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PUERTO RICO. CÓMO (RE)ENCARNAR UNA VIDA DE "SALSA" EN EL TEATRO

Entrevista con Sully Díaz sobre su actuación en "La Lupe"
Rosalina Perales
Universidad de Puerto Rico


En los escenarios, La Lupe fue más teatral que Celia Cruz, su competencia más cercana. Su voz excepcional, versátil para la salsa y el bolero, particularmente inconfundible, iba adornada de un derroche de energía y teatralidad. ¿Quién no recuerda éxitos como "Teatro", "¿Qué te pedí?", "Adiós" o "Tito Puente la botó?" ¿Quién puede olvidar los gemidos desgarradores de la "Yiyiyi" (¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!), mientras lanzaba los zapatos al aire y se "desensortijaba" en desbocado frenesí? Era La Lupe (María Guadalupe Yoli Raymond), el torbellino cubano que nunca dejaba igual al que la escuchaba, "La Reina". Con estos datos, ¿cómo resistir la tentación de hacer un espectáculo musical inolvidable?
Miriam Colón, fundadora y directora del Teatro Rodante Puertorriqueño de Nueva York (Puerto Rican Traveling Theatre) vislumbró las posibilidades dramáticas de la vida trágica de la Lupe, una de las más cotizadas voces del exilio cubano en los setentas, y se lanzó a la tarea de teatralizarla. Contrató a Carmen Rivera, una dramaturga puertorriqueña radicada en Nueva York, para que le escribiera un libreto biográfico sobre La Lupe, donde se pudieran insertar sus canciones. El resultado, a nuestro juicio, prematuro y muy extenso, fue "La Lupe: mi vida, mi destino". Ya como director designado, Luis Caballero se lanzó a la búsqueda de una buena actriz, que también cantara; alguien que pudiera encarnar a la compleja cantante. Es así como llegamos hasta la polifacética actriz puertorriqueña Sully Díaz, quien se posesionó del espíritu histriónico-musical de la diva salsera y se convirtió en La Lupe.

 

Los musicales, es decir, el teatro musicalizado norteamericano, le ha abierto la puerta al teatro latino, en el caso del caribeño, a través de la música de salsa. "The Capeman", la primera gran producción norteamericana de un musical de salsa en Broadway, resultó un fracaso de crítica, pero mostró las posibilidades del género para caracterizar un gran sector del mundo latino, y más, para atraer al latino como público al teatro preferido de los norteamericanos: el musical. En 1999 el veterano director puertorriqueño Pablo Cabrera llevó a escena en Nueva York la primera obra puertorriqueña de teatro musical realizada, aunque en inglés, totalmente por talento puertorriqueño: "¿Quién mató a Héctor Lavoe?", de la que realizó 392 funciones. Cabrera había alquilado la sala del Puerto Rican Traveling Theatre,ubicada en el centro de Broadway, entre musicales legendarios como "El fantasma de la Opera", "Chicago" o "The Lion King". El éxito fue tal que tras muchos meses de público continuo, el Puerto Rican Traveling Theatre reclamó su sala, por lo que hubo que cancelar el espectáculo. No cerró por falta de público, sino por falta de espacio. Ante la sorpresa del éxito del musical, la Directora del Puerto Rican Traveling Theatre, Miriam Colón, en su carácter de empresaria se dio a la tarea de producir un espectáculo parecido. El éxito fue rotundo; tanto o más que la obra de Cabrera. El musical, sin embargo, tuvo una historia azarosa que lo llevó a concluir tras cuatro meses de llenos totales. Para indagar más detalles sobre este espectáculo, nos comunicamos con la "encaranación" de La Lupe, la actriz Sully Díaz, quien conversó extensamente sobre el proyecto y su experiencia en el mismo.

 

UNA ACTRIZ SE TRANSFORMA: ENTREVISTA CON SULLY DÍAZ

Sully Díaz es una actriz puertorriqueña de larga trayectoria en el teatro y la televisión, tanto en Puerto Rico, como en Estados Unidos. En sus inicios, protagonizó exitosas telenovelas, pero al desaparecer la producción de este tipo de programas en el país, se dedicó más al teatro. Vivió y trabajó por varios años en Los Angeles, donde participó de diversas series populares de televisión y en teatro, destacándose en el género del "stand up comedy" (unipersonales humorísticos). Se trasladó a Miami,lugar que ha compartido hasta ahora con continuas estadías en Puerto Rico, donde trabaja constantemente.

