Por Olga Cosentino
Entre el 17 y el 28 del pasado octubre, el Festival Iberoamericano de Teatro de Cádiz empezó a recorrer su tercera década ininterrumpida de intercambio y diálogo anual entre la actividad escénica de España y los países americanos de raíz ibérica. El origen y continuidad de este encuentro, concebido y materializado hace 21 años por Juan Margallo y dirigido desde 1993 por Pepe Bablé, es mérito indudable de la pasión y convicción de estos dos impulsores. Pero ninguna acción individual, por noble y enérgica que sea, se puede sostener en el tiempo si no responde a una necesidad colectiva cuya satisfacción es sentida por la comunidad - no importa si a nivel consciente o inconsciente - como un bien y un derecho del que es lícito apropiarse.
LA DIFERENCIA COMO IDENTIDAD COMÚN
Con la participación de artistas y compañías de Argentina, Bolivia, Colombia, Cuba, España, México y Perú, esta vigésimo primera edición del FIT tuvo la saludable virtud de hacer convivir durante once jornadas a veintiocho expresiones escénicas de la diversidad cultural. Creaciones que fueron desde el realismo hasta el absurdo pasando por experimentos integradores de distintos lenguajes, maridajes entre documental y ficción, reflexiones luminosas o sombrías sobre el pasado, el presente o el futuro, así como revisiones autocríticas, denuncias o señales de alarma vinculadas al mundo contemporáneo y al peso de su herencia histórica, todo mediatizado a través de la inspiración y la voluntad de los teatristas intervinientes. Y de instituciones históricamente ligadas a este encuentro como el Encuentro de Mujeres de Iberoamérica en las Artes Escénicas (organizadora de talleres, charlas, presentaciones de libros y videos) o el Centro Latinoamericano de Creación e Investigación Teatral (CELCIT), que presentó varios espectáculos, organizó foros y conferencias y condujo las reuniones dirigidas al relanzamiento del Espacio Editorial de Iberoamérica, entidad que promueve el intercambio entre revistas y publicaciones especializadas en artes escénicas. Estuvieron representadas en esta edición del FIT las revistas Primer Acto, Revista Galega de Teatro, y Artez (España), CELCIT (Argentina), Gestos (EE.UU.), Investigación Teatral y Paso de Gato (México), Tablas y Conjunto (Cuba).
En cuanto a la actividad escénica propiamente dicha, la revisión y resignificación del pasado según la complejidad de nuevos y superpuestos códigos de comprensión de la realidad se advirtió, entre otros trabajos, en La barraca de Colón y En un lugar de Manhattan, dos creaciones del país anfitrión. El primero de estos títulos - presentado por el Teatro Corsario en coproducción con la Junta de Castilla y León - apeló a la estética deliberadamente tosca y procaz de las barracas de feria para fisgonear irrespetuosamente en los desvanes polvorientos de la historia, exhumar sin pudores los intereses, crueldades, miserias y pecados de la empresa del Descubrimiento y trazar un humano y probable retrato de Cristóbal Colón. El resultado escénico tuvo la precariedad formal del género. Pero en esa misma festiva desprolijidad del varieté y del circo fue posible reconocer la sintonía que sabe establecer la sensibilidad popular con ciertas verdades censuradas durante siglos por la historia oficial sin que desaparezcan del inconsciente colectivo.
En una línea equivalente en cuanto a la puesta en crisis de convenciones canónicas, pero con una realización técnica deslumbrante, los consagradísimos Els Joglars ofrecieron, como digno cierre de la muestra, una desopilante y despiadada ironía sobre los excesos y despropósitos pretendidamente cervantinos que invadieron los festejos y homenajes del IV Centenario del Quijote. En un lugar de Manhattan ridiculizó los productos de la cultura de masas que, desde la más artificiosa ignorancia, pretendieron captar y manipular la medieval hidalguía y los estrafalarios aunque genuinos ideales del Caballero de la Triste Figura, para fabricar, con esos nobles materiales, recreaciones apócrifas con la impronta de parque temático posmoderno.
