Sumario

Editorial

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La escena
iberoamericana


Separata

Investigar el teatro

"LO POLÍTICO" EN EL TEATRO LATINOAMERICANO

Por Lola Proaño Gómez

Pasadera City College

 

El teatro latinoamericano de la última década da cuenta del "estado del mundo" tanto con los contenidos que llenan la escena 1 como con las poéticas que propone.
Las nuevas poéticas teatrales (1980-2005) transparentan las variaciones de la sensibilidad social que responden a las nuevas condiciones de vida, así como, en muchos casos y de muy diversa manera, a las ideas pregonadas por el postmodernismo, cuya fuerte presencia hizo que se anunciara la muerte del teatro político, como lógico eco de sus tesis más esgrimidas: la muerte de las utopías, el fin de la historia, la relativización del lenguaje y la desvalorización de la política.
A raíz de los ochenta, con el apogeo de la filosofía posmodernista, hemos escuchado repetidamente la idea de que el "teatro político"está muerto. Esto es verdadero sólo si por teatro político entendemos exclusivamente aquel que exhibe las mismas características que lo definían durante las décadas del sesenta y setenta - entonces era una guerra de trincheras. Hoy se parece más a la escaramuza de la guerrilla o a los deseos inconscientes que aparecen en el sueño. Cabe entonces preguntarse cómo definimos lo político y en qué manera se capta su presencia en el teatro latinoamericano contemporáneo, es decir, a partir de los años ochenta.

 

NUEVAS POÉTICAS TEATRALES Y EL IMPULSO UTÓPICO
A partir de la década del 90 se observa que empiezan a aparecer ciertos rasgos en las poéticas teatrales que traen lo político a escena, incorporando elementos muy diversos: la Comedia Del Arte, técnicas brechtianas, elementos del absurdo y de la crueldad, se hace uso del minimalismo (muñecos), de técnicas orientales, de elementos populares y de la tecnología; todos los elementos escénicos (música, danza, luces, espacio, movimiento, texto, etc.) tienen importancia en la puesta en escena, junto con el texto escrito. A diferencia del teatro político de los años sesenta, no tiene un tono de resistencia y denuncia, ni la violencia como instrumento central de protesta. No es explícito, ni directo y su narrativa no es clara ni lineal; tampoco presenta una propuesta política para el futuro.
Sus características son más bien una denuncia dolorida acerca de la inmoralidad y la represión solapadas, el estilo es críptico, indirecto, ambiguo y fragmentado. Sin una línea lógica, sigue más bien secuencias ilógicas que depositan la interpretación o lectura en el aspecto pragmático de la comunicación: exigen que el espectador encuentre el hilo conductor de la propuesta. El resultado es un producto híbrido, heterogéneo, en muchos casos, pastiche de textos anteriores, en los que aparecen la meta-teatralidad y la metaficción, donde surgen subjetividades fragmentadas y degradadas inmersas en una temporalidad oscura y difícil de dilucidar.
Sin embargo, por detrás de estas poéticas cuyos rasgos pueden nombrarse como pertenecientes a aquellos caracterizados como postmodernismo, subyace una ética moderna. Sus procedimientos enfrentan - ¿nuevas? - formas de dominio; ellas no niegan ni la historia, ni la posibilidad de acción ni la denuncia, por el contrario, la descubren y la desaprueban. Pero, a diferencia del teatro político tradicional, los planteos que estas poéticas realizan tienen la forma de preguntas abiertas que marcan la ausencia de afirmaciones o proyectos definitivos: lo que yo llamo una "estética de la incertidumbre".
Este ejercicio crítico político implica, al menos cuando está teñido de un tono más explícito, la autonomía de los sujetos que lo realizan, autonomía que a la vez sólo se puede dar cuando se supera la inseguridad que produce el "miedo ambiente" que los poderes ubicuos y fuera del alcance de los medios e instituciones tradicionales de acción política han logrado imponer.
En otros casos el teatro funciona como una especie de espacio privilegiado en el que se filtra lo real, aquello que es imposible de expresar, pero que al inmiscuirse en el espacio teatral, revela aspectos, generalmente oscuros de las vivencias sociales e individuales del contexto latinoamericano. La presencia de aquello imposible de ser dicho suspende la realidad externa y trae a la escena "lo real" y lo capta de modo inmediato e inescapable. Aunque el espectador no entienda exactamente lo que sucede en la escena, puesto que no puede articularlo en el lenguaje, se ve llevado involuntariamente a un ámbito que lo conecta con una realidad externa que tampoco puede entender, aceptar ni explicar; es por ello un síntoma de la realidad histórica contextual contemporánea (Žižek 45).