 

RP: ¿Cómo te enteraste del proyecto sobre La Lupe?
SD: Había trabajado con Luis Caballero, el director del Musical, hacía algunos años. Nuestra relación de trabajo había sido excelente, llena de creatividad, lo que nos llevó a una gran amistad. Yo estaba viviendo en Miami cuando Luis me llamó para informarme del proyecto e invitarme a las audiciones.


RP: Tu tipo es muy diferente al de La Lupe y no te conocíamos como cantante, ¿crees que ya había pensado en ti para el papel?
SD: Sí. El sabía que yo cantaba, pues tengo preparación en esa disciplina, aunque no había sido necesario valerme de ella en mis otros trabajos; pero Luis, sobre todo me vio como La Lupe mujer; La Lupe persona, quien, aunque de un fisico diferente al mío, de carácter fuerte y bastante difícil, tuvo un gran corazón, una sensibilidad y un sentido del humor incomparanbles. La Lupe era única, pero Luis la vio en mí.


RP: ¿Con qué competencia te encontraste en las audiciones? ¿Cómo te fue? ¿Cómo te sentiste?
SD: Las audiciones fueron muy concurridas. Ignoro por qué razón no me sentí nerviosa, porque me interesaba mucho el papel. Creo que el espíritu de la cantante ya estaba conmigo porque llegué con gran seguridad. Tenía tanto interés en el papel que además del monólogo que pedían, llegué vestida de La Lupe y con una canción preparada. [¿Qué te pedi?] Desde niña la admiraba porque mi mamá la oyó siempre y ya sabía cómo se vestía; la peluca que usaba siempre ... Ella no se quitaba las prendas en las canciones suaves, pero yo lo hice para mostrar lo que quería hacer con el personaje en la obra. Cuando obtuve el papel, ya me había estudiado la voz y los ritmos. El espectáculo incluyó catorce canciones que correspondían al momento biográfico que se estaba presentando. No todas son canciones super-populares, pero sí [son] conocidas por sus seguidores. Los ensayos duraron tres semanas. La obra duró cuatro meses.


RP: ¿Fue entonces que empezaron los problemas?
SD: Sí. La productora de la obra, Miriam Colón, negó los derechos de autor a la dramaturga, Carmen Rivera, debido a que ella [le] comisionó la obra. Rivera la demandó por derechos de autor y la obra se suspendió, mientras se solucionaba el conflicto. Pero pasaban los meses y la Corte no finalizaba el caso, así que me deseperé porque necesitaba un ingreso. Traté de pedir autorización [los derechos] a Carmen para producir la obra en Puerto Rico, con mi esposo, pero no accedió. Cuando mi situación no aguantaba más, regresamos a Puerto Rico. Mi esposo escribió otro libreto que llamamos "La Reina: La Lupe" (2002), que incluía también catorce canciones, pero diferentes a las de la obra original. Este libreto era diferente del otro porque era menos hablado y más cantado. Se cantaban las canciones completas.


RP: Es cierto. Recuerdo que los diálogos eran breves y que no recogía toda la vida de La Lupe, sino algunos momentos importantes, tristes o felices.
SD: El texto original de Carmen [quien ganó su caso de derechos de autor] era una biografía con música. Se hablaba de su fama, de sus problemas con las drogas [yo lo recuerdo muy indirectamente], de los conflictos con la gente que trabajaba con ella, de sus fracasos... Nosotros lo que quisimos fue destacar la grandeza interna y externa de la cantante. Las canciones responden a momentos importantes o de cambio en su vida interior, reflejados con música. Es un paralelismo.


RP: Y con mucho humor. De lo que me gustó más del libreto y de tu trabajo histriónico-actoral, fueron esas transiciones rápidas entre el pathos y el humor, entre el drama y la canción, que no era más que una dramatización, aunque se tratara de música movida como la salsa.
SD: La Lupe era teatral. Su vida fue dolorosa, a pesar del gran talento vocal y de que todo lo que sentía lo expresaba en la emoción de sus canciones. El trabajo corporal en sus espectáculos dejaba hasta al público agotado.


RP: El humor era parte de su personalidad; era un humor franco, rápido, que caracterizaba al caribeño de pueblo.
SD: Su humor le permitía comunicarse con su público, acercarse a ellos. La salsa, el bolero y otros ritmos del Caribe fueron de su dominio. Al final de su vida se hizo religiosa, pero estoy segura de que nunca dejó de cantar porque como decía con frecuencia: "Yo vivo para cantar".


RP: Es decir, canto, ergo existo.
SD: [Risa] De las partes que más me emocionaron de la obra de Carmen [Rivera] por su poesía, fue su despedida de la vida porque ni allí abandonó su espíritu teatral. Cuando la enfermera la empezó a preparar para "el momento" [final] le pidió que no le quitara la peluca porque esa era "su corona". Así se apagó.


