LA ESCENA IBEROAMERICANA. CHILE
UNA TROPPA CREATIVA

Eduardo Guerrero. Entrevista al grupo La Troppa


Desde mediados hasta fines de la década de los 80, surgen en el teatro chileno una serie de grupos independientes o creadores que priorizan el espectáculo sobre la obra dramática (el texto). Así, nombres como los de Alfredo Castro y el Teatro La Memoria, Mauricio Celedón y el Teatro del Silencio, Ramón Griffero y el Teatro Fin de Siglo, Andrés Pérez y el Gran Circo Teatro, Horacio Videla y el Teatro Provisorio, el grupo La Troppa, Alejandro Goic y el grupo El Bufón Negro, entre otros, son representativos del "renacer" de la actividad teatral nacional.
A lo largo de los años, sobre todo a partir del exitoso estreno de "Pinocchio" en 1991, La Troppa se ha ido consolidando como uno de los grupos de mayor creatividad dentro del ámbito teatral chileno. Por lo mismo, cada uno de sus montajes es esperado con grandes expectativas, considerando que pasan largos meses fuera del país a raíz de sus múltiples invitaciones a festivales internacionales.
Los tres actores (Jaime Lorca, Juan Carlos Zagal, Laura Pizarro) son egresados de la Escuela de Teatro de la Universidad Católica. Ellos, a su vez, trabajan en forma colectiva, desde el texto (fundamentalmente adaptaciones de cuentos y novelas) hasta los diferentes lenguajes de la teatralidad. Es así como, desde el inicio como grupo en 1987, han ido materializando en escena una peculiar estética, demostrativa de un acucioso trabajo y, más que nada, profesionalismo y seriedad para acercarse a cada uno de sus montajes.
Por lo anteriormente señalado, no es de extrañar los logros tanto nacionales como internacionales, y el seguimiento de un numeroso público, sobre todo juvenil, ante los diversos estrenos, desde "El santo patrono", "Salmón vudú", "Rap del Quijote", "Pinocchio", "Lobo", "Viaje al centro de la tierra", "Gemelos" y "Jesús Betz". En estos ocho espectáculos, más allá de sus especificidades y de la evolución de la compañía, va quedando patente una amena forma de acercarse al fenómeno teatral, con mucha frescura, apropiación creativa de los espacios y, sobre todo, una mirada lúdica con una presencia activa de lo cinematográfico.
En estos últimos meses, el público santiaguino ha podido presenciar dos espectáculos del colectivo. En enero, mostraron su última producción, "Jesús Betz", adaptación de un texto infantil de los escritores franceses Fred Bernard y Francois Roca. Así, con el objetivo de "contar historias simples, profundas y que emocionen" (Zagal), la anécdota nos remite a la historia de un "viajero inmóvil", sin manos ni piernas, que de tropiezo en tropiezo, va teniendo una experiencia de vida que lo lleva finalmente al encuentro de una supuesta felicidad. Más que nada, lo que resalta es la creativa puesta en escena, una especie de relojería, en donde lo visual se transforma en el eje sustentador de la representación.
Luego, en marzo, reestrenaron "Gemelos", adaptación teatral de la novela "El gran cuaderno", de la escritora húngara Agota Kristof, y con la cual se presentaron exitosamente hace cinco años. En lo específico, durante casi dos horas, la historia nos remite a la relación de unos gemelos con su abuela, después de que la madre de los jóvenes los abandonara a su suerte y el padre se marchara al campo de batalla. El montaje es sorprendente: en un escenario más bien de guiñol (pequeño teatro del mundo), somos testigos de un cuento lleno de humanidad y terror, a la vez, con el condimento de una exacerbada actuación que apoya con acierto el desarrollo de la trama. Además, se entrecruzan en el escenario múltiples lenguajes teatrales, desde la música, la iluminación, los continuos efectos y sonidos, lo cinematográfico con sus diversos planos, el colorido, las imágenes, los trucos de utilería.
Hace más de quince años, comenzó el grupo La Troppa a hacer historia en el teatro chileno. Ya llevan ocho creaciones y cada vez con más éxito de público y reconocimiento de la crítica. Sin duda, esto es producto de una vida dedicada con pasión al teatro y de una creatividad que sale a relucir en cada una de sus propuestas escénicas.

