HACER TEATRO HOY. URUGUAY
TEATRO Y MUJER, TRAGICOMEDIA EN TRES ACTOS: PENSAMIENTO, EMOCIÓN Y MARKETING

Raquel Diana

 

A fines del 2003 se realizó en Montevideo el Primer Encuentro de Literatura Uruguaya de Mujeres. Fue de verdad un encuentro y fue hermoso. Estas fueron mis palabras.

Una leve angustia, matizada curiosamente por algo risueño, fue lo que sentí cuando me sorprendí a mí misma pretendiendo participar de esta convocatoria.
Para evitar el sufrimiento, en un acto de ligereza y/o pereza intelectual, paso por alto el asunto de la existencia de la literatura femenina. De cualquier modo la "literatura", lo "femenino", y hasta la propia "existencia" son conceptos en construcción y demolición perpetua.

Supongo que lo que me incomoda es sentir algo así como que una vez que tengo "un cuarto propio" (al decir de Virginia Woolf) es demasiado chico y no pude elegir la decoración o hacia dónde dan las ventanas.

He participado antes en algunos encuentros, aquí, en Argentina, en España y todos se han llamado "teatro y mujer". Opto entonces por la "conjunción" que no me provoca conflicto ni pena. Al contrario, me invita.

Permítanme antes de referirme a la literatura dramática, porqu el teatro es literatura, cosa que reivindico lunes-miércoles-y-viernes y me enojo con el poco estudio que merece por parte de la academia, y con los diarios que dejan el asunto al crítico de teatro que juzga el espectáculo y no al crítico literario; o el teatro no es literatura o por lo menos no solamente, cosa que reivindico martes-jueves-y-sábado, y me pongo triste cuando obras que parecían buenas en el papel aburren al espectador o se agotan en los primeros diez minutos (los domingos los uso para dudar que es una de mis actividades favoritas), permítanme, decía, antes de la escritura, hablar de "mujer y teatro" desde la actriz.


Creo que en el arte de la actuación subyace una contradicción que le da fundamento y fecundidad: es el arte de ponerse máscaras y es el arte de sacarse máscaras. Se trata de encarnar un personaje, si es que existe en alguna parte, o construirlo, jugar a ser él hasta poseerlo, aprender todas las técnicas para ser "otro" y al mismo tiempo luchar contra las máscaras propias, que limitan y condicionan, para poder liberar así la posibilidad de una expresión personal que llegue a ser artística.

Es un trabajo que implica además de una búsqueda intelectual, una indagación "en acto", donde que el cuerpo está radicalmente comprometido. Es lúdico, placentero, liberador, y también angustiante, riesgoso, desestabilizador.

Y allí lo femenino y lo masculino están siempre en juego. Desde el intento de encontrar su esencialidad, si es que la hubiera, hasta el recorrido por todas las épocas, las actitudes, los condicionamientos, los roles. También el intercambio es fascinante: vivir un personaje masculino en mi cuerpo de mujer, por ejemplo.

No puedo imaginar escenario más propicio para la relación entre mujeres y hombres. Es una especie de paraíso momentáneo, fruto quizás del privilegio de recorrer rápidamente diferentes épocas, de tratar de comprender los sentimientos de tales y cuales pero fundamentalmente del acto de desenmascaramiento, imprescindible para ser un sujeto capaz de crear.

Las actrices tenemos muchos problemas y conflictos, pero no creo que se pueda hablar de ningún tipo de discriminación o sujeción. Creamos en libertad. Es lo que deseo para todas las mujeres.

En la escritura dramática, creo, hay algunas sujeciones que tiene que ver con las cuestiones de género.

Supongo que una está predestinada a romper con el canon masculino, si es que escribe con sinceridad desde una misma.

De cualquier modo aclaro que cuando se trata de arte no estoy dispuesta a perder ni un poco de energía en romper nada. Ya está hecho. No me imagino a esta altura de los acontecimientos artísticos, transgresión posible (asunto posmoderno ya bastante demostrado).

Pero lo que percibo como problema es encajar en cierto canon femenino que anda en la vuelta. No sé si quiero. Aunque a lo mejor debería para asegurarme así el éxito o por lo menos la aceptación.

Pienso, luego existo versus siento, luego existo.

"La vida del hombre avanza por la vía de la inteligencia, la de la mujer se queda en el ámbito de las emociones" se puede oír de un personaje de Oscar Wilde, en estos días en el Teatro del Centro.

"El hombre sigue asociado prioritariamente a los roles públicas e "instrumentales"; la mujer, a los roles privados, estéticos y afectivos" dice Lipovetsky, en "La tercera mujer".