RP: "Que triste fue ese adiós" que todavía rencarnas en los teatros de Nueva York, Miami, Puerto Rico, los escenarios de la "La Reina". Cuando Miriam Colón volvió a montar la obra, lo hizo con otra actriz. ¿Cómo le fue? ¿No te dolió que no te llamaran?
SD: La actriz que tomó el papel es excelente y no lo hizo mal. Pero el público ya se había identificado con mi trabajo y no respondió igual. Este montaje duró muy poco. Sí me dolió que no me llamaran, pero sabía que Miriam [Colón] no lo iba a hacer porque se molestó por mi segundo trabajo de La Lupe y todavia no hemos arreglado esa situación. Yo lo siento muchísimo porque la quiero y la respeto como a una madre. A ella le debo mucho. Me dio la oportunidad de hacer el papel de mi vida, de triunfar en New York. Me recibió en su casa. Me enseñó. Pero los artistas tenemos que trabajar. Ese es nuestro medio de vida; de ahí depende nuestro sustento. Las oportunidades no llegan muchas veces, cuando llegan hay que aprovecharlas.


RP: La única crítica negativa que escuché de los dos espectáculos fue en torno al maquillaje "de negra" que utilizaste. ¿Te molestó?
SD: Nunca me pinté de negra como dicen algunas críticas. El maquillaje de la cara se oscureció y usé medias más oscuras que mi piel. Yo no era La Lupe. Usé todos los medios a mi alcance para proyectarla y creo que sí me posesioné de su espíritu. Ella fue una creyente de la Santería por mucho tiempo y aunque yo no creo en eso, de alguna manera la sentía conmigo; la escuchaba decirme como tenía que hacer las cosas, la escuchaba y la sentía como presencia durante mi trabajo. El teatro no es una identifición física, sino espiritual. Yo sentía que una vez en escena ella guiaba mi trabajo. El maquillaje fue solamente una parte de esa ilusión que queríamos trasmitir. Nunca lo hicimos para criticar su negritud. En el Caribe todos somos negros de alguna manera. [El que no tiene dinga, tiene mandinga, decía el Poeta...]


RP: ¿Volverías a interpretarla?
AD: ¡Claro! Este ha sido el papel más importante de mi vida. Me identifico con él. Lo disfruto. En él he tenido que poner lo máximo de mis capacidades artísticas. Todo el esfuerzo valió la pena porque en los dos "shows" [obras] en que la he interpretado hemos tenido llenos totales siempre que se han apresentado. Hasta ahora no lo hemos llevado fuera de Puerto Rico y Estados Unidos, pero me gustaría llevarlo a otros países. Todo es posible. La Lupe y yo seguimos esperando.

 

El sociólogo de la música puertorriqueña, Angel Quintero, habla en su ibro "Salsa y control" de "las contribuciones del Caribe a la alegría del mundo". En el Caribe, según él, "antes del verbo fue el tambor" y la salsa no es más que el resultado de muchos tipos de música caribeñas y negras. Esta música, diferente a la música clásica que busca una posibilidad, busca la identificación con el mundo real, tanto en la letra a como en el ritmo; trabaja como medio de construcción. Cuando se usa en el teatro, música e intriga se conectan. En este tipo de teatro, el interés mayor no está en la narratividad o en los significantes del espectáculo, sino en la música, en los ritmos y letras reconocibles, cargados de nostalgia.
Lo importante de estos trabajos es mostrar los sentimientos de los personajes, su raza, su identidad, a través de la música. O como dice el crítico Alberto Sandoval: "el teatro opera como una práctica de la memoria, un espacio performativo, donde se preserva la memoria cultural, donde se reinterpreta o se reinventa." (196). Este es el caso del teatro de ritmos latinoamericanos como el tango, la salsa, el bolero o la ranchera, erza empieza a abrirse camino en sus países de origen, en Broadway y, por qué no, en el mundo. Mientras tanto, "La Lupe" y Sully Díaz se mantienen espiritual y teatralmente conectadas, listas para la próxima función.

 

Bibliografía mínima

Sandoval, Alberto. José, Can You See? (Latinos in Off Broadway). Wisconsin: The University of Wisconsin Press, 1999.
Quintero, Angel. Salsa y control. (Sociología de la música tropical). II edición. México: Siglo XXI Editores, 1999.
Entrevista con Sully Díaz (San Juan, Puerto Rico, diciembre de 2004)
Entrevista con Pablo Cabrera (Nueva York, noviembre de 2003)

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