RTC 31

LA ESCENA IBEROAMERICANA. ARGENTINA

FOTOGRAFÍA Y AUTORREFLEXIÓN TEATRAL

En Salir lastimado (post) de Gustavo Tarrío

Por Beatriz Trastoy

El auge de las narrativas autorreferenciales pasó del ámbito literario al campo teatral a comienzos de los años 70. Desde entonces, el relato de vida se adecuó a las diferentes modalidades escénicas e, inclusive, a las peculiaridades ideológicas de sus realizadores, sin dejar de plantear una y otra vez cuestiones teóricas que excedieron el campo académico y se instalaron - inclusive, en algunos casos, como principio constructivo - en esas mismas realizaciones escénicas. (1)
Entre las muchas modalidades que asumió el relato auto(bio)gráfico en el teatro argentino desde esta doble perspectiva (como tematización y como reflexión autorreferencial del teatro en sí) figura el Ciclo "Biodrama: Sobre la vida de las Personas", ideado por Vivi Tellas, bajo la consigna inicial - luego levemente modificada - de contar escénicamente la vida de una persona argentina viva, quien, si el director lo deseaba, podía participar del espectáculo. Desde 2002 hasta la fecha se han presentado en este ciclo once espectáculos. Nos centraremos en el último, Salir lastimado (post) (2006) de Gustavo Tarrío, referido a las posibilidades del retrato y del autorretrato - escénico y fotográfico - vinculadas a la sesión de fotos que Cristian Bonaudi (integrante de una familia de tres generaciones de fotógrafos de la provincia de Santa Fe, especializados en el retrato) encuadra, expone, fija y revela en cada función. El espectáculo tiene su origen en Foto Bonaudi, un film realizado por Gustavo Tarrío en diferentes etapas a lo largo de un año y medio. (2) A modo de rompecabezas, los cinco episodios que lo componen relatan distintos aspectos de la historia del estudio fotográfico de Sunchales, provincia de Santa Fe.
Así, en el primero y segundo se cuenta la historia de la familia Bonaudi, la creación del estudio hace 58 años y las actuales dificultades económicas que plantean la necesidad de vender la esquina. El tercer episodio narra la actividad de Cristian Bonaudi en el Carnaval 2005 de Sunchales. En el cuarto, a través de entrevistas que funcionan como retratos, se relatan las relaciones entre los miembros de la sociedad de Sunchales y el estudio Bonaudi y, en el último episodio, se retoma el conflicto familiar vinculado a la venta de la esquina en donde se encuentra el estudio fotográfico. (3) Los retratos, los pequeños ademanes de lo cotidiano y la temporalidad - esta última encargada de vincular los elementos anteriores - son, en tanto elementos esenciales del proceso evolutivo de la fotografía como técnica y como arte, las tres grandes líneas temáticas y de reflexión metateatral, que signan el espacio diegético de Salir lastimado (post) de Gustavo Tarrío (2006).
Los retratos explican, narran a las personas retratadas y, también, por omisión, hablan de aquellos que fueron excluidos.
El retrato se propone doblemente como tipología y como pura individualidad: un retrato puede representar las diferencias entre ese individuo y todo lo demás [...] o postularse como representación de una etnia, un grupo social o generacional. En este sentido la práctica del retrato se balancea entre la exhibición y el ocultamiento total del carácter individual del sujeto retratado. El retrato como práctica sinecdóquica por excelencia propone una lectura de la totalidad de un grupo, favoreciendo una lectura identificatoria a partir de características compartidas o a compartir - como ideal o como peligro - con los receptores. (4)
En Salir lastimado (post), Darío Levin y Mayra Homar realizan bocetos de encuadres e ideas provisorias de retratos teatrales de los modelos elegidos: la tía Helena y la amiga Zulma, respectivamente. Horacio Acosta, por su parte, asume el rol del modelo que no quiere participar del retrato. Con la música en vivo a cargo del actor, pianista y bailarín, Pablo Rottemberg quien, a su vez, huye de un posible foco, Lila Monti realiza un monólogo sobre el miedo basado en una carta del hermano del dibujante estadounidense Robert Crumb, creador del denominado comic underground. Opuesto a toda ideología políticamente correcta, Crumb desplegó sus obsesiones - y también sus frustraciones - sexuales en historietas de neto corte autobiográfico, que la crítica de género consideró reaccionarias y misóginas.
Compleja, fracturada y multimedial,
Salir... se acerca más a la argamasa de una serie de bocetos biográficos, que a la imagen final de retratos revelados. Se trata, más bien, de un proceso teatral que transcurre por la inestable saturación de recursos escénicos: danza, playback, proyecciones de diapositivas, grabaciones sonoras y fílmicas, música en vivo, coreografías. (5)