El pensamiento cartesiano, lo público, los grandes relatos, están en cuestión. Suscitan desconfianza o son insuficientes. Entonces lo privado, lo estético, lo afectivo ocupan un lugar de privilegio. Es la vieja disputa entre razón y emoción, entre verdad y apariencia o aquello de que las épocas de crisis privilegian lo subjetivo y las otras (esas que hay cuando no hay crisis, no sé bien cuáles) lo objetivo (vinculado al pensamiento racional y científico, supongo).

"Cuando todo tambalea sujétate de tus emociones" decía el autor de la Generación X.

Asistimos al éxito del sentimiento mínimo, de lo privado, lo pequeño, lo insignificante elevado a la categoría de hecho estético. Es reconfortante. Las mujeres no debemos preocuparnos por las grandes ideas, de todos modos a nadie le importan.

El viejo reparto divino: al hombre la razón, a la mujer la emoción, sigue vigente. Sólo que ahora la emoción tiene mas "rating". Aprovechemos, muchachas, en todo caso. Incluso podemos decir que la emoción es un modo de la inteligencia. Como sea, no dejo de percibir cierta actitud discriminatoria, que parece estar a la espera, además, de que las cosas cambien, y que vuelvan los viejos tiempos del vigor y las ideas. Mientras tanto, tenemos permiso.

Seguramente soy injusta y nada es para tanto y las mujeres seguiremos haciendo lo que queremos hacer.

Pero quisiera contarles brevemente algo interesante que está pasando en El Galpón, una importante institución teatral de la que formo parte.
El modo en que elegimos el repertorio es tan complejo que sólo me doy cuenta de lo que ha pasado cuando las obras se empiezan a ensayar o se estrenan. Se mezclan buenas ideas, buenas intenciones, ambiciones personales, aparatos ideológicos, búsquedas estéticas, prácticas mediocres. Pero finalmente el repertorio está ahí, esperando por el público.

Les aclaro también que el elenco es mayoritariamente femenino, en una relación de tres a dos.

En la sala principal, de 600 localidades, podrán ver "Galileo Galilei" de Brecht. Una gran obra que aborda temas históricos, científicos, filosóficos y políticos, cuyos personajes son todos hombres, salvo un par de personajes femeninos de mínimo desarrollo.

En la Sala Atahualpa, de 200 localidades, podrán ver "Leyéndome en tu boca", sobre monólogos de Franca Rame y Darío Fo. Todas mujeres, monologando sobre sus asuntos, con humor: un ama de casa, una prostituta, un par de obreras, una mujer violada y otra que sueña con la libertad y termina siendo una muñequita.

Lo grande y lo pequeño, lo público y lo privado, las ideas y los sentimientos, lo serio y lo humorístico, los hombres y las mujeres: tenemos de todo para ofrecer en El Galpón, dividido y por su orden. No sé cómo sucedió y no estoy libre de culpa ni me siento víctima. Simplemente trato de pensar qué significa esto.

De lo que no cabe duda es de que las mujeres estamos contando nuestra historia, y estamos viendo la realidad con ojo propio.

Y también estamos pensando.

No habremos de confinarnos a ningún rincón, ni resignarnos a un cuarto estrecho. Espero.

Como alguna vez fui profesora de filosofía, tengo el berretín de hacer obras de "tesis". Cosa absurda e improductiva para los códigos teatrales que imperan y para lo que se espera de mí, mujer. Pero no lo puedo evitar. Tengo que hacer un reconocimiento público a una de las personalidades más importantes de nuestro teatro, la maestra Nelly Goitiño, quién me alienta permanentemente es ese camino. Curiosamente nunca me ha hecho ningún comentario sobre lo "femenino" de mi escritura.

Un capitulo aparte podría titularse "marketing". Es sabido, comprobable a simple vista recorriendo la platea desde el escenario, y confirmado por los relevamientos que se han hecho, que el público teatral es mayoritariamente femenino. Es más, muchos de los hombres que concurren, lo hacen arrastrados por sus respectivas féminas. Y una se debe a su público.

Además éste parece ser, desde la perspectiva cultural, el tiempo del "otro", del diferente. Ser mujer y uruguaya ya es bastante, si fuera además minusválida y homosexual sería mejor. Los caminos se abren, los estudiosos se interesan. Es una gran ventaja.

En cierto sentido la "escritura femenina" es una estrategia de marketing.

Lo digo en tono de burla, pero no estoy libre de culpa. De ninguna.

En el fondo creo que se trata sólo (y nada menos) de poder crear en libertad. Con máscaras y sin ellas. Como cada una decida.