DESPEDIDAS
NUESTRO ADIÓS A JORGE PETRAGLIA
Olga Cosentino
En
la madrugada del domingo 14 de marzo, como consecuencia de un cuadro
de hipertensión, murió Jorge Petraglia en la clínica
de la Asociación Argentina de Actores, donde había
sido internado el sábado.
Representante de una de las
vanguardias teatrales más ricas y polémicas del siglo
XX en la Argentina, había nacido en Buenos Aires en 1927.
Aunque se había graduado como arquitecto, lo suyo fue siempre
el teatro.Lo supo —solía contar en los reportajes—
desde que, a los cuatro años, fue con sus padres por primera
vez al Teatro Colón, a ver una versión de "Falstaff".
"Recuerdo absolutamente todo, desde el reparto, que incluía
a Salvatore Baccaloni, Anita Flaisher e Isabel Marengo, hasta el
director de orquesta, que era Héctor Panizza", repasaba
memorioso en un reportaje de 1997. A tal punto la vocación
teatral fue en Petraglia una certeza desde el principio, que ya
en 1949, siendo todavía estudiante, fundó junto a
Leal Rey y Roberto Villanueva el Teatro Universitario de Arquitectura.
Por la misma época y empujado por la misma convicción,
buscó y obtuvo un papel en la prestigiosa compañía
francesa de Jean-Louis Barrault y Madeleine Renaud que visitaba
la Argentina. Fue un debut profesional con proyección internacional.
Todavía conservaba los rasgos de la adolescencia reciente
pero le tocó encarnar a un anciano en "El proceso",
de Kafka, con adaptación de André Gide. La composición
de personajes mayores que su edad real iba a definir casi su perfil
actoral de Petraglia a lo largo de su carrera. Su expresividad facial
y, sobre todo, su fina percepción de las actitudes físicas
y psicológicas que reclama cada personaje hacía que
se pensara en él a la hora de componer alguna criatura de
particular complejidad.
Su debut como director fue en
1952, con "Edipo rey" y "Antígona", de
Jean Cocteau. Pero la obra con la que Petraglia se convirtió
en bisagra de una de las más trascendentes rupturas estéticas
fue "Esperando a Godot", que montó en 1956, apenas
dos años después que se estrenara en París.
La controversia y los debates enfrentaron el tradicional costumbrismo
de la escena criolla con una nueva poética que se atrevía
al absurdo en el intento de procesar el estupor de la humanidad
frente a experiencias del pasado reciente como el Holocausto o como
Hiroshima y Nagashaki. Después de la vital y turbulenta introducción
de Beckett en la Argentina, Petraglia pasó a ser un experto
en el autor francoirlandés. Llevó a escena, entre
otros, "Los días felices" (donde dirigió
a Luisa Vehil), "Krapp o la última cinta magnética"
y "Cenizas".
Descubrió, montó
y frecuentó en el trato personal al inglés Harold
Pinter, de quien en 1962 llevó a escena el estreno mundial
de "El cuidador" y más adelante, "El montaplatos",
"Los enanos" o "Viejos tiempos", entre otras.
En 1959 dirigió por primera vez a Delia Garcés en
"El octavo día", de Alberto de Zavalía,
y quedó prendado de la entrega interpretativa de la actriz,
a quien volvió a dirigir en "Santa Juana", de Bernard
Shaw, y en una gloriosa versión de "El jardín
de los cerezos", de Antón Chéjov, donde también
actuó.
Pero a Jorge Petraglia se le
debe mucho más que la introducción —como traductor,
adaptador, actor y director— de los grandes textos universales
del teatro moderno. En el Instituto Di Tella, dio a conocer a Griselda
Gambaro, acaso el talento más exquisito de la renovación
de nuestra literatura dramática. A "El desatino",
estrenado en 1965, le siguieron, entre otros, "Los siameses",
"Nada que ver" y "Decir sí".
Fue becado para perfeccionarse
en Francia y en Inglaterra y obtuvo decenas de premios como actor
y director, en el país y el extranjero. Como regisseur, fue
responsable del estreno mundial de "Don Rodrigo", de Ginastera,
en el Colón, donde también dirigió "El
retablo de Maese Pedro", de Manuel de Falla o "La hora
española", de Ravel. En el Teatro Argentino de La Plata
condujo las regies de "Nabucco", de Verdi y de "Don
Giovanni", de Mozart, entre otras incursiones en la lírica.
En Teatro Abierto protagonizó
la premiada "Concierto de aniversario", y actuó
también en la segunda versión de esa pieza de Eduardo
Rovner, que con el título de "Cuarteto" subió
a escena años más tarde en el Teatro San Martín.
Varias puestas memorables del complejo teatral oficial se prestigiaron
con su participación, como "Madera de reyes", de
Henrik Ibsen, dirigida por Augusto Fernandes, o "El jardín
de los cerezos", con dirección de Agustín Alezzo.
También allí, en descollante interpretación,
tradujo en 1997 la agonía del filósofo en "Los
últimos días de Emmanuel Kant contados por E.T.Hoffmann",
con dirección de Juan Carlos Gené. Dos años
más tarde integró el elenco de "Rompiendo códigos",
de Hugh Whitemore.
Ricardo Monti, Valle Inclán,
Lope de Vega, Jean Anouilh, Henrik Ibsen o Fedor Dostoievski son
sólo algunos de los autores que llevó a escena. Dirigió
la Comedia Nacional Cordobesa, hizo puestas para televisión
y su labor como docente de actuación y puesta en escena en
instituciones oficiales y privadas dejó una huella fundamental
en varias generaciones de teatristas.
Pero más que el indiscutible
talento para un oficio que desde siempre supo que le pertenecía,
la marca que identificó en vida a Jorge Petraglia fue la
de una infrecuente nobleza profesional y artística. La misma
que lo mantuvo al margen de los beneficios y, sobre todo, de los
costos que implica ubicarse afanosamente en la zona más iluminada
del tablado de la vida.
Publicado en el Diario Clarín
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