La estética kitsch del comic, a través de la significativa referencia a Crumb, atraviesa los géneros y los discursos estéticos y existenciales.
El retrato (escrito) del autobiógrafo solía iniciar el relato de su propia vida. En la actualidad, la fotografía del escritor que habitualmente aparece en las tapas de las autobiografías no solo remite a lo referencial, sino a una suerte de contrapunto con el texto hasta devenir imágenes en conflicto. Si bien se tiende a asimilar el retrato a una especie de fotografía, que busca captar el gesto en la instantaneidad, lo distintivo y caracterizador del retratado, las biografías - que también narran a las personas - son muchas veces leídas como fotografías de valor documental. (6) No se advierte así el trabajo de composición que las sustenta y que, por ende, las iguala al retrato, haciendo que ambos - biografía y retrato - expliquen, sobre todo, al artista que los realiza. En este trabajo de composición, el biógrafo (y en cierta medida también el pintor y el fotógrafo que retratan) se debate permanentemente entre lo oculto y lo revelado, entre lo público y lo privado, entre su propia subjetividad y la del biografiado, entre pasado y presente, entre la crítica y la justificación, entre imaginación y realidad, entre arte y vida pero, sobre todo, entre la memoria y el olvido.
Narrar una vida, más allá del soporte material y de las estrategias que configuren el relato, involucra necesariamente al artista con su modelo: se suele biografiar (retratar) con afecto, evidenciando la propia presencia, confrontando puntos de vista, proyectos de existencia, juicios, identidades. Se narran vidas para instaurar la memoria, para exorcizar el olvido; se narra para conjurar la muerte. La modernidad solo narraba vidas fuera de lo común, vidas ejemplares, aquellas que merecían ser recordadas, aquellas que eran dignas de la eternidad. En la desauratizada vida posmoderna, en cambio, de la memoria de lo heroico, de lo épico, de lo grandioso se pasa a la memoria de lo indiferenciado, de lo ínfimo, de lo ordinario y, por ende, a la memoria de lo olvidable. Anulada la eternidad, resta nada más la inmediatez del gesto cotidiano, de los rituales mínimos. Sin la reverencialidad del arte consagrado y consagratorio de sí y de su objeto, la proximidad niega el tiempo, replantea la finitud.
La vida de Helena, la tía de Darío Levin, y la de Zulma, amiga de Mayra Homar, son historias menores, prescindibles. La trivialidad del gesto cotidiano que el retrato de lo intrascendente encierra replantea la relación cuerpo/espejo, rostro/retrato que, por extensión, se analogiza en la ecuación realidad/teatro/fotografía. Esta última, en tanto complejo juego de dobles, remite una vez más al conflicto mítico y eterno del hombre consigo mismo y con los demás, es decir, entre su necesidad de semejanza y su deseo de diferencia, conflicto que sólo parecería hallar solución en la creación de un doble espiritual capaz de asegurar la autoperpetuación. El artista no haría, entonces, otra cosa que intentar inmortalizarse en su creación, trascendiendo así la inexorable finitud humana. (7)
Miedo a salir lastimado de la montaña rusa en la carta del hermano de Crumb; miedo a salir lastimado del vivir de cada día; miedo a que el retrato no nos represente; miedo a que la fotografía nos vuelva irreconocibles; miedo a ser creídos cuando recurrimos a la negación del retrato, cuando mostramos el negativo de la fotografía capaz de reproducirnos hasta el infinito; miedo a salir lastimado de la exposición escénica y de la exposición fotográfica que nos sorprende y nos distancia. Miedo a salir lastimado del teatro, porque nadie sale indemne de la contemplación de una obra de arte, sobre todo si esa obra narra la temporalidad, el antes y el después bisados en una trama que - como en la obra de Tarrío - involucra la historia personal que siempre es colectiva.

 

NOTAS

1. Beatriz Trastoy, Teatro autobiográfico. Los unipersonales de los 80 y 90 en la escena argentina, Buenos Aires, Nueva Generación, 2002, p. 356. Volver

2. Exhibido en 2006 en el Canal Ciudad Abierta, en Cinema 77 (sala cinematográfica de Sunchales) y en el Teatro La Máscara de la ciudad de Rafaela (Santa Fe) Volver

3. Véase www. fotobonaudi.blogspot.com. Volver

4. Paola Cortés Rocca y Mabel López (comp.) Fotografía, Buenos Aires, Ars, 1995, p. 30-32. Volver

5. Juan José Santillán, "Una fotografía de la realidad", Clarín, 18 de octubre de 2006. Volver

6. León Edel, Vidas ajenas. Principia biographica. México, Fondo de Cultura Económica,1990. Volver

7. Otto Rank, El doble, Buenos Aires, Orión, 1982. Volver

 

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