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COLOMBIA. SOBRE TÍTERES Y TEATRINOS

Por Carlos José Reyes

 

El teatro de muñecos ha tenido un notable desarrollo en los últimos años en Colombia, en especial por parte de los grupos que han logrado abrir su propia sede y afianzar sus técnicas tanto en la elaboración de muñecos y escenarios, como en el desarrollo de la dramaturgia. Alrededor de estos grupos, existen otros, que han aprovechado la experiencia de los primeros, o simplemente han intentado desarrollar algunas de las técnicas, aunque en muchos casos no se tengan los conocimientos adecuados ni se respeten las propias reglas del juego propuestas en el desarrollo de cada obra.
Existen grupos con muchos años de trabajo, que encontraron una fórmula eficaz en su momento, o el desarrollo de una técnica determinada, y se quedaron en ella, como protegiéndose en el territorio conocido, cual si fuera una tabla de salvación, sin intentar nuevas búsquedas ni correr riesgos. Otro número amplio de conjuntos de diversa procedencia ha resuelto mezclar técnicas, realizar montajes con actores y muñecos, planteando las acciones dentro y fuera del teatrino, sin que estas libertades que se toman tengan una lógica interna, por lo cual, en muchos casos resultan arbitrarias e inconvenientes.
La tradición clásica del arte de los muñecos se afianzó a partir de algunas reglas del juego que le dan verosimilitud a las historias y permiten desarrollar ambientes, personajes y situaciones, con una verosimilitud propia de la ficción. Es el caso de algunas de las técnicas y géneros de presentación más afianzados en el mundo del muñeco animado, como las marionetas de hilos o los títeres de guante, al estilo del guiñol oriundo de Lyon, en Francia. Estas dos modalidades son las que han tenido una mayor influencia y desarrollo en Colombia, sin que se tenga hasta el momento una historia de este arte en el país, desde las experiencias de la Colonia o los primeros días de la República, el siglo XIX y los avances en el siglo XX, en las diversas regiones, ciudades y municipios del país.
Se conoce, por ejemplo, al personaje de Manuelucho, quizá el primer personaje del títere en Colombia, que ha servido como emblema y prototipo de las muestras y encuentros organizados por la Libélula Dorada y otros grupos y organizaciones culturales, y que refleja la práctica de un titiritero ambulante, al estilo de Maese Pedro, que viaja por diversos caminos y recorre los pueblos mostrando sus muñecos. En este caso se dan dos condiciones para la tarea del titiritero, como son la radicación en un lugar determinado, y la trashumancia, que permite buscar los públicos en diversas regiones y lugares, llevando su pequeño microcosmos de humor y poesía a toda clase de públicos que siempre están urgidos de ampliar sus referencias y horizontes culturales. Para este tipo de tarea, un pequeño teatrino convencional, de fácil montaje y carga liviana para los viajes, resulta lo más indicado.
Otro caso lo constituyen las marionetas de cuerda, que por lo general requieren de una tramoya más compleja desde la cual manipular los hilos que dan movimiento a sus personajes. El arte de la marioneta tradicional ha tenido varios exponentes en Colombia, y sólo voy a mencionar en este caso a los que aún prosiguen en su labor, o bien continúan la tarea iniciada por sus padres. Entre ellos cabe mencionar las marionetas del Teatrino don Eloy, con más de 30 años de actividad, en una escuela que ha comprendido al teatro, la danza y el teatro de muñecos. Fue creada por Ángel Alberto Moreno y su esposa, Sofía Rodríguez de Moreno, quienes iniciaron sus actividades escénicas con la Compañía Bogotana de Comedias de Luis Enrique Osorio, y trabajaron en varias de sus obras, como "Nube de Abril", "¡Ay sos, camisón rosao!", "Sí, mi teniente", "El zar de precios" y muchas otras. Más tarde participaron en comedias en televisión, en especial en el programa Yo y Tú, de Alicia del Carpio, donde apareció el personaje popular de Don Eloy, representado por Ángel Alberto Moreno, que le dio el nombre al grupo. Con estos antecedentes, desde sus comienzos trabajaron con la idea de realizar un arte nacional, afianzado en los valores propios, con personajes típicos de la ciudad y del campo, tal como lo había planteado Osorio en sus comedias. Así surgieron los textos de doña Sofía de Moreno, que tomaba historias y personajes del repertorio cuentístico universal, para incorporarlas a sus propias creaciones, y de allí viene toda una tendencia del grupo, aún en sus propuestas más actuales, por efectuar "adaptaciones" de los cuentos, que en unos casos logran una adecuada integración con el medio y los personajes propios, como hizo doña Sofía de Moreno con sus historias de "José Dolorcitos", pero que en otros casos, como la versión del cuento de los hermanos Grimm "El zapatero y los duendes", presentada con el título de "El duende de la tienda", bajo la dirección de Carlos Moreno, hijo y continuador de la obra de su padre, la adaptación falsea el cuento, pues en el original, los duendes ayudan a un buen zapatero viejo y muy pobre, que ya no tiene alientos para seguir su labor, mientras en la versión colombiana el supuesto zapatero es un pícaro y vago a quien el duende ayuda sin ninguna justificación, por lo cual la ayuda mágica se convierte en un apoyo de conducta para la sinvergüencería. Por lo demás, la historia está contada con un buen manejo del muñeco de cuerda, aunque un tanto limitada y convencional en los escenarios y objetos presentados.
