólogo que escribió para mi libro mi distinguido colega Jorge Abbondanza, jefe de las páginas culturales de El País y veterano periodista cultural que supongo tu debes conocer y es una de las más prestigiosas figuras de nuestro medio en esos rubros...
Jorge Pignataro Calero

 

(A manera de prólogo)

Lo que Pignataro traza en este libro es el largo itinerario que ha cumplido como crítico teatral, pero sin quererlo hace algo más. Porque en el minucioso recuento de su trayectoria trasluce el camino recorrido por el propio teatro montevideano en esas cuatro décadas que en tantos sentidos fueron decisivas, lo cual convierte el texto en un inventario del período y permite que funcione como un manual para lectores que no lo vivieron. La finalidad es doblemente útil, no sólo porque los años pasan y ciertas etapas de la escena nacional quedan atrás sin dejar mayor registro de sus altibajos, sino, además, porque en este país la suerte de la cultura parece bajar un telón de olvido a medida que los hechos se alejan en el tiempo, borrándolos gradualmente de la memoria hasta que se evaporan.
El fenómeno puede atribuirse al desconocimiento del valor de los procesos artísticos, pero también a la indiferencia de unos cuantos conocedores que parecerían desestimar la importancia que esos logros asumen en la evolución y el crecimiento de una sociedad. Ya se sabe que para muchos uruguayos - empezando por los círculos oficiales - la cultura tiene apenas una función ornamental, de manera que nunca se han adoptado medidas para respaldarla como corresponde y no conviene hacerse ilusiones de que el panorama pueda cambiar. Eso surge paulatinamente de la lectura de este memorial de Pignataro, donde se puntualizan los barquinazos políticos sufridos por el país pero asimismo los declives y adversidades del mundo teatral y de su intercambio con el exterior, opción necesaria porque el teatro no es una isla sino un espejo de tantos otros vaivenes de la comunidad, en medio de los cuales se inscribe inseparablemente.
La forma en que el autor ilumina esos cuarenta años incluye una referencia abundante y sabrosa al entretelón del oficio periodístico, donde nunca faltan los azares del crítico sujeto a órdenes ajenas pero tampoco las satisfacciones del reconocimiento a su empeñosa faena. A través de la exigencia con que toda una generación ejercitó esa profesión, la conciencia de los lectores fue aclarándose y su relación con las manifestaciones artísticas se ha enriquecido no sólo en beneficio de su comprensión de los lenguajes escénicos, sino a favor de la notoriedad y el prestigio del propio teatro nacional, un medio combatiente cuyas grandes figuras se habituaron a entregar los mejor de sí mismas a cambio de una sola cosa: la sensación del compromiso cumplido.
Entonces el trabajo de Pignataro logra en esta evocación examinar algunas vertientes estéticas, marcar las razones de apogeos y declives, detenerse en los altibajos experimentados por grupos independientes y por la Comedia Nacional, agregar el indispensable marco de condiciones sociales y económicas en torno a esas actividades, incluir referencias al papel de sus colegas, memorizar el desfile de muchas notabilidades con el sitio que su talento ocupó en cada etapa y reiterar así la dedicación y la buena memoria con que ya supo anotar la epopeya del teatro local en libros anteriores, que han dado cuenta de su fervor personal y su voluntad de ir más allá de la reseña diaria o el juicio sobre un estreno. Eso convierte ahora su trabajo en un esfuerzo perdurable y también lo transforma en una prueba del inagotable entusiasmo vocacional del autor.
Esa huella testimonial cobra particular interés en un momento como el actual, donde la crítica periodística en unos cuantos géneros parece perder espacios, perder oficiantes, perder resonancia y perder disciplina, salvo excepciones que confirman la regla. Eso confiere a la tenacidad de algunos veteranos el valor de un desafío y una obligación que Pignataro conoce muy bien y ha sabido asumir a lo largo de toda la vida.

 

Montevideo, 30 de enero de 2006

 

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