Con estos antecedentes nos preguntamos: ¿Ha muerto la utopía en el teatro latinoamericano? ¿Sus producciones teatrales han aceptado el "fin de la historia"? Y si no ha muerto, ¿cuáles son las características que la definen? Busquemos respuestas. Ciertamente ellas no son las de la utopía de Moro, ella es des-temporalizada, des-espacializada, en una palabra es a-histórica. Todo lo contrario, en estos productos teatrales, la utopía está presente a través de lo que Arturo Roig ha llamado la "función utópica del discurso", que se asienta en la historicidad, es decir en la relación con un contexto específico. Espacializada y temporalizada, esta función describe la realidad, la cuestiona y penetra en la historia para proponer una transformación a tiempo futuro. Esta función consta de tres partes: la crítica reguladora, liberadora del determinismo legal y anticipadora del futuro. La crítica reguladora libera y al desconocer el determinismo legal, plantea la posibilidad de cambio y de una praxis que desconoce la topía como la única posibilidad: estamos frente a la negación de la teoría del "no hay otra" o de la no alternativa al estado del mundo, que afirma el capitalismo globalizado como la mejor y única alternativa posible: el fin de la historia. La función utópica se realiza gracias al sujeto teatral que abre el juego entre lo "necesario", "real-verdadero" y "lo diverso posible". Tanto el lenguaje verbal como los elementos visuales - escenografía, luces, gestualidad, etc. - son los elementos que dan forma a la función utópica que se concreta en la escena teatral mediante varias y diversas técnicas. Los elementos visuales con su múltiple referencialidad generan la ambigüedad propia de las poéticas que aquí tratamos. La crítica reguladora adquiere sentido sólo cuando se leen estos signos teatrales junto con el lenguaje verbal que apoya, contextualiza e historiza el discurso.
Es aquí donde el aspecto político aparece en el teatro latinoamericano contemporáneo; sin embargo, en las poéticas teatrales hay un vacío: el tercer aspecto de la función utópica del discurso está ausente, no hay la anticipación de un futuro. Esta crítica manifiesta la desconfianza en la autorrectificación de la realidad, en el mercado como ente regulador automático; pero en ausencia de una ideología como sistema de ideas-conductoras no puede haber proyecto futuro, situación que, por otro lado, tiene clara analogía con el contexto social, político y económico creado por la ideología que apoya la globalización del mercado.
Con la ausencia de un proyecto futuro específico, de una propuesta de solución a la realidad que critican, las propuestas del teatro latinoamericano contemporáneo que aquí estudio se caracterizan por la crítica y la pregunta lanzada muchas veces de modo críptico a los lectores/espectadores, en una actitud que busca y que parece afirmar que "no preguntar es la peor respuesta de todas" (Bauman 14-16). La posibilidad de la visualización de una posible solución en el futuro está depositada en la capacidad del espectador de dilucidar lo recibido en la comunicación teatral y de re-pensar lo visto y escuchado y entender quizá, en el mejor de los casos, su situación y quizá entrever alguna vía de solución para los problemas desplazados en la escena. Sin embargo, ya el sólo hecho de negar el estado de cosas como el mejor posible, y de desnudar teatralmente los problemas y dificultades del mismo y muchas veces incluso de des-cubrir sus causas, muestra la existencia de un teatro con significados políticos en la escena latinoamericana: una actitud de búsqueda de una alternativa que aunque sea sólo como esperanza deja abierta la posibilidad de un futuro diferente.
Quiero decir entonces, que "la política" presente en el teatro latinoamericano queda necesariamente circunscrita a la exposición o denuncia de un mundo que es posible mejorar y a poner en duda un determinismo que implique la imposibilidad de un cambio que en este momento es la utopía misma. La presentación de esta utopía en la escena es ya un desmentido de su muerte anunciada. Es en este aspecto interesante la propuesta de Vidal de considerar los Derechos Humanos como una forma de utopía que, en la medida en que expresa las luchas sociales de un período histórico, permite preguntarse tanto por el sentido último de las producciones culturales como por la medida en que ellas contribuyen o enmascaran el alcance o la violación de tales derechos, dando orientación así a una hermenéutica cultural como proceso de análisis (10-38).
El teatro se convierte entonces en algo así como un cargador de energía que se acumula en los individuos, iluminando la comprensión del mundo contemporáneo, mostrando su absurdo, su inhumanidad y negando la esencial permanencia del estado-del-mundo contemporáneo. El teatro como espacio de reflexión de la comunidad expresa la no aceptación del presente y la creencia en la posibilidad de alternativas; como espacio de articulación del deseo de salir de una "reclusión monádica" (Bauman 75) y de reintegrar los vínculos y las redes sociales, puede ser también un modo de intentar reestablecer la traducción de las preocupaciones individuales en planteos sociales colectivos.