En este punto cabe una reflexión sobre las "adaptaciones", agregados y mutilaciones de cuentos u obras originales, que implican un cuidado especial en su elaboración y un adecuado manejo de la dramaturgia. En muchos de los casos vistos, se toman elementos de la trama original, y al desarrollar la historia se involucran toda clase de ideas, secuencias colaterales y alusiones que no tienen mucho que ver con la trama central y terminan por desbaratar la estructura original, lo cual contribuye a confundir al público y hacer que pierda el interés, al no encontrar una forma razonable de seguir el hilo de la trama, ya que la costura revela muchos quiebres e hilos sueltos, de tal modo que el espectador se pierda sin saber hacia dónde apunta la historia.
Volviendo a los antecesores y creadores más sólidos del teatro de muñecos, es importante mencionar a dos figuras esenciales de la historia de las marionetas en Colombia, como son Jaime Manzur y Ernesto Aronna. El gran pionero del género, Jaime Manzur, ha desarrollado una importante labor a lo largo de casi 50 años, tanto con su teatro de marionetas, que empezó en 1958, como a través de la Fundación Jaime Manzur, creada en 1980, y que, además de integrar el teatro de marionetas, cuenta con un importante Museo del Títere, con muñecos de distintas naciones y técnicas, desarrolla actividades didácticas sobre construcción y manejo de los títeres, y a partir de 1993 ha constituido una Compañía Lírica,¿es de muñecos? que ha efectuado temporadas de ópera y zarzuela en escenarios de Bogotá y otras ciudades.
Las marionetas de Manzur tienen un amplio repertorio de cuentos tradicionales, así como de versiones especiales de óperas y zarzuelas; cuenta con cerca de 800 muñecos y más de 4 000 trajes de todas las épocas, que le permiten sostener un rico y variado repertorio. En cuanto al estilo de sus Marionetas, Manzur se ha sostenido en la técnica clásica de las marionetas de hilos, con la que ha desarrollado una importante labor tanto en su propia sala como en otros teatros y en giras, y también en programas didácticos presentados hace algún tiempo en la televisión colombiana. Su experiencia se refleja en otros grupos y creadores, como Ernesto Aronna, con quien trabajó en forma paralela a lo largo de más de cuarenta años, pues Aronna utilizaba una técnica semejante a la de Manzur, basada en las mismas fuentes tradicionales.
El barranquillero Ernesto Aronna, quien falleció a causa de una trombosis en el año 2 003, a los 65 años de edad, desarrolló durante más de 45 años una labor meritoria con su teatro de marionetas. Tuvo su propia sede, con grandes dificultades, hasta que finalmente se ubicó en el barrio de Teusaquillo, en cuya junta cultural participó, abriendo una pequeña sala de marionetas en su propia casa de habitación. A lo largo de su actividad de más de cuatro décadas, presentó versiones de los cuentos tradicionales más conocidos del repertorio universal, así como obras y adaptaciones de autores colombianos. Entre los primeros, y en una larga lista, presentó las historias de "La bella durmiente", "El Gato con botas" o "Saltarín y la rueca mágica", y entre los nacionales, versiones de "Los cuentos en verso" de Rafael Pombo, "Dulcita y el burrito" y otras versiones propias del folclor nacional.
