Sumario

Editorial

Cuarenta años
del Odin Teatret

Hacer teatro hoy

La escena
iberoamericana

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VENEZUELA. EL TRABAJO CULTURAL ES RENTABLE

por Isaac Chocrón

 

Si mi título tiene visos utópicos, basta reseñar la historia de algunas prominentes instituciones culturales venezolanas de los últimos cincuenta años, cuya permanencia y éxitos se debieron a enfrentar su trabajo como un reto a la credibilidad del mismo. Desde que cada una inició su gestión, tenía claro su propósito, su dimensión y su manejo de los recursos económicos que captara para mantener un sano presupuesto.
En la Caracas de la década de los cincuenta, la actriz Juana Sujo inauguró su teatro “Los Caobos” en el edificio Polar de la Plaza Venezuela y antes de abrir sus puertas, ya contaba con el apoyo de una Sociedad de Amigos que se abonaron a comprar dos asientos para la primera temporada que constaba de tres producciones. Con incansable energía recaudaba contribuciones de empresas privadas, bien en efectivo, o más frecuentemente, en donaciones de telas, zapatos, pinturas y cualquier otra cosa que requiriese cada producción. Organizó el sistema de cooperativa entre los actores y demás artistas participantes quienes en vez de recibir sueldos fijos, obtenían su remuneración por porcentaje de acuerdo a la importancia de su trabajo.
En la década de los sesenta, surgieron otras dos instituciones teatrales, “El Nuevo Grupo” y “Rajatabla”, que continuaron con la obtención de recursos mediante diversas estrategias. “El Nuevo Grupo”, el cual tuve el privilegio de fundar junto con cinco otros colegas de la profesión, se constituyó con dos Juntas: una Directiva que tenía a su cargo la selección y ejecución de la programación, y una de Promoción, integrada por personalidades identificadas con sus objetivos: “presentar el mejor teatro de texto tanto internacional como nacional y en este sentido, promover la nueva dramaturgia”.Dicha Junta de Promoción retomó la costumbre de Juana Sujo de captar el mayor número de simpatizantes, pero ahora con la modalidad de que sus aportes fuesen de cantidades fijas, bien mensual, semestral o anual. Implantó asismismo la alternativa de “Patrocinante” cuando una empresa específica asumía los costos de producción de un montaje (como sucedió con dos de mis piezas: “Asia y el Lejano Oriente”, financiada por Pinturas Montana, y “O.K:”, por Leche Silsa). A tal fin, la Junta de Promoción logró con el Ministerio de Hacienda que tal aporte fuese deducido del Impuesto sobre la Renta del benefactor, por cuanto “El Nuevo Grupo” estaba registrado como una Asociación Civl sin fines de lucro. Lógicamente, la política de patrocinio que se llevó a cabo resultó atractiva por cuanto recibían por su donación un beneficio igualmente pecuniario.
La deducción de Impuesto sobre la Renta para donaciones a instituciones sin fines de lucro, fue una característica ventajosa para lograr el éxito de la Compañía Nacional de Teatro, de la cual fui su Fundador y Primer Director a partir de 1984 por los próximos ocho años. En esta oportunidad, vale la pena citar el oficio que le envió el Ministerio de Hacienda: “para que pueda participar a las empresas privadas que le hagan donativos en dinero, que los mismos podrán ser deducidos a los efectos de la Ley de Impuestos sobre la Renta, mediante un Contrato de Donación”.
La temporada inaugural de la Compañía presentó cuatro producciones, cada una de las cuales fue patrocinada por una empresa privada y ya durante la segunda temporada anunciaba en sus programas de mano dos listas: una de 14 Miembros Honorarios y otra de 17 Miembros Patrocinantes. Adicionalmente, la Compañía instituyó desde sus comienzos una Sociedad de Amigos que llegó a sobrepasar los mil miembros, todos los cuales recibían a cambio de su donación, dos entradas para cada producción. La política de captación de fondos de la Compañía no fue una anomalía sino por el contrario, la tendencia general de muchas otras instituciones teatrales. Parecía que al fin se habían dado cuenta de las ventajas que significaban los patrocinios privados, siendo la más predominante la relativa dependencia de los subsidios gubernamentales, siempre sujetos a las preferencias de los funcionarios de turno. Quienes dedicaron esfuerzos a lograr patrocinios privados, aseguraron su supervivencia cuando comenzaron los recortes e irregularidades en las cancelaciones de los subsidios que se otorgaban.