 

"LO POLÍTICO" EN LA ESCENA TEATRAL
Al afirmar la presencia de "lo político" en el teatro no me refiero a la escenificación de la historia, de episodios o discusiones relevantes de la política nacional o internacional. Me refiero a propuestas de teatro que, sin tratar de manera explícita el ámbito de lo que usualmente llamamos "la política", crean un clima escénico mediante procedimientos y técnicas muy particulares que, junto con el texto - o el no texto - trasmiten al espectador sensaciones, golpes y vivencias que lo disparan, muchas veces a pesar suyo, hacia un ámbito que, traspasando la realidad, produce vacíos, presencias, ausencias o silencios frente a los cuales el espectador se pregunta intelectualmente por su significado, muchas veces sin encontrar una respuesta fácil. Sin embargo, en el ámbito sensorial, despierta en él angustias y sentimientos que lo llevan a interrogarse acerca de su presente y su futuro.
Propongo definir "lo político" como un esfuerzo efectivo y práctico - aunque no siempre consciente en el caso del teatro - destinado a someter las instituciones que se arrogan validez de hecho a la prueba de la validez de juicio. Lo político así entendido, funciona desde el hecho de que existe una injusticia que necesita enfrentarse, pero que no puede ser manejada dentro de las prácticas institucionales - esto sería un asunto meramente judicial. Es una injusticia experimentada por grandes sectores de la comunidad y es consecuencia del orden social establecido (Dikec 179).
Una actitud política implica, por tanto, la creencia en la temporalidad de los sistemas establecidos y en el derecho de someterlos a juicio para producir un espacio que permita contemplar otras alternativas; esto implica considerar lo existente como no definitivo, siempre sometido a la posibilidad de cambio. Situándonos en la contemporaneidad, "lo político" está presente cuando se critica el statu quo, momento en que se ejercita la posibilidad que la ideología neoliberal pretende cerrar al declarar eterno al sistema por ser éste - según ella misma - la mejor y definitiva alternativa posible.
Muchos productos teatrales latinoamericanos contemporáneos exhiben esta dimensión de antagonismo inherente a la sociedad humana que puede tomar diversas formas y emerger en diversas relaciones sociales; ellos presentan un momento de apertura e indecibilidad, y ponen en tela de juicio los principios estructurales del orden establecido. (Žižek 1991 citado en Dikec 183).
Este teatro en el que "lo político"está presente, funciona de forma doblemente paradójica. Por una parte, al mismo tiempo que acumula preguntas sobre el absurdo y la inhumanidad del mundo actual, niega la permanencia de este estado del mundo como esencial y descubre sus falacias y su inhumanidad, hace evidente la incapacidad e imposibilidad de proponer un proyecto o una acción alternativas posibles. Por otra parte, el teatro mismo es una institución, y como tal, un elemento integral del orden "naturalizado" de dominación, en cuanto el marco de las producciones teatrales obedece a ciertas normas institucionales; pero al mismo tiempo, es dentro de este marco institucional donde se da la posibilidad de la disrupción de lo institucional a través de la ficción.
Lo institucional - o lo que siguiendo a Ranciere llamaremos "la política" - está presente en la escena en tanto conjunto de prácticas, discursos e instituciones vigentes que establecen y organizan la coexistencia humana y en este caso concretamente el teatro como institución; por otra, "lo político" está en el hecho teatral, en cuanto este, valiéndose de las más diversas formas, propone modos de organización social e institucional diferentes u opuestos a los que rigen la sociedad, pone en duda la eficacia de las instituciones que rigen en el momento, o descubre, en la escena, los efectos negativos de la organización política vigente. El teatro se ubica entre el orden instituido y la posibilidad de mejorarlo o alterarlo radicalmente, propone la transformación de ontologías e identidades como una permanente posibilidad, aunque ella quede, la mayoría de las veces, limitada a la escena.
Es en la intersección de estas dos situaciones paradójicas (oximorónicas) donde se sitúa el surgimiento del "instante político", que emerge en el choque, percibido intuitivamente frente a la escena, entre la exhibición del absurdo imposible de aceptar como permanente e inevitable y la imposibilidad de modificarlo.
El espacio de la escena teatral se torna entonces un espacio polémico y dinámico donde se encara el error y se demuestra la posibilidad del cambio. 2 En el espacio-tiempo escénico aparece el encuentro entre la lógica del sistema establecido ("police" según Ranciere) y una lógica diferente; o al menos en algunos casos, la demostración del sin sentido de la lógica dominante. Aunque no se construya un sistema de lógica alternativa explícitamente, el acontecer escénico implica, por defecto, la denuncia y la búsqueda de una opción mejor a la lógica del orden jerárquico instituido, que es el marco referencial contra el cual leemos las propuestas escénicas.
"El instante político" se da en este encuentro de las dos lógicas. Se da en este encuentro entre un proceso de gobierno o la imposición de las reglas del sistema dominante y un proceso de subjetivización política guiado por la descalificación del orden instituido. La aparición del "instante político" se sintoniza en el teatro como el "golpe de sentido" percibido - en muchos casos - más sensorial que intelectualmente. Lo político en esta forma, está señalado por el choque entre dos mundos y dos lógicas incompatibles y por la imposibilidad presente de modificar aquello que se ve como absurdo e inaceptable. Lo político se caracteriza entonces por un momento de interrupción, por una ruptura de sentido y no por la mera presencia de relaciones de poder y de intereses en competencia (Dicek siguiendo a Ranciere 172). Ante un sistema que pretende mostrarse como un todo cerrado y sin fisuras, un todo con un orden jerárquico en el que cada parte lo completa perfectamente, en las producciones teatrales aparece lo oculto, lo que no entra en esa totalidad, la parte negada del todo. Las producciones teatrales denuncian la pretendida totalidad homogénea como falsa.3 Esto constituye "lo político" en la escena.
En la escena, se reconfigura el espacio: se cambian los cuerpos de lugar, se hace visible lo que no debe ser visto, se busca el sentido del sin sentido o se denuncia el sin-sentido y se reconocen voces y personas donde sólo parecen existir objetos y ruidos: se descubre la muerte que reina por debajo de la lógica dominante justificadora del orden instituido. El espectador se da cuenta de que ha sentido la presencia de aquello difícilmente articulable en un lenguaje lógico, aquello que en la cotidianeidad permanece usualmente invisible e indecible: percibe "la verdad estructurada como ficción" (Lacan citado en Žižek 17).
Este límite poroso del espacio teatral entre realidad y ficción, nos obliga a plantearnos una importante cuestión: ¿cómo hacer para dilucidar los bordes que separan y articulan la ficción con lo no ficticio? Creo que un modo de lograrlo es hacer funcionar la "otra escena" - la realidad social-política-económica - como su horizonte de comprensión e interpretación. Al descubrir las relaciones dialécticas entre el texto espectacular y la realidad no escénica, lo dramático revela su articulación con el contexto histórico político específico mediante metáforas visuales o lingüísticas, expresiones con referencia semántica clara, o analogías estructurales con la extra escena, que se conforman en todos los aspectos del texto espectacular - luces, sonido, gestos, movimientos y escenografía.
Por ejemplo, muchas producciones teatrales, al revés del drama brechtiano, muestran cómo estamos listos a aceptar como familiares situaciones mórbidas, bizarras.4 Esto ocurre por ejemplo en Cachetazo de campo del argentino Federico León, en el que el final nos habla de una adaptación al nuevo estado del mundo, que la nueva generación finalmente ha aceptado como "natural". Pero más allá de toda esta negatividad e inseguridad, la escena latinoamericana de fin de siglo ofrece la posibilidad de una "apertura" en la organización social, puesto que niega la necesaria permanencia del actual estado del mundo, y de este modo hace viable la emergencia de pronunciamientos alternativos que pongan en duda la "racionalidad administrativa". (Dikec 181).
O en otros casos, el espacio teatral es la expresión del "miedo ambiente", entendido como la percepción de estar atrapados en una sociedad manejada por fuerzas invisibles sobre las que no tenemos ninguna capacidad de acción - el ruido de caños en "1500 metros" o la voz en off en "Máquina Hamlet" de Heiner Müller en la puesta del también argentino Periférico de los Objetos. El espacio puede también ser una analogía estructural con la extra-escena, que se manifiesta en sus incongruencias y su negatividad, tal como sucede con "Extinción" que, en un plano estructural, exacerba la analogía estructural con el sin sentido del discurso político contemporáneo.
La modalidad en que se da "lo político" en el espacio teatral contemporáneo conforma una "estética de la incertidumbre" en cuanto ella se limita a presentar y criticar, sin proponer ningún proyecto. Ello se debe a la imposibilidad de pasar a la acción, imposibilidad que es el correlato teatral de la ausencia histórica inmediata de un proyecto político futuro.