A partir de estos marionetistas fundadores del género en Colombia, desde mediados del siglo XX han surgido otros grupos, como la Compañía de Marionetas de Néstor Mahecha o el grupo Hilos Mágicos, dirigido por Ciro Gómez, quien no sólo ha desarrollado la técnica de la marioneta de hilos, de donde el grupo toma su nombre, sino que ha explorado otras técnicas en la construcción y diseño de los muñecos, como son el muñeco de guante o guiñol, el teatro de sombras, el teatro negro, el títere javanés de varilla, o el muñeco adherido al cuerpo del actor, con la técnica siciliana.
Hilos Mágicos inició sus actividades en el Teatro Cultural del Parque Nacional, poco después de las actividades realizadas por el grupo La Pulga Gótica, y tras una larga peregrinación por diversas salas y espacios, así como por distintas ciudades del país y varios escenarios internacionales, logró abrir su primera sede, en el barrio Santa Isabel, y su sala actual, en el barrio Quinta Camacho de Bogotá.
Sin duda la consolidación del trabajo en una sede propia le ha permitido al grupo perfeccionar cada una de las técnicas empleadas, el manejo de las luces y los cambios escenográficos, ya que las obras se pueden ensayar el tiempo que sea necesario en el propio lugar de la representación, como ha sucedido con una de sus últimas producciones, la obra "Goranchacha", basada en las "Noticias Historiales" de fray Pedro Simón, en capítulos donde trata sobre las minas de esmeraldas de Muzo y Somondoco, redactados a comienzos del siglo XVII. En esta obra, escrita y dirigida por Ciro Gómez, se utilizan diversas técnicas en la manipulación de los muñecos, utilizando imágenes surrealistas, con motivos precolombinos, para hablar de los tesoros, mitos y rituales indígenas, usando el sistema del teatro negro, mientras en primer plano, cerca del público, aparecen los conquistadores, representados por muñecos adheridos al cuerpo de los actores. Las diferencias culturales, con sus particulares evoluciones en las armas, los trajes y demás elementos que encarnan la identidad, son asumidas por cada una de estas técnicas, y el buen resultado obedece a la experiencia conseguida en años de trabajo constante, así como en una rigurosa investigación, desarrollada con el apoyo de antropólogos, y todo ello, concebido y realizado en la propia sede, aunque con muñecos que por su tamaño y concepción visual se pueden presentar en amplios escenarios como el Jorge Eliécer Gaitán, donde el grupo efectuó algunas de sus presentaciones.
Entre los antecedentes más destacados en el género del guiñol o títere de guante, se encuentran los Títeres Cocoliche, de Julia Rodríguez, que jugaron un papel destacado en el teatro de muñecos de los años setenta, con obras como "Sirikó y la flauta" o "Biombo infantil".
También realizó un trabajo de alta calidad El Biombo Latino, dirigido por Carlos Bernardo González, que más tarde se dedicó a la enseñanza y en la actualidad es profesor de esta materia en la Universidad Pedagógica Nacional. Carlos Bernardo y su Biombo también tuvieron un programa didáctico en televisión, que se destacó por su finura en la construcción y manejo de los muñecos.
Otro grupo con sede propia que cuenta con un amplio historial de realizaciones y que trabaja desde hace varios años en su propia sede, es La Libélula Dorada, agrupación fundada hace alrededor de 30 años por los hermanos César e Iván Darío Álvarez, quienes manejan varias técnicas combinadas con su trabajo como actores, que pueden entrar y salir del teatrino, diseñado como un mundo mágico, pues en la estructura de sus obras, así como el vestuario, maquillaje, objetos y estilo de interpretación que utilizan se halla una plena justificación de esta combinación de técnicas, así como la de intercambiar la interpretación de actores con muñecos. El humor, la poesía y un notable espíritu libertario caracterizan las creaciones de este grupo, destacado no sólo en el panorama nacional, sino en el ámbito de América Latina.