Mediante la captación de fondos de Patrocinantes y de Sociedades de Amigos es que funcionan las instituciones culturales en los centros más importantes del mundo. Al respecto, vale la pena citar a Javier Stanziola en su libro “Arts, Government and Community Revitalization” (Ashgate Publishing Ltd., Inglaterra; 1999; pag. 25) donde señala que de acuerdo a un estimado del International Events Group, compañía que enumera los patrocinios corporativos en los Estados Unidos, aproximadamente 6.8 billones de dólares estuvieron disponibles en 1998 para patrocinar eventos artísticos o caritativos, todo bajo el credo de que las Artes son bienes públicos y también Bienes Meritorios.
Tan prestigioso y sofisticado se ha vuelto todo este mercadeo a favor de las artes que la Escuela de Estudios Profesionales de la Universidad de Nueva York ofrece en su “Centro para la Filantropía” un programa con certificado en la “Administración de Filantropía y Captación de Fondos, Mercadeo y Tecnología” argumentando en su publicidad que “La ciudad de Nueva York siempre ha sido la sede y la inspiración para los ejemplos más importantes de filantropía educacional, social y artística”. El Centro ofrece una variedad de cursos y programas con certificados para desarrollar técnicas eficientes de los profesionales en captación de fondos así como aquellos que deseen entrar en este campo de trabajo.
“Pasarán más de mil años, muchos más”, como dice la canción, para que en nuestro país se llegue a los niveles de mercadeo del International Events Group, o para que estudiantes nuestros obtengan certificados del Centro de New York University, pero bien valdría familiarizarse con algunas de sus técnicas de acercamiento y captación. La más frecuente es concentrar todos los esfuerzos bajo el liderazgo de un productor profesional, no esa figura que se limita a supervisar la realización de escenografía y vestuario o montaje de una exposición, una vez que le han asignado el presupuesto. El productor verdadero es quien elabora dicho presupuesto y busca los recursos para cumplir con todas las instancias de dicho proyecto.
Lo conveniente es que el productor sepa igualmente promover ingresos adicionales a los que se hayan conseguido a través de patrocinantes, estableciendo sistemas de subscripciones o abonos, venta de funciones a instituciones benéficas, realización de mesas redondas discutiendo la producción porque ellas incitan la afluencia de público , y en fin, cualquier tipo de mercadeo que le asegure el menor déficit antes de que se estrene la producción. Su éxito dependerá obviamente y en primer lugar, de la credibilidad que suscite el montaje o la institución que lo produce. Esa credibilidad surge de un perfil definido y concreto, de ventajas que se le ofrezcan a un público fiel, y si posible, de un lugar fijo donde se presenten los montajes que se lleven a cabo.
Pocas son las instituciones artísticas que visiblemente han ido influenciando un desarrollo positivo para nuestro país. Hay unanimidad de criterio en señalar como evidente protagonista al Sistema de Orquestas Infantiles y Juveniles, que sigue extendiendo su tarea pedagógica con cada vez mayor vitalidad. Si bien crea músicos competentes, les crea simultáneamente el compromiso de una responsabilidad cívica. José Antonio Abreu, su fundador, se empeña en refinar este apostolado al cual ha comprometido su vida. De su fé en el Sistema que ha creado, surge su éxito.
Un ejemplo más reciente de la rentabilidad de actividades culturales, es el espacio llamado Trasnocho, en el Centro Comercial Las Mercedes de Caracas. Suerte de supermercado artístico porque ofrece teatro, cine, exposiciones, librería, discoteca, restaurant y ventas de chucherías. Proporciona, asimismo, estacionamiento y vigilancia, asegurándole a los usuarios la ausencia de delincuencia.
La presencia del productor profesional en los eventos artísticos venezolanos , disminuirá la dependencia de ellos hacia el sector oficial. Si ésta aparece, bienvenida sea, pero si desaparece o se esconde, no cancelará una producción. Aunque la palabra “negocio” ofende a muchos, la actividad cultural si quiere perfeccionar sus características positivas, debe comenzar a planterse su actividad como tal. No se irá muy lejos, insistiendo en que “por amor al arte” se hace cultura. Si el público es quien decide el éxito, hay que aumentar su asistencia.


Ponencia presentada en el II Congreso de Cultura y Extensión, organizado por la Dirección de Cultura de la Universidad de Oriente celebrado en su Núcleo de Nueva Esparta. Sábado 13 de Noviembre de 2004

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