 

 

LA ESTÉTICA DE LA INCERTIDUMBRE: MÍMESIS DEL SIN SENTIDO
Bajtín redefinió el miedo sublime cósmico, como el miedo oficial, prototipo del poder mundano, miedo al poder humano hecho por el hombre pero más allá de la capacidad del hombre de oponerle resistencia (Bauman 67-8); y según Bourdieu, la presencia en la escena de "fuerzas misteriosas" que causan modificaciones ante las cuales todos se sienten "descartables", genera un miedo difuso, que "acosa la conciencia y el subconsciente".
Este miedo - parecido al que sentimos frente a las catástrofes naturales -, que en este caso surge frente a la conciencia de la imposibilidad de acción frente a los poderes inasibles e imposibles de identificar que manejan nuestras vidas (movimiento de mercados, inversión de capitales, leyes impulsadas desde afuera de la nación, etc.) está presente en el teatro contemporáneo latinoamericano mediante diversas técnicas espectaculares. Ellas son, por ejemplo, la voz omnisciente sin ubicación precisa que resuena en el escenario, la pérdida del lenguaje ("1500 metros bajo el nivel de Jack") que pone en duda la humanidad de los personajes, el miedo representado por el destemplamiento de las voces de los muertos que viven en el escenario ("No me toquen ese vals") o la represión o el sometimiento de aquellos personajes que pretenden cuestionar aquello que es indispensable para el mantenimiento del sistema y se rebelan contra él ("Cachetazo de campo"). Aparecen también los actos furtivos y aparentemente ilegales de aquellos que encuentran un modo de sobrevivir al sistema haciéndole trampas, ante la falta de un espacio propio: la invasión de espacios prohibidos, ajenos; esto implica la penalización de la pobreza y el castigo de la búsqueda de la supervivencia ("Rebatibles", de Norman Briski). Todas estas manifestaciones teatrales tienen como trasfondo la sensación de absurda vulnerabilidad frente al Otro, que en este caso sería el inflexible sistema legal global.
El imaginario realista es verosímil en cuanto a la realidad, confirma su espíritu y recicla las representaciones dominantes. Coherente con el espíritu político del teatro aquí discutido es presentar escenarios no realistas, cargados de absurdo, de rupturas temporales y espaciales, de discursos fragmentados y lenguajes incomprensibles, de ausencia de hilos narrativos de fácil comprensión y armado final. Estas características, como mímesis del sin sentido, además de mimar el ambiente económico social del momento en Latinoamérica, abren el camino hacia su des-construcción al re-presentarlo como una realidad in-comprensible. Relacionado con esto está el llamado "hiperrealismo" de los nuevos teatristas, que se niegan a hacer re-presentaciones y se empeñan en "presentar" acontecimientos en una escena, que exhibe "signos" que no están insertos en una narración lógica, que presentan "lo real", imposible de simbolizar o verter en el lenguaje, a diferencia de la escena realista, que se queda en el ámbito de los significantes (Žižek 39). La "presentación" se hace mediante los sonidos, las imágenes, los vacíos, los oscuros, que funcionan como un marco de referencia que solamente nos orienta hacia la diégesis, son signos flotantes no enlazados en una cadena discursiva.
La presencia de estas técnicas teatrales atestigua sobre la imposibilidad de narrar en una forma lineal y realista (Žižek 49). La "política de la incertidumbre" - inseguridad, lo inesperado - más el fin del estado y la nación, las totalidades que daban al individuo sentido de trascendencia, de pertenencia y de protección, y su desaparición dan como resultado esta estética teatral a la que podemos denominar "estética de la incertidumbre"; ella atestigua acerca de la imposibilidad de comprender, de predecir y de seguir una serie e acciones que lleven a un fin previsto; habla del temor de una irrupción que interrumpa el presente y nos conduzca por caminos temidos y desconocidos.
La imposibilidad de la acción de parte de los personajes tiene su base en que estos no pueden desarticular ni comprender un orden que si bien existe, no está visible, y de que tampoco pueden proponer estructuras alternativas defensivas.5 Esto genera una incertidumbre que reemplaza la autoridad coercitiva de la ley, que genera una incapacidad de acción suficiente para someter a los personajes/individuos a los poderes ocultos que manipulan la realidad. Se produce una auto-coerción, la aceptación de la rutina, y la ruptura de las relaciones como normales.

 