La Libélula, por otra parte, al contar con su propia sede ha desarrollado una significativa tarea en pro del arte de los títeres y el desarrollo del teatro en la ciudad, organizando el Festival internacional "Manuelucho" y cooperando con muchos grupos sin sede para que puedan realizar allí sus presentaciones. Obras como "El dulce encanto de la isla Acracia", "Los héroes que vencieron todo, menos el miedo", "Los espíritus lúdicos", "Ese chivo es puro cuento" y muchas otras, hoy hacen parte sustancial del mejor repertorio titiritesco colombiano.
Teatrova, el grupo dirigido por Carlos Parada, también ha logrado abrir su propia sala, en la calle 24, en las cercanías de la Biblioteca Nacional de Colombia y de la Universidad Jorge Tadeo Lozano. La historia del grupo se remonta a una experiencia de teatro escolar, realizada en colegios del Distrito por Carlos Parada, entre cuyos montajes de farsas medievales y obras de diversa naturaleza surgió Kadir Abdel, actor y compañero de tareas en la formación del grupo Teatrova.
Carlos Parada inició sus actividades teatrales hace más de 40 años, y ha participado en grupos como el Teatro Estudio, la Casa de la Cultura, el Teatro de Arte Popular (TAP) y el Teatro La Candelaria, en los cuales desarrolló actividades como actor y director, y, además, como artesano, constructor de máscaras y muñecos, lo que a la larga lo llevó a desarrollar una importante y original tarea con el teatro de muñecos. En los años sesenta llevó a escena "Ubú encadenado", de Alfred Jarry, y fue el constructor de máscaras y elementos de utilería para la obra "Galileo Galilei", de Bertolt Brecht, montada por Santiago García con el Teatro estudio de la Universidad Nacional en 1964, obra que constituyó un importante hito del teatro colombiano en ese período.
Con Teatrova, Carlos Parada ha desarrollado una dramaturgia para muñecos, con manipulación a la vista, trabajando diversos formatos, desde muñecos articulados de tamaño mediano hasta gigantones, al estilo de los muñecos catalanes o italianos de feria, con los cuales ha montado su última disparatada pieza: "Aluci-nación", ¿fecha? en la cual crea un mundo que parece al revés, parodiando las incoherencias del poder y burlándose de las normas, prohibiciones y rituales del Estado y sus instituciones. Otras obras importantes de Teatrova son "La seducción del ángel", basada en un cuento ilustrado del pintor Fernando Botero, "Cuentos del común", "Aventuras de Juan sin miedo" o "Expreso a Cucaña", esta última inspirada en la búsqueda de la utopía.
Sin duda, la apertura de las diversas salas que hemos mencionado significa un paso importante para la consolidación del sector, dentro del programa de "Salas Concertadas", tanto para la preparación de las obras como para la formación del público. Algunos grupos, como La Libélula Dorada, funcionaron durante muchos años sin sede, viajando de uno al otro lado como los antiguos "Cómicos de la legua", es decir, trashumantes, llevando su hogar a cuestas, o sea el teatrino - como el caracol. Pero al tener una sede propia han aumentado sus posibilidades no solo de realizar su propio trabajo, sino de cooperar de un modo más completo con el desarrollo del sector.
Otros grupos, que aún no cuentan con sede propia, merecen una especial mención por la originalidad y calidad de sus propuestas, como es el caso de Fabio Correa y su grupo Paciencia de Guayaba. En el repertorio de este grupo se encuentran obras como "Globito Manual", "El circo de la ilusión", "Hache Dos O" o de producción más reciente: "Génesis". La exploración esencial de Fabio Correa gira alrededor de las ideas de creación, como es el caso de "Globito Manual" o "Génesis", o temas ecológicos como "Hache Dos O", que plantea la necesidad de cuidar el agua, como fuente primordial de la vida. La presencia del actor, a la vista, manejando sus muñecos, está resuelta con elegancia y misterio, a la manera de un ritual sagrado.