 

E.G.: Quisiera dar la bienvenida a los integrantes de uno de los grupos de mayor relevancia en el teatro chileno actual, "La Troppa" (Los integrantes son Laura Pizarro, Jaime Lorca y Juan Carlos Zagal). Laura, acabamos de ver algunas imágenes de vuestro último montaje, "Gemelos", obra con la que llegaron al Festival de Avignon. ¿Qué ha significado para ustedes esa experiencia?
L.P.: Avignon fue, y sigue siendo, un hito bastante importante. Por segunda vez nos enfrentamos a un espectador con otra lengua y éramos invitados a este festival que tiene más de cincuenta años de trayectoria, donde se muestra teatro de gran calidad. Entonces, encontrarse en ese espacio, generó la sensación de cruzar una puerta distinta.

E.G.: ¿Implicó mayores exigencias?
L.P.: No, ya que la rigurosidad del trabajo siempre es la misma. Lo que nos pasó es que estábamos muy tensos y nerviosos, porque se trataba del primer encuentro con el público francés. Sin embargo, fue tan envolvente lo que sucedió en esa sala, en cada función, que nos sentíamos embriagados con todos los acontecimientos ahí ocurridos.

E.G.: Juan Carlos, uno de los elementos que los ha caracterizado como compañía, ha sido la adaptación de textos narrativos para su posterior puesta en escena. Respecto a la novela "El gran cuaderno", y debido a su temática, ¿significó su adaptación un trabajo más riguroso y de mayor desafío para ustedes?
J.C.Z.: No. Lo que nosotros queremos hacer es contar historias simples, profundas y que emocionen. Entonces, al hacer una adaptación, o sea, al desentrañar la esencia de una historia y traspasarla al teatro el rigor, el análisis y la discusión, son elementos fundamentales y siempre presentes, ya sea en el trabajo con cuentos o con novelas.

E.G.: Jaime, la propuesta teatral de ustedes es el resultado de un trabajo colectivo que implica adaptación, dirección, sonido y actuación, entre otros. Entonces, ¿cómo se enfrentan al proceso de creación y puesta en escena de una obra determinada?
J.L.: Todo parte con preguntas que se relacionan con el por qué queremos contar una historia. Se trata de cuestionarnos no sólo de qué queremos hablar, sino también de cuestionar y reflexionar respecto a lo que está ocurriendo en el país, con nuestros amigos y con la propia familia. En relación al montaje "Gemelos", nosotros andábamos buscando algo que se levantara contra el teatro de aperitivo, insustancial y frívolo, que si bien siempre ha existido, está cobrando demasiada importancia. Queríamos recuperar el teatro que nos permite enfrentarnos con los problemas vitales de los seres humanos, y el encuentro con "El gran cuaderno" de Agata Kristoff, posibilitó que todas nuestras inquietudes se canalizaran.

 

E.G.: La Troppa tiene un importante historial de itinerancia nacional e internacional. En relación con eso, ¿qué importancia le dan a las experiencias fuera de Chile?
J.L.: Nosotros empezamos a hacer giras en 1991, y desde esa fecha, durante cuatro o cinco meses al año, estamos en itinerancia, hecho que, sin lugar a dudas, posibilita un montón de aprendizajes. En primer lugar, aprendes a observar cómo se hace teatro en otras partes del mundo. Además, se produce un sano y vigorizante orgullo al observar que en otros lugares, donde somos absolutamente desconocidos, hay interés por nuestro trabajo, cosa que se traduce en un profundo respeto y en una total carencia de prejuicios.
J.C.Z.: Lo que nosotros pretendemos es darle un valor y un sentido positivo al quehacer teatral, de modo que no sintamos que a nadie le importa. El hecho de que uno sea respetado por el rigor de su trabajo, y que independiente del idioma un espectador pueda comprometerse emocionalmente con nosotros y con la fuerza de la obra o del cuento mismo, implica que existe un público que no olvida que el teatro es muy difícil de hacer. Cuando el espectador francés ve nuestro montaje, es capaz de reconocer también que hay allí tres personas que están sudando y trabajando duramente, cosa a la que se le asigna un valor adicional.