EL ESPECTADOR, CRÍTICO ENHEBRADOR DE SENTIDO:
UNA HERMENÉUTICA DE LAS SENSACIONES
Al revés de lo que sucede en el sueño, que cuando despertamos sentimos alivio de que aquello era solo un sueño, en muchas de las propuestas del teatro latinoamericano contemporáneo, cuando miramos "de costado y por detrás" y encontramos conexiones de la fantasía con el afuera, cuando nos damos cuenta que hemos sentido la presencia de "lo real", que invade la comprensión de la ficción, no sentimos alivio sino la conciencia de la presencia de aquello que, al estar encubierto de cotidianeidad, es usualmente invisible. La fantasía del teatro se ha animado a mostrarnos al menos un aspecto de lo real (ŽiŽek 17). En este caso puede ser todo el sistema legalizado del mercado y la política global: la realidad exterior a la fantasía teatral y la realidad superior, que está por sobre y por encima de nuestra vida, pautada en rutinas y comportamientos que aunque aparentemente libres, no obedecen a la elección consciente de nuestras acciones.
Por ejemplo, en la desnudez de las mujeres de "Cachetazo de Campo", el espectador siente la presencia de aquello que no se nombra en cuanto no ha sido articulado en el tejido simbólico (lenguaje) pero que es necesario para su consistencia: la necesaria presencia de los sectores de la población diezmados pero que son indispensables para el funcionamiento del modelo y consecuencia ineludible del mismo en función del éxito del capitalismo neoliberal. Se perciben o intuyen aspectos que no pueden ser inscritos en el discurso dominante, porque tornarían visible la barbarie que el capitalismo implica. Este "plus" de sentido proviene de la "otra escena" que nutre la escena teatral y que exhibe en los agujeros del texto lo que Grüner llama "el resto inarticulable del capitalismo neoliberal". En la escena se descubre lo obsceno, lo irrepresentable: las masas de población marginadas como resultado de la lógica del mercado. Esto que es la trasgresión que el propio sistema genera y que esconde/niega mediante la autocensura para no perder su aparente legitimidad, pero que de no tomarse en cuenta, no permite un cierre completo de sentido (Grüner 54 - 150).
El teatro hace la traducción entre lo privado - que toca a cada uno de los espectadores - y lo público, mediante historias que les suceden a "personajes" como nosotros, personas que, al exteriorizar sus problemas, dudas, pensamientos y angustias en la escena, ponen la privacidad de su vida y sus problemas en el espacio público del ágora, en tanto el público actúa como una comunidad presente - aunque con un accionar limitado a escuchar y reflexionar: el sistema paradójicamente anuncia una libertad individual ilimitada, pero no traducible en libertad de acción. En el teatro, el espectador tampoco puede tomar decisiones sobre los asuntos presentados, su libertad se restringe a la libertad de pensamiento pues no posee casi ninguna en cuanto la posibilidad de transformar el mundo que lo circunda. Este es el límite con el que se encuentra el teatro político contemporáneo: puede presentar y criticar pero no puede proponer ningún proyecto por la imposibilidad misma de pasar a la acción, imposibilidad que es correlativa a la ausencia de una narrativa guiada por una ideología de un proyecto futuro. No habiendo control del presente, no puede haber proyecto y no habiendo proyecto, no hay futuro. Las acciones quedan limitadas a la privacidad de la vida de los individuos que, en el teatro como en otras áreas de la vida política, se recluye en su espacio privado sin contar con medios que le permitan convertir sus problemas y angustias individuales en causa colectiva.
Pero el público, los espectadores-comentadores, al igual que los ciudadanos individualizados, no somos sino una suma de entes individuales que no conformamos una agencia por derecho propio, que no podemos tomar en nuestras manos la responsabilidad de los problemas. Sólo podemos vitorear o abuchear, condenar o admirar, instar o disuadir, guiñar con complicidad, pero no podemos hacer nada que el individuo no pueda hacer por sí mismo. Y esta es la limitación ineludible una vez que las agencias sociales y las instituciones han perdido la capacidad de acción. La crisis se instala debido a la ausencia de una agencia efectiva para legitimar, promover e instalar un conjunto de valores o una agenda consistente y cohesiva (74-83).6
Por otra parte, muchas veces el teatro presenta, en su modo de producción mismo, estructuras alternativas. Consideremos, por ejemplo, el fenómeno de los teatros comunitarios surgidos en Argentina durante los últimos años, en los que el modelo de producción, la relación entre los integrantes, la economía que subyace a los proyectos y la dinámica social de las relaciones, es completamente opuesta a la del mundo globalizado: es personal, con valores que no tienen que ver con lo económico, desechan el consumismo y lo problematizan y su finalidad no es el éxito económico sino la reintegración de los lazos comunitarios; sus miembros tienen intereses comunes no sólo contiguos, y su contigüidad no es sólo temporaria. En una palabra, son actividades culturales que no se modelan a imagen y semejanza del mercado. Niegan que la marketización sea el modelo inescapable de toda acción contemporánea.
En otros casos, la política en el teatro mima la política fuera de él, tanto en el mecanismo teatral cuanto en la sensación de incertidumbre e impotencia que deja en el espectador. Se asemeja a una respuesta comparable a la guerra de guerrillas o a los ataques terroristas dirigidos al sistema imperante; da golpes individuales y aislados, que, una vez pasados, desaparecen, dejando algo que afecta a los que lo presenciaron: miedo, angustia, preguntas, sensación de total contingencia en sus vidas, en las que no está segura ni siquiera la subsistencia. Sin embargo, como los personajes y las circunstancias en que ellos se desempeñan son parecidas a las nuestras, incitan en nosotros la conciencia de la historia que estamos viviendo y con ella la pregunta por la posibilidad de una vida distinta. ("Con la cabeza bajo el agua", "Cachetazo de campo", "No me toquen ese vals", etc.)
En otros espectáculos latinoamericanos contemporáneos ("Máquina Hamlet", por ejemplo, donde hay detalles que no coinciden con el original de Shakespeare), la comparación con el texto que origina el espectáculo da luz sobre un significado diferente y específico. Buscamos entonces los detalles que no calzan en la imagen superficial que pueden ser insignificantes pero que por su posición estructural en la escena la desnaturalizan, causando la extrañeza del público o del crítico que visualiza la escena como totalmente inexplicable. Estos significantes puros, es decir, sin un significado que les corresponda, provocan la germinación de un significado metafórico suplementario para ellos mismos y para todos los elementos de la misma situación, aquello que era percibido como ordinario, ahora se reviste de caracteres de extrañeza. Todo parece entonces tener un sentido oculto que el crítico debe interpretar. El horror se internaliza y reposa en la mirada de aquel que "sabe demasiado" que tiene una perspectiva desde "afuera" y que hace un efecto en abismo 7 en el que la acción se reduplica y los significantes adquieren nuevos posibles significados, se ve la puesta bajo otro lente, reflejada en múltiples espejos. Y la superficie teatral revela algo pero es al mismo tiempo engañosa, llena de implicaciones, cargada básicamente de una ambigüedad que no nos permite poner el límite entre la realidad y la imaginación del crítico guiada por el deseo de encontrar una narración que dé sentido a la totalidad de la escena, pero que una vez que comienza es imposible de parar (Žižek 88-91).
En las obras más crípticas la escena tiene un efecto paralizante sobre el espectador y sobre el crítico que necesita tiempo para recuperar el movimiento de la interpretación. Para poder dar una lectura más o menos comprensible, tenemos que dejar de lado la totalidad del significado y poner atención a los detalles. Estos, a su vez, al final nos darán alguna visión que, si bien no es totalizadora, al menos hacen posible entender un cierto sentido que está por debajo de la escena, permitiéndonos establecer alguna conexión entre el contenido manifiesto de la escena o el rompecabezas y su posible significado. La conexión se realiza mediante la captación de coincidencias en algún aspecto no lingüístico - imágenes, sonidos, metáforas visuales, etc. - pero que está estructurado como lenguaje (Žižek 52-55).