El Teatro Comunidad, dirigido por Javier Montoya, egresado de la Escuela de Teatro de Bogotá Luis Enrique Osorio hace alrededor de 30 años, ha logrado integrar la música, el teatro y los muñecos, en espectáculos como "El Árbol de la vida", "Tamborecos" o "Chiriventos, danzas y cuentos", piezas en las cuales Javier Montoya y Esmeralda Quintana desarrollan pequeñas escenas con cuentos, canciones y muñecos, logrando una afortunada integración de estos diversos elementos, con un humor fino y un justo sentido de la medida en las distintas intervenciones. En este punto se muestra cómo el actor puede lograr un efecto más preciso y humano si se concentra en el detalle, en vez de hacer alardes excesivos de gesto y estridencia en el manejo de la voz.
Otro grupo con más de 30 años de actividad es El Guiño del Guiñol, dirigido por Camilo Cuervo, y con la participación en la dramaturgia de Alberto López de Meza, que tiene en su repertorio un buen número de obras para muñecos, como "La Trampa", "El gusano del aire" y "El último árbol", que muestran un gran interés y serias preocupaciones por los temas ecológicos. El grupo mantiene una actividad constante y desarrolla programas didácticos en diversas instituciones y lugares.
Completan esta lista otros grupos sin sede, pero que han efectuado espectáculos importantes, como el grupo Hilos, dirigido por Camilo de la Espriella, quien ha presentado obras de marionetas de cuerda, con manipulación a la vista, de carácter unipersonal, como "Varietés", un espectáculo presentado por un jorobado, que muestra a varios músicos y a un viejo actor alcohólico, que pasan a escena uno por uno mostrando sus habilidades. Un trabajo de gran calidad en su técnica, en la gracia de los distintos personajes y la capacidad de improvisar ante situaciones inesperadas. Camilo de la Espriella llevó a cabo un montaje más reciente, titulado "Ser o no ser" en el cual Don Quijote de la Mancha intenta cambiar de profesión, pero en una encuesta realizada con el público, la mayor parte de los asistentes le pide que continúe siendo Caballero Andante, ya que fue esta actividad la que lo volvió famoso. De la Espriella, antiguo miembro del Teatro Libre de Bogotá, viajó a España y estudió la técnica de las marionetas y el teatro de muñecos en Barcelona, adquiriendo un notable dominio en este arte del amor y la paciencia.
Otra versión del Quijote fue la presentada por el grupo Títeres Andantes, dirigido por Beatriz Caballero. Se trató de una versión de algunos capítulos esenciales de la novela, presentados en forma sintética para títeres de guante con el título de "Don Quijote", en adaptación de Beatriz Caballero e Iván Cardozo. En esta versión aparece el propio Cervantes como personaje, y al final de la pieza, Alonso Quijano muere, pero don Quijote resucita como personaje inmortal. Un trabajo cuidado, de alta calidad poética y un gran esmero en la realización de los muñecos, la música y la manipulación.
Un antecedente importante en el teatro de títeres, muñecos y experimentación de la imagen escénica, lo constituye el aporte de Enrique Vargas, quien durante varios años trabajó en un espacio del Auditorio León de Greiff de la Universidad Nacional, presentando obras como "Sancocho de Cola", con narrador y muñecos, o "Faustino Rimales", con historias picarescas tomadas del folclor popular. De esta experiencia en la universidad salió el grupo Eclipse, dirigido por Mary Olarte, una de las colaboradoras de Vargas.
Entre los conjuntos más jóvenes se destaca "Dedos Tao", quien en sus primeros dos años ha demostrado una notable creatividad y gracia en una obra como "De amores y dragones", basada en una pieza para niños del dramaturgo vallisoletano José Luis Alonso de Santos, uno de los autores más destacados del teatro español en las últimas décadas. Otros grupos de este género, que poco a poco logran una producción más seria y acabada, son Zambomba Títeres, dirigido por Ricardo Forero, egresado de la ASAB, y el grupo Jácara teatro y títeres, dirigido por Juan Manuel Combariza.
En otras ciudades como Cali y Medellín existen importantes grupos de títeres y marionetas, que cuentan con una amplia trayectoria en el ejercicio de esta actividad, como es el caso de La Fanfarria, de Medellín, dirigido por Jorge Luis Pérez, que cuenta con un variado repertorio y una positiva imagen, no sólo en el ámbito nacional, sino en otros países, a donde ha realizado giras y presentaciones. La Fanfarria cuenta con su propia sede y desarrolla una constante actividad de búsqueda y creación, considerándose uno de los grupos más destacados del país en este género de las artes escénicas.
