RTC 31

LA ESCENA IBEROAMERICANA. ALEMANIA-ARGENTINA

EL ESCENARIO DE BABEL: SPREGELBURD ESTRENA EL PÁNICO EN MÜNICH

Por Wieland Freund*

Wieland Freund
Die Panik
Actores: Anna Böger y Jochen Noch
Foto: Andrea Huber

En medio de la noche se levantan los monjes del sueño más profundo para rezar. No hacerlo sería pecado: en la Edad Media latina se llamaba "acedia" a esta pereza del corazón que acecha en la ciénaga de la melancolía y la depresión blasfema. La modernidad sabe más del asunto de lo que quiere reconocer. Por ejemplo, Rafael Spregelburd, dramaturgo argentino aún joven pero ya muy reconocido en su país, trabaja desde hace años en una Heptalogía de Hieronymus Bosch inspirada en la famosa "Rueda de la fortuna" del Bosco. Sin embargo, Spregelburd da una nueva definición a los antiguos pecados capitales: en la quinta parte del ciclo que acaba de estrenarse en los Muenchner Kammerspiele, convierte la "acedia" en "el pánico". Quien quiera indagar el contexto, podría empezar por especular sobre la depresión y la manía, pero en el fondo la "acedia" no es más que el gancho del que Spregelburd cuelga el ondeante abrigo de su entretenida comedia: "Hay tantos caminos que no conducen a ninguna parte", se dice en la obra.

Pero nada de depresión: en el montaje de Patrick Wengenroth en Munich se actúa con ganas; a lo lejos se escucha el sonido trash de la charanga de René Pollesch. A diferencia de Pollesch, sin embargo, Spregelburd es un narrador posmoderno - sí, eso existe. Ya por su origen es discípulo del gran autor argentino del siglo XX, Jorge Luis Borges. Y la escenógrafa Mascha Mazur, con ayuda de unas cortinas verde bilioso, construyó para El pánico de Munich un escenario de Babel. Todo cambia según la buena costumbre posmoderna: lo que hace un momento era un banco se convierte en una sala de baile, en apartamento, en consulta psicoanalítica; quien era terapeuta se vuelve bailarina y más tarde agente penitenciaria.
La relación entre las palabras y las cosas no es muy fiable: la llave de una caja de seguridad resulta ser la llave del reino de la muerte que termina por atascar el water. Pánico significa en la obra de Spregelburd: el miedo de los muertos al momento de la verdad última, el miedo de los vivos a todo lo demás. A veces suena el teléfono y todos se estremecen. ¿Quién llama? ¿Hacienda? ¿La de la guadaña? Es lo que pasa si ya no hay dioses: se van al carajo las jeraquías de significación.
Pero sobre todo la historia funciona. Y el público y el elenco agradecen tanta perspicacia artesanal: los espectadores se mueren de risa y los actores brillan. Tanto Jochen Noch (en el papel de Emilio, el muerto errante), como Christin König (en los de médium, jefa del banco y coreógrafa) o Lasse Myhr (en el de víctima sexualmente desorientada de una familia "patchwork"), todos ellos resultan convincentes, en buena parte también porque el texto no los deja solos con frases fragmentadas. Faltaría solo una cosa: atreverse a dar el salto de la pequeña sala "Werkraum" al gran escenario. Porque este es el teatro contemporáneo que la gente quiere ver.

* Publicado en Die Welt, 15 de enero de 2007.

 

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