 

TEMÁTICAS Y TÉCNICAS
Son muchos y variados los temas que aparecen en las producciones de teatro latinoamericano de la última década. Entre otros están, por ejemplo, la identidad, la libertad individual, la exclusión social, los procesos de adaptación a un nuevo modo de estar en el mundo, la desaparición de la familia y el estado, el miedo individual y social frente a un mundo impredecible, el exilio masivo y la desprotección.
* La identidad de los individuos como un proceso cambiante en el que se exige la aceleración del proceso de adaptación a la constante modificación de las condiciones de supervivencia, condicionada esta por la capacidad de "reciclar" la identidad, y que subraya más el olvido que la memoria. La exclusión como una experiencia siempre presente, cuyo grado depende simplemente de "qué lado de la vidriera nos toque", ligada siempre al consumismo como el ideal social tanto para la integración como para lograr la identidad. Tal como lo expresara Stuart Hall, el "acto fundacional" del mercado es que "disuelve los lazos de sociabilidad y reciprocidad [pues] socava profundamente la naturaleza misma del compromiso y de las obligaciones sociales. (Bauman 39)
* La libertad 8 individual como bien supremo pero que conlleva también la pérdida de sociabilidad que, junto con la lucha por la sobrevivencia a un individualismo despiadado que aparece en la escena en forma del desgarramiento del cuerpo social en la que todas las partes luchan para sobrevivir aunque sea separadas del resto. Esta actitud se manifiesta en la falta de solidaridad que aparece solamente frente a intereses comunes que giran alrededor de causas puntuales que cuando desaparecen, arrastran consigo cualquier rastro de colaboración social (el corralito o las manifestaciones de Blumberg en Argentina, por ejemplo) Más que solidaridad estos fenómenos son alianzas momentáneas interesadas en busca de eventuales fines que al momento interesan a un grupo determinado; la compañía sólo indica coincidencia momentánea, la bondad de la elección, pero no agrega a la agrupación de agentes egocéntricos ninguna cualidad distinta a la de los individuos.9
* La calidad descartable de los individuos; es más importante el mantenimiento de las leyes que apoyen un orden que corra paralelo al "nuevo orden mundial" y que esté caracterizado por la "flexibilidad", "la competencia" y la "eficiencia". Aparece la inseguridad existencial con la consiguiente falta de libertad y de autoafirmación, lo que a la vez implica la no autonomía del sujeto, o sea, la pérdida de su calidad de ciudadano.
* El masivo exilio latinoamericano es un tema que repetidamente aparece, por ejemplo, en los espectáculos ecuatorianos del que "Nuestra Señora de las Nubes" es el mejor ejemplo. Hoy el sentimiento de pertenencia está vacío, la sociedad expulsa a los que no necesita, la familia está, debido a las presiones económicas y a los nuevos modos de vida, en proceso de disolución; el único modo de pertenencia está dado por el consumismo, sobre todo de lo que se ha llamado "bienes posicionales", cuya posesión asigna una determinada posición dentro de la red social ("Cachetazo", "Rebatibles"). La identidad se logra mediante la ropa, el chateo, el pircin, etc. La calidad de vida se mide por la capacidad de consumir; seguir con vida es seguir consumiendo.
* La inseguridad frente a un mundo que no se puede prever ni controlar; la fortuna colectiva, marcada por los vaivenes de la bolsa, la desaparición de los puestos de trabajo, la quiebra de los negocios locales, se parecen cada vez más a las catástrofes naturales en tanto llegan sin aviso y el individuo afectado no puede hacer nada para evitarlas.
Estas temáticas se manifiestan en la escena mediante variedad de técnicas teatrales:
* La inseguridad, la conciencia de la intrascendencia de la propia existencia y la vulnerabilidad social hacen del mundo un espacio opaco e impredecible, características estas últimas que se transportan a los escenarios teatrales en los que no se trazan a veces mapas experienciales ni temporales precisos ni se enuncian juicios definidos. ("Máquina Hamlet").
* La risa, forma audible del miedo, revela la aceptación de la imposibilidad de vencerlo. Es un arma de escape al horror y una forma viable de hacer frente a una realidad de la que no se puede escapar; es una forma de eludir la superproducción del miedo oficial.
* El miedo, se manifiesta en el teatro contemporáneo latinoamericano mediante diversas técnicas espectaculares que varían desde la voz omnisciente sin ubicación precisa que resuena en el escenario - que podríamos considerar la aparición de "lo real" - hasta la deshumanización de los personajes manifestada mediante la pérdida del lenguaje o el destemplamiento de las voces. Una opacidad que mima la opacidad política ("Extinción"), un mundo impenetrable, el nihilismo, la ausencia de previsiones o anticipaciones que puedan ser colocadas en un hilo temporal o causal.
* La aparente indestructibilidad del sistema aparece en escena mediante la represión de aquellos personajes que pretenden cuestionar aquello que es indispensable para el mantenimiento del sistema y se rebelan contra él ("Cachetazo de campo"); otro modo en que el miedo se hace presente en la escena es mediante los actos furtivos y aparentemente ilegales de aquellos que encuentran un modo de sobrevivir al sistema haciéndole trampas ("Rebatibles").