 

E.G.: Respecto a los inicios del grupo, ustedes egresan de la Escuela de Teatro de la Universidad Católica y no se titulan. ¿Fue ésa una opción?
L.P.: Nosotros pensábamos que el teatro era fundamentalmente práctico; por lo tanto, había que hacerlo. Más tarde, uno podría hacer una tesis, pero en ese momento éramos muy inexpertos y por eso decidimos hacer teatro y formar la compañía.

 

E.G.: Ustedes bautizan la compañía con el nombre "Los que no estaban muertos" y montan "El santo patrono". ¿Qué recuerdos tienen de esa primera experiencia de montaje?
J.L.: "El santo patrono" es una obra escrita por nosotros, desde la primera palabra hasta la última. Su montaje conllevaba el riesgo de mostrarnos a nosotros si éramos capaces de hacer las cosas que nos interesaban. Como no nos conocían, nadie nos fue a ver. Dimos muy pocas funciones y suspendimos más de las que hicimos. Se trató de una temporada muy corta, en octubre de 1987, en el Cultural Mapocho, que estaba frente de la Casa Central de la Católica. Fundamentalmente, el montaje de "El santo patrono" nos permitió descubrir todas las carencias que teníamos. Era una obra de tesis, porque decíamos todo lo que opinábamos del mundo y de la sociedad. Tenía muchas motivaciones y mucha carga, pero poco valor escénico, porque no sabíamos cómo plasmar todos los contenidos.

 

E.G.: Cuando comienzan a trabajar como compañía, ¿cuáles eran los objetivos que perseguían?
J.L.: Nosotros sabíamos que no queríamos hacer un teatro de living o comedias de epidermis, de problemitas baratos. "El santo patrono" era una obra muy política, y era una analogía de la organización social y política de Chile. En el fondo, nosotros no queríamos hacer lo que nos habían enseñado.
J.C.Z.: Con "El santo patrono", nos dimos cuenta de que éramos muy jóvenes y de que teníamos todo lo que nos habían metido en la escuela, o sea, esa manera de entender el teatro como aprendizaje de texto, ubicación en el escenario y nota final, cosa que, en lo personal, me parece muy fea. Nosotros tuvimos que morir un poco para poder surgir, de ahí "Los que no estaban muertos", y cuando hicimos "Salmón vudú", cuento muy bonito que trata de galeones y marinos, hubo una tarde de explosión de ira, porque nos dimos cuenta de que no sabíamos nada. No sabíamos hacer teatro y no sabíamos narrar la historia que teníamos. Esa tarde, cuando se produce la crisis, tuvimos un chispazo, y ante esa necesidad imperiosa de lograr algo, se nos abrió el camino, ya que nos sentíamos enfrentados a un muro inexpugnable.

 

E.G.: Cuando hablas de morir un poco, mencionas un hecho muy importante, porque pienso que en la creación artística deben producirse instantes de ruptura con todo un sistema.
J.C.Z.: Claro, pero a esa edad, apenas teníamos conciencia de nosotros mismos. Creo que lo único que teníamos claro es que queríamos seguir con la compañía y montar esa obra. Entonces, cuando descubrimos cómo narrar la historia para que la gente la vea, acompañada de una carga simbólica y de un juego escénico paralelo a la historia, empezamos a tener conciencia de algo, cosa que se desarrolló en el tiempo.