La ancestral, mitológica contradicción Eros-Tanatos fue, por su parte, el eje de una virtuosa y exuberante realización de teatro-danza titulada Frenesí y presentada por la compañía colombiana L'Explose. Asociando la fiesta taurina con la batalla erótica, una decena de exquisitos intérpretes dirigidos por la inspirada conducción del coreógrafo Tino Fernández fue revelando, con fascinante dominio expresivo, los más crudos, inesperados, vibrantes, deliciosos y perversos comportamientos del instinto amoroso que late por igual en la naturaleza animal y en la humana. "La crueldad es supervivencia y la proximidad con el otro es un instante que quema, que doblega, que abusa y que mata", enuncia sin eufemismos el programa de mano de un espectáculo que desplegó con estridente belleza lo que la vida civilizada calla, menos por hipocresía que por miedo. La misma intención se reveló en el trabajo coreográfico de los cuerpos desnudos de los intérpretes, incluido el de un bailarín enano. Aquí, la diferencia física no se disimuló con la habitual corrección política de la mala conciencia sino que se puso al servicio de una poética decidida no sólo a nombrar lo innombrable sino a hacerle gritar de placer y de dolor, ni más ni menos que como sucede en la vida de todos los días.
De otra contradicción irresoluble trata Narciso, la obra que presentó la compañía chilena Teatro Tímido sobre la fractura generacional en la que se abisman las nuevas generaciones de adolescentes desencantados, hijos de padres socialistas de los setentas. Con buenas actuaciones de dos únicos intérpretes, la obra plantea la falta de alternativas de los chicos de la burguesía a quienes el hartazgo consumista los priva del estímulo vital del deseo. Imposibilitados de necesitar algo, optan por el suicidio como única compensación posible ante la saturación de necesidades satisfechas.
Y si de diferencias se trata, junto con este trabajo tan perturbador como de modesto despliegue, Chile llegó también con una desmesurada puesta del Teatro del Silencio, que con el título igualmente excesivo de O Divina Comedia. Purgatorio. Una Madre y sus hijos en el purgatorio abrumó a fuerza de derroche escenográfico, acciones frenéticas de los intérpretes y música rock en vivo a un volumen atronador que si no consiguió enlazar justificadamente el Purgatorio dantesco con la brechtiana Madre Coraje, al menos logró establecer evidente sintonía con el público joven, que vibró al mejor estilo discoteca.
AMERICA PROFUNDA
En la apertura del festival, Cuba presentó Sonlar, una expresión vigorosa y dionisíaca que unió danza teatro, canto, pregones y ritmos caribeños. El espectáculo tuvo la fuerza de un continente vivo, exuberante y en proteico e inacabado desarrollo. En la misma línea de creaciones que apuestan al reconocerse en el espejo de lo diferente, el Fit 2006 de Cádiz programó Cantores, un viaje al canto y las tradiciones aymará, japonesa, caribeña, rusa, árabe, británica, india o egipcia, entre otras muchas culturas del mundo. Se trató de una rigurosa y conmovedora exploración realizada por el grupo boliviano Teatro Simurgh.
Desde México llegaron dos realizaciones en las que el acento dramático estuvo puesto en la denuncia de las catástrofes naturales derivadas de los desencuentros sociales y los desatinos políticos que soporta el planeta. Por una parte, el grupo Sa'as Tun, de teatro testimonial, ofreció Mestiza Power, una creación ritual documental sobre las condiciones de sometimiento, semianalfabetismo y discriminación en que sobreviven hoy en México las mujeres de origen maya. Por otra parte, Jesusa Rodríguez confirmó su carismático talento y su enérgico compromiso al consagrarse como una de las presencias más esperadas del festival. Suerte de Dario Fo del cabaret latinoamericano, por el sarcasmo y la irreverencia con que ridiculiza y denuncia los abusos de poder de la Iglesia y del Estado, la intérprete, directora y maestra de los escenarios resultó una de las figuras más convocantes también en los talleres y charlas organizados por el XX Encuentro de Mujeres de Iberoamérica en las Artes Escénicas, que dirige la argentina Diana Raznovich. La obra El maíz, concebida, actuada y dirigida por Rodríguez, es un alegato contra la ruina de la cultura campesina mexicana como consecuencia de la apertura de la importación de maíz transgénico. Dentro y fuera del espectáculo, Jesusa supo comunicar el desastre que implica la comercialización de ese cultivo para la fabricación de combustible biológico, ya que al priorizarse el voraz consumo de energía por los países desarrollados se eleva el precio interno del grano destinado a la alimentación básica de la sociedad mexicana y aumentan hasta límites letales la indigencia y el hambre. Como la mayoría de los trabajos escénicos de Jesusa, el espectáculo se articuló con los comentarios musicales de la argentina Liliana Felipe.