* La visión de un mundo opaco y oscuro, donde es imposible dilucidar la verdad, se transporta a la escena mediante diversas técnicas, por ejemplo, el flashback, ("Crápula Mácula"), la presencia de ruidos o voces extrañas, muchas veces en off, las técnicas cinematográficas que muestran escenas disconexas e incomprensibles ("Máquina Hamlet") y un lenguaje teatral sin coherencia lógica que trae la "presencia" de lo in- pronunciable, de lo obsceno de la extra-escena.
* Al igual que los sueños, las puestas son como rompecabezas de imágenes, de sonidos, de palabras disconexas, que es posible conectar con un sentido, relacionándolas con el texto dramático - proceso que siempre quedará incompleto - pero que es el único modo posible de que el crítico o el espectador pueda encontrar algún sentido en ellas (Žižek 51).
* La temporalidad de la escena es también manejada con frecuencia, de forma singular. No hay lapsos que basen su significado en la anticipación de futuros segmentos del continuo temporal. Ahora se espera que los fragmentos adquieran sentido según las conexiones más intuitivas que lógicas que el espectador realice desde la platea. No hay necesariamente una progresión lógica y, por ello, son muchas veces intercambiables en el continuo temporal. Frecuentemente es posible extraer sentido de los fragmentos mismos, sin necesidad de que ellos formen parte de la cadena de posibles significantes.
* Las técnicas propias del teatro "distópico" - aquel que presenta el lado negativo de las utopías conseguidas, en las que se examina críticamente las condiciones existenciales y los abusos potenciales que pueden resultar de una institución perteneciente a alternativas utópicas. Es una advertencia de las posibles consecuencias negativas, que se sirve en la escena teatral de la fragmentación, la ambigüedad, la mistificación, la presencia del mito y la desfamiliarización.
* Muchos de los espectáculos consisten en fragmentos episódicos, con una logicidad que sólo se explica como la respuesta racional a la "política económica de la incertidumbre" (Bauman 182).
* Personajes en los que se manifiesta la imposibilidad de acción; ellos no pueden desarticular órdenes - que no están visibles ni son posibles de comprender - ni proponer estructuras alternativas defensivas. La inacción escenifica la incertidumbre que reemplaza la autoridad coercitiva de la ley, puesto que genera una pasividad que es suficiente para someter a los personajes/individuos a los poderes ocultos que manipulan la realidad. La inmovilidad y pasividad, despliega la auto-coerción, la aceptación de la rutina, la deshumanización como natural, la ruptura de las relaciones como normal.10
* Las escenas, personajes, luces, vacíos - objetos de la ficción teatral - usualmente actúan sobre nosotros, además de por sus propiedades, por el lugar que ocupan en la estructura. Como en algunas de estas producciones ha desaparecido la conexión entre causa y efecto, tenemos secuencias sin legalidad alguna, y es difícil descifrar el sentido de la escena cuya narrativa - si así puede llamarse - consiste más en una sucesión de intensidades que en una historia que respete la conexión causal.
* Una voz que no está anclada en ningún lugar específico o sonidos que no tienen una causa identificable. Esto es lo que Michel Chion llamó la "voix acoustomatique" no atribuibles a ningún sujeto y que permanece en un no lugar, un espacio indefinido, y suena como una voz implacable que, aunque por momentos sea parte de la realidad diegética, tiene un efecto amenazante que está al acecho.
* La presencia de lo obsceno que descubre la intimidad de los personajes/seres de la escena, aquello que sostiene su identidad, cuando descubren demasiado de sí mismos; ante ello, el espectador siente vergüenza.
Estos temas y sus técnicas teatrales atestiguan sobre la imposibilidad de narrar en una forma lineal y realista. Tales técnicas son el resultado de la imposibilidad de ubicar el "destino" como parte de una totalidad histórica orgánica. La "política de la incertidumbre" - inseguridad, lo inesperado - más la influencia posmodernista que predicó el fin de las totalidades y su "desaparición" como efecto del mercado y de la política global, dan como resultado esta "estética de la incertidumbre". Ella atestigua la imposibilidad de comprender, de prever y de seguir una serie de acciones que lleven a un fin previsto, a lo que se añade la ausencia de un proyecto político futuro.
Por supuesto que esta lectura contextualizada e intencionalmente política descansa en presupuestos filosóficos, políticos e históricos. Elijo hacer esta lectura y no otra, porque creo que el teatro como producto social y cultural solamente alcanza su total significación si se sobredimensiona su carácter de producto cultural y como tal, su capacidad de revelar nuevos imaginarios sociales y colectivos, nuevos modos de percibir el mundo contemporáneo. Creo, además, que sus productores hablan - no necesariamente de manera intencional - no solamente desde su calidad de individuos, sino como sujetos sociales representantes de sectores sociales y políticos más amplios, y todo ello hace del teatro un importante depósito de la sensibilidad social, útil para reflexionar y descubrir aspectos de los conflictos sociales y políticos que no siempre salen a la superficie en otros ámbitos.