E.G.: Laura, dentro de este análisis de la historia de la compañía, ¿qué significa para ustedes ganar, en 1988, el Festival de Teatro del Instituto Chileno Norteamericano, justamente con "Salmón vudú"?
L.P.: Creo que lo más importante que pasó con "Salmón vudú" y con el Festival del Chileno Norteamericano, se relaciona con lo que te planteaba Zagal. Después de la crisis, comenzamos a descubrir un lenguaje teatral. El espacio escénico era muy pequeño, y ocupábamos una silla mecedora de grandes proporciones, que daba vueltas, paraba, y también se balanceaba. En ese pequeño espacio pareciera ser que todo se agrandó al usar la silla, lo que marca el comienzo de nuestro descubrimiento de un nuevo lenguaje teatral.

E.G.: Jaime, las dos primeras obras de las que hemos hablado corresponden a textos escritos por ustedes. Más adelante, en montajes posteriores, los textos son adaptaciones de cuentos, como el caso de "El hombre lobo", o de novelas. ¿Significa esto que ustedes no encuentran, en la dramaturgia chilena o universal, textos que tengan una adecuación al tipo de trabajo que ustedes realizan?
J.L.: Mencionaste "Lobo", que es una inspiración muy tangencial del cuento de Boris Vian, ya que la dramaturgia es totalmente nuestra. Creo que nos da más libertad escribir nuestros propios textos, o basarnos en una novela, porque en ese tipo de literatura, las lecturas suelen ser muy distintas, por lo que empieza a funcionar mucho más la imaginación.
L.P.: Yo lo veo también como algo del destino, por ponerle un nombre, ya que en algún momento te encuentras con ciertos textos que te conmocionan, y que en nuestra trayectoria, han sido textos novelados.
J.C.Z.: Ahora bien, el teatro es acción, o sea, hay que hacerlo. A nosotros nos pasa que tenemos algunas escenas, las conversamos e incluso se hace la música, porque está muy clara en nuestra imaginación. Sin embargo, al momento de hacerla, ésta no funciona, lo que indica que también allí hay algo misterioso. Los textos que más me han impactado en Chile provienen de grupos que han trabajado, primero que nada, colectivamente, con un dramaturgo a veces, cosa que hacía Ictus, o de talleres de creación colectiva donde había una observación de la realidad. Pienso, por ejemplo, en el TIT con "Los payasos de la esperanza", montaje que estaba hecho por actores, junto a un dramaturgo o a un director, en el entendimiento del trabajo colectivo. Pienso que el teatro tiene que ser creado así, colectivamente, porque tienes más cerebros pensando en una propia idea. Moliere tenía una tropa y escribía sus obras para la compañía. Allí había un trabajo colectivo, puesto que él era también actor.

 

E.G.: Estoy de acuerdo con el hecho de que un buen texto, a nivel del lector, puede llevar por miles de caminos y ése es el placer que uno llama de la lectura. Sin embargo, no siempre una adaptación de un texto narrativo garantiza un buen montaje.
J.L.: Sí, pero a veces las obras de teatro son tan sesudas, que se transforman en manifiesto o en ensayo literario. Un personaje se manda un chorizo de cinco minutos, cuando en la realidad uno nunca ha visto a alguien que pueda decir tantos pensamientos en tan poco tiempo. Entonces, ahí empieza a existir una creación que pertenece más al género del ensayo que al teatro.

 

E.G.: Respecto a la recepción, un trabajo como "Gemelos", obra muy fuerte a nivel de contenido, tanto en Chile como en el extranjero, ha tenido muy buena aceptación por parte del público. ¿Cuáles creen ustedes que son los elementos que permiten el acercamiento a vuestros trabajos?
J.C.Z.: En primer lugar, la historia, lo que vamos a contar, tiene que ser muy simple. Luego, ponemos énfasis en el cómo vamos a contar, en el entendimiento