Hacia el final de la muestra, Cuba y España aparecieron asociadas en un concierto de generosa y sensual musicalidad que, con el nombre de Mujeres con cajones, reunió a la cubana Albita y a la zaragozana Carmen París en un espectáculo que confirmó rotundamente la existencia de una identidad iberoamericana.
LA CONDICION DE LA MUJER Y OTRAS REIVINDICACIONES
Los conflictos de género, la tradición machista y patriarcal de las distintas sociedades iberoamericanas y las luchas reivindicativas por los derechos de la mujer fueron otros tantos ejes del festival. La coproducción hispano argentina Olimpia o la pasión de existir, de Margarita Borja y Diana Raznovich, llevó a escena una investigación dramática sobre Olimpia de Gouges, una revolucionaria feminista de la Francia de Robespierre que luchó contra la esclavitud y la discriminación racial y a favor de la descentralización del Estado.
El rescate de figuras femeninas históricamente condenadas a la invisibilidad fue también el tema de Zenobia, con que el Centro Andaluz de Teatro rindió homenaje a Zenobia Camprubí, esposa y sostén psíquico y hasta material del poeta andaluz Juan Ramón Jiménez.
Otras obras ya comentadas, como las mexicanas Mestiza Power o El maíz, llevaron también la reivindicación de la mujer como intención. El objetivo se amplió, además, en los foros, charlas y talleres organizados por el X Encuentro de Mujeres conducido por Diana Raznovich y Margarita Borja, en cuyo marco tuvieron presencia destacada las nombradas Jesusa Rodríguez, Liliana Felipe, Lola Proaño, Graciela Rodríguez y las organizadoras, quienes leyeron ponencias, presentaron libros y videos y dictaron talleres sobre temas como "La memoria personal y colectiva como material dramatúrgico" o "El cabaret como trasgresión e intervención estética", entre otros asuntos vinculados al género.
El tema de la discriminación y la persecución de los sectores más débiles de la sociedad por parte de políticas y criterios totalitarios estuvo presente en varios de los espectáculos presentados por España, tal el caso de Minetti, el hipnótico texto sobre el nazismo de Thomas Bernhard, que interpretaron magistralmente el actor uruguayo residente en Valladolid Juan Carlos Moretti y el también director y dramaturgista Ernesto Calvo.
También fue unánimemente celebrada la versión teatral de El Sr. Ibrahim y las flores del Corán, un encantador relato de Eric-Emmanuel Schmitt adaptado y dirigido por Ernesto Caballero en el que se lució Juan Margallo a cargo del protagonista. El notable actor y fundador del FIT comunicó poesía y compromiso dramático a un personaje de profunda humanidad a través del cual se revela que no es imposible el encuentro entre árabes y judíos.
La escena uruguaya, por su parte, participó con De la gaseosa al champán, una comedia de oscuro sarcasmo sobre la corrupción política de los 90 y su reflejo en la decadencia social. Se trata de un texto del español Javier Rey de Sola puesto en escena con chirriante ironía por el montevideano Teatro del Mercado.
Las referencias a los conflictos actuales que conmueven al mundo aparecieron también en puestas de textos clásicos del siglo XX, como La ópera de tres centavos, en logradísima versión de la Compañía Atalaya, que celebraba un cuarto de siglo de trayectoria. La problemática de los inmigrantes, la pobreza, la prostitución y la manipulación política y mafiosa de esos males sociales encontraron en el texto de Bertolt Brecht la síntesis de tragedia, grotesco y varieté que define acabadamente un aspecto crucial de la realidad contemporánea.
La compañía andaluza Teatro del Velador hizo, con su bellísima creación El patio, otro de los aportes estéticamente relevantes de la muestra gaditana. Combinando con inspirada delicadeza los lenguajes de la danza, el teatro y la música el espectáculo articuló una bellísima metáfora de la opresión y la violencia ejercida por las instituciones supuestamente educativas sobre la fragilidad de los discípulos.
Sobre la defensa de los bienes y valores del espíritu, la compañía peruana Diva Producciones propuso El guía del Hermitage, un relato de Herbert Morote ubicado en tiempos del cerco de Leningrado por las tropas de Hitler. La pieza, dirigida por Ruth Escudero, transcurre en el prestigioso Museo del Hermitage, del que el gobierno soviético había retirado todas las obras de arte para protegerlas. Allí, el anciano guía sigue conduciendo a los visitantes y explicándoles con detalle los cuadros inexistentes hasta volverlos nuevamente presentes.