 

BIBLIOGRAFÍA

Adorno, Theodor W. y Max Horkheimer. Dialects of Enlightenment. Londres, Verso, 1979.
Bauman, Zygmunt. En busca de la política. Argentina, Fondo de Cultura Económica, 1999.
Dikec, Mustafa. "Space, Politics and the Political", en Environment and Planning: Society and Space 2005 23 (2) April 159-316.
Grüner, Eduardo. El fin de las pequeñas historias. De los estudios culturales al retorno (imposible) de lo trágico. Argentina, Editorial Paidós, 2002.
Roig, Arturo Andrés. Proceso civilizatorio y ejercicio utópico en nuestra América. Puerto Rico, Editorial Fundación Universidad Nacional de San Juan, 1995.
Vidal, Hernán. Crítica literaria como defensa de los derechos humanos: Cuestión teórica. Newark, Delaware, Juan de la Cuesta, 1994.
Žižek, Slavoj. Looking Awry. An Introduction to Jacques Lacan Through Popular Culture. Cambridge, Massachusetts, Mit Press, London, England, 1992.

 

NOTAS

1 En muchos casos, la temática misma de los espectáculos tiene estrecha relación con las consecuencias de la globalización. Por ejemplo, aparecen temas como el exilio y la emigración ("Nuestra Señora de las Nubes", Malayerba, Ecuador), la marginalidad, la exclusión o incluso propuestas en que la pregunta por el (sin) sentido es central al espectáculo, en cuanto sus personajes han perdido el sentido de trascendencia ("No me toquen ese vals", Yuyachkani, Perú); el desempleo, la búsqueda de pertenencia e identidad ("Cachetazo de campo", La Rural, Argentina) y la desprotección del ciudadano perdido en un mundo que siente ajeno e indiferente y del que es desplazado constantemente junto con la pérdida de la sociabilidad (" Rebatibles", Norman Briski, Argentina y "1500 metros bajo el nivel de Jack", La Rural, Argentina). Al respecto Bauman usa la metáfora del iceberg contra el que la nave choca sin poder evitarlo. Nos están esperando sin que lo sepamos, dice. Estos son el iceberg financiero (especulación, ganancias, acciones sobrevaluadas); el iceberg nuclear (el peligro de un ataque nuclear); el iceberg ecológico (la temperatura global, el volumen de dióxido de carbono) y el iceberg social (tres billones de hombres y mujeres prescindibles en el lapso de la generación actual. Los políticos, dice Bauman, "no pueden hacer nada porque no tienen el timón del barco que navega a toda velocidad" (179-180). La escena transparenta esta vulnerabilidad y causa así el desconcierto y la incomodidad del espectador que no alcanza a comprender de manera inmediata y racionalmente las sensaciones que lo invaden. Volver
2 Tal como se discutió anteriormente, la lógica dominante se enfrenta gracias a la "crítica reguladora" y se desconoce su necesidad gracias a la liberación del "determinismo legal"; las dos cosas implican la crítica al sistema y la apertura de la posibilidad de cambio en el futuro. Volver
3 Este es el caso, por ejemplo, de "Nuestra Señora de las Nubes", que denuncia la exclusión política y económica, que escenifica la "otredad" del inmigrante o de "Cachetazo de Campo", de Federico León, en la exposición de los cuerpos desnudos inmóviles frente a los espectadores, cuerpos que sintetizan el "instante político", en cuanto ellos condensan el despojo sufrido por la clase media, señalan el sistema causante de la situación y muestran la inmovilidad frente al Otro, el mercado - el nuevo dios contemporáneo - que rige las vidas de los ciudadanos. Volver
4 Correlativamente a esto es interesante notar cómo la presencia en gran escala de la indigencia en las calles de Buenos Aires parece a los más jóvenes parte del paisaje urbano normal; ellos se han familiarizado con una visión que para los que vivieron años anteriores en Buenos Aires, resulta completamente "anormal". (Conversación con Paula Simkin). La pobreza negada, ignorada o vista como algo natural o transitorio se integra en el universo simbólico en una variedad de formas: "es así y es lo mismo"o "no estoy dispuesto a integrarla" o es posible "tomarla como una respuesta de lo real, un signo con un mensaje" ( Žižek 34-35). Volver
5 Terry Eagleton en "Las ilusiones del posmodernismo" (capítulo 1) ha afirmado que lo primero que enmascara la filosofía contemporánea, especialmente la posmoderna, es el capitalismo como totalidad opresora, mediante la afirmación de la no existencia de totalidades. Volver
6 La agenda actual es rígida y coercitiva pero no es políticamente establecida. Las presiones del mercado reemplazan a la legislación política para el establecimiento de una agenda que surge como efecto ulterior o lateral del movimiento del mercado, que eventualmente se "naturaliza" A ello se debe que los criterios de razón y racionalidad de acción del pasado para guiar las decisiones institucionales no puedan aplicarse a la agenda de opciones que surge del movimiento del mercado. El código de elección se limita a una serie de objetos de consumo cuya adquisición es el único referente de una vida exitosa y válida. (Bauman 83-85). Volver
7 A veces se usa directamente en francés esta expresión: "mise en abîme". Significa el procedimiento mediante el cual la obra de arte aloja en su interior algún tipo de reproducción de sí misma, se comenta a sí misma: el teatro dentro del teatro sería un caso de mise en abîme. (Nota de la Ed.) Volver
8 La libertad está concebida de manera completamente distinta a como la concebía la modernidad. La libertad real se daba solamente dentro de la colectividad humana. Hoy tenemos solamente una "libertad negativa" ( Isaiah Berlin), es decir, libertad para no interferir en el mercado o en palabras de Bauman: "La libertad que [...] se explica como la ausencia de restricciones impuestas por una autoridad política" (Bauman, 80). Volver
9 "Los individuos son reducidos a una mera secuencia de experiencias instantáneas que no dejan rastros, o si los dejan, son rastros aborrecibles por ser irracionales, superfluos y 'sobrepasantes en el sentido literal' " (Adorno y Horkheimer, 123). Volver
10 A diferencia del teatro postdictadura en el que el dictador o alguna metáfora del autoritarismo estaba siempre presente y explicaba la imposibilidad de actuar de los personajes. Ahora, para lograr sumisión a los poderes ocultos que manejan la realidad, ya no hace falta la coerción legal, ni la figura autoritaria. Volver

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