También en Medellín trabaja un grupo de trayectoria en este campo, como es El Manicomio de Muñecos, que sube al teatrino las obras escritas y dirigidas por Alejandra María Barrada y Liliana María Palacio H. También hay que incluir en esta lista las experiencias de teatro infantil y de títeres realizadas por el grupo Matacandelas, dirigido por Cristóbal Peláez, que gracias a su creatividad, trabajo permanente y alta calidad poética, se ha venido consolidando como uno de los grupos estables más importantes del país. También hace parte de este conjunto, en el teatro de muñecos de Medellín, La oficina Central de Sueños.
En Cali de destacan La Casa de los Títeres, ubicada en el barrio de San Antonio y el Pequeño Teatro de Muñecos, quienes han impulsado la realización de importantes muestras del género, con una nutrida participación nacional y algunos invitados internacionales, de países vecinos.
En Pereira surgió el grupo La loca compañía, dirigido por Rodrigo Jiménez Fernández, quien ha presentado obras con muñecos de gran formato, sobre mitos y leyendas de la tradición folclórica como "la Madremonte", "el Duende", "el cura sin cabeza", "la Patasola" y muchos otros.
En las temporadas más recientes celebradas en Bogotá, así como en las "Titiriferias" dominicales, se han visto diversos grupos que se hallan en proceso de consolidación, muchos de ellos con buenas ideas, pero con notables deficiencias en su realización, ya sea por una dramaturgia mal resuelta, o bien por querer decir muchas cosas al mismo tiempo, o lo que parece ser un error compartido por varios de los trabajos: por intentar demostrar ideas y formulaciones pedagógicas sobre temas de ecología, convivencia, desplazamiento y otros tópicos de actualidad, sin que estos problemas y situaciones tengan una adecuada formulación escénica, sino más bien se formulan como sentencias o conclusiones apresuradas, impuestas desde afuera.
En otros casos, los escenarios y el diseño de los muñecos no corresponden a las historias que se tratan de contar y, por lo tanto, se presenta una dicotomía entre lo que se quiere de decir y la forma de decirlo. Un último aspecto que se debe considerar con más cuidado en estas presentaciones, realizadas en carpas o espacios diferentes al lugar donde los grupos han preparado sus obras, es el que tiene que ver con la tecnología, en especial en los efectos musicales pregrabados, el uso de micrófonos inalámbricos o los efectos de iluminación, aspectos que suelen mostrar improvisación, grandes deficiencias o desconocimiento de la tecnología, lo cual va en perjuicio de las obras y sobre todo de los espectadores, que no tienen por qué presenciar espectáculos fallidos o con dificultades técnicas que hubieran requerido de mayores ensayos y pruebas, antes de someter al público a una presentación defectuosa.
Por estas razones, y sobre todo, al considerar los avances y logros de los grupos más consolidados, así como la proliferación de nuevas agrupaciones en vías de desarrollo, se observa la urgente necesidad de una Escuela-Laboratorio para teatro de Títeres, que permita dar nuevas herramientas y superar la debilidad de muchos los grupos existentes, así como trabajar en la formación de nuevos titiriteros, reforzando el conocimiento de la dramaturgia, las técnicas de construcción y manipulación de muñecos y otros aspectos humanísticos y técnicos necesarios para lograr una adecuada profesionalización y una mayor calidad del movimiento en su conjunto. Sobre todo en un momento en el que existe un número considerable de nuevas salas y espacios apropiados para esta clase de presentaciones, en teatros, salas comunales, bibliotecas públicas, universidades y colegios, y a la vez, un interés creciente por parte del público, que asiste masivamente cada vez que se presenta un festival o un evento bien organizado, y que puede convertirse en un público permanente, que sostenga una actividad tan exigente, creativa y poética como el teatro de títeres. Al respecto, cabe destacar los esfuerzos que ha desarrollado la Asociación de Titiriteros de Colombia, ATICO, que se ha consolidado como la organización que representa al teatro de muñecos, promueve su formación y difusión, y por lo tanto está llamada a impulsar un proyecto de esta naturaleza.

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