LA PRESENCIA ARGENTINA
Excepción hecha del programa presentado por los anfitriones españoles, que incluyó catorce producciones, la Argentina fue el país con más presencia en el FIT de Cádiz 2006, con cinco espectáculos. Esto sin contar con que El túnel, uno de los platos fuertes de la muestra, fue un espectáculo de la productora hispana Pentacion Producciones con texto original de un autor argentino (Ernesto Sábato), y con protagonista (Héctor Alterio), adaptador (Diego Curatella) y director (Daniel Veronese) también argentinos. Presentada en el Gran Teatro Falla, de Cádiz, la puesta no aportó nada nuevo al transitado panorama de la escena profesional, salvo, claro está, la siempre sorprendente capacidad interpretativa de Alterio para desplegar las complejidades existenciales y psicológicas del personaje al que le toque dar vida. Lo que no es poco a la hora de justificar la pertinencia de este título en el encuentro.
Pero la delegación argentina propiamente dicha estuvo conformada, además de la ya mencionada Olimpia o la pasión de existir, por el unipersonal Como un puñal en las carnes, de Mauricio Kartun, una realización del santafesino Equipo Teatro Llanura con actuación de Jorge Ricci y dirección de Alfredo Catania; por Nadar abraza - en rigor, una coproducción argentino española - con dramaturgia y dirección de Jorge Sánchez; por el unipersonal callejero Costrini, a cargo del circense y lunático humorista Niño Costrini; y por la más polémica y aplaudida experiencia dramática de la muestra: la personalísima reescritura escénica de Tres hermanas, de Chéjov, que con el título de Un hombre que se ahoga dirigió Daniel Vernonese con un elenco de soberbio desempeño.
LA CALLE Y EL MUNDO
Si bien varios de los tradicionales espectáculos callejeros que no pueden faltar en un festival de teatro tuvieron que competir - y perder, en muchos casos - en esta edición del FIT, contra un temporal de lluvia y viento que se abatió sobre casi toda España y se transformó en protagonista no programado de la fiesta, los artistas del género tuvieron, antes o después, oportunidad de convocar al público siempre dispuesto a las celebraciones populares de esta ciudad andaluza. Así, pudo verse por ejemplo, en la Plaza de Toros, Spanish Blood-Sangría, una libérrima versión sobre patines de la ópera Carmen, de Bizet, por el grupo Azar Teatro. También españoles, los actores y cantantes de Zanguango Teatro ofrecieron El desahucio, un ácido y festivo musical callejero que circuló por las Plazas Falla y Del Palillero. De Girona llegó el grupo Deambulants con Alt. En la Plaza de la Catedral deslumbraron con un sorprendente trabajo de teatro vertical, cuyas acciones tienen una pared o el aire por piso y cuya poética incluye como herramientas la acrobacia, la danza, la música y una aérea y mágica ingravidez. En la Plaza de San Antonio, por otra parte, los españoles del grupo Markeliñe recorrieron con ritmo festivo e implacable sarcasmo la sombría realidad de la vida de los mineros en Carbón Club, un cabaret callejero de fuerte impacto visual y amable ligereza. Por fin, una expresión del sincretismo y la diversidad musical de las culturas europeas y latinoamericanas ofreció el grupo Totó y Cía, de España, Brasil e Italia, con E D'Oxum, que paseó por calles y plazas sus números humorísticos y musicales.
Lo cierto es que, más allá de los desniveles estéticos que invariablemente se observan en este tipo de muestras de por sí heterogéneas, hay que concluir que en ese eclecticismo y en esa misma despareja concurrencia de discursos escénicos está el núcleo más valioso del acontecimiento. En los escenarios se ritualiza la búsqueda siempre insatisfactoria de lo otro, la dificultad de comprender la diferencia, la aceptación del fracaso eventual tras el intento, y el goce o celebración de las comuniones imperfectas. Las únicas posibles, por otra parte. Por eso cabe aludir a esta fiesta en continuado que lleva más de dos décadas como a un ritual, una genuina construcción ceremonial de gestos, acciones y formas que confirma la posibilidad de lo perdurable frente a lo inacabado. O la vocación de eternidad que alienta en lo incompleto, lo fugaz y lo inalcanzable.