Por Ana Goutman y Carolina Politi
Brecht sorprende cuando ya creíamos que había dicho todo. Tan inverosímil, tan polifónico, tan certero. Brecht sorprende. Una nueva representación del dramaturgo alemán se ofreció del 7 al 17 de diciembre del 2006, con cuatro funciones semanales, auspiciada por el Instituto Nacional de Bellas Artes de la ciudad de México y dirigida por David Psalmon (con traducción de Nicolás Costa).
Escrita en 1930 y representada en Paris en 1947, en francés, la obra asesta un golpe certero a la condescendencia y a la fascinación por la regla que nos arropa, mientras eludimos sin tregua la excepción, la diferencia capaz de "democratizar" en el buen sentido.
En esta ocasión el teatro didáctico fue abordado bajo la mirada del clown, recurso que lo redime de los cánones ortodoxos de décadas pasadas.
El clown provoca risa y enfatiza la crueldad, porque abre el sentir trágico de la obra, lo absurdo del sistema y desvela el rostro de la sumisión absoluta.
El clown permite un juego libre, reiterativo, que desdibuja y vuelve a componer los rasgos clásicos del personaje.
En su libro Brecht o las trampas del compromiso Martin Esslin define a esta obra como:
[...] áspera pieza didáctica en la que el pobre culi cede a una emoción positiva - su compasión por un ser que sufre - y ofrece la botella de agua al comerciante sediento.
El comerciante tiene buenas razones para creer que el culi, a quien ha maltratado, lo detesta, y considera que el gesto de simpatía es un gesto de agresión y mata al culi. En el proceso, el juez reconoce la evidencia de los hechos y absuelve al comerciante. Porque no es razonable esperar que un ser humano llegue a ayudar a sus semejantes en el momento preciso. El comerciante no podía pensar que el culi no soñaba de ninguna manera atacarlo. El culi merecía ser matado.
La bondad y la compasión son la excepción y la crueldad, la regla.
El culi ha sido víctima de la emoción que lo llevó a ser bueno. La razón dura y fría gobierna el mundo. (1)
El texto de Brecht dice:
No encuentren natural lo que ocurre siempre
... Nada debe ser imposible de cambiar.
La puesta en escena narrada por Esslin ha sido trasgredida por la puesta mexicana desde el momento en que el culi es un clown. Él sirve a la propuesta del director observando y participando de la realidad desde la sorpresa del que está siempre por primera vez. La mirada del culi tiene que ser excepcional y por eso la propuesta del director presenta un clown.
El juego del clown con el público a través de la mirada desnuda que él ofrece, justifica las reflexiones didácticas de Brecht, como si la mirada trascendiera la lección y se convirtiera en pregunta otra vez.
El clown disfruta aun en medio de la pena y nos invita a preguntarnos si realmente la pena es pena o si, de frente a lo que llamamos pena, sería posible otra opción.
El clown nos confronta porque no se escapa de su absurdo cotidiano, lo experimenta.
El clown jamás se suicidaría en serio. Su muerte es trágica a manos del empresario.
En la obra de Tom Stoppard Rozenkrantz y Guildenstern han muerto se rescata a estos dos personajes de la mirada que Shakespeare nos da sobre ellos. Es decir, no se presentan como dos traidores a la amistad sino que, para Stoppard, son dos seres que no pertenecen a la dimensión trágica, están ahí por error o por casualidad, y contienen todas las preguntas - todo aquello contenido en el "qué es eso", la pregunta para conocer el mundo, no para nombrarlo, sino para experimentarlo - que tal vez el resto de los personajes podrían haberse planteado si la obra de Shakespeare no tuviera el recorrido trágico que conocemos.
Rozenkrantz y Guildenstern consiguen con sus preguntas lo que el culi-clown de Psalmon evidencia con solo estar de pie junto al empresario.
Dos mundos que no se comunican, que no alcanzan a entender de qué está hecho el otro; y en ese desencuentro, la fuerza resuelve frente a la duda.
Se ha conseguido con el trabajo de la puesta en escena y con una propuesta de dirección.
La fuerza es la regla; la duda, la excepción. El miedo es la regla, la risa es la excepción.
1.Martin Esslin, Bertolt Brecht ou les pièges de l'engagement, Juillard, Paris, 1961, p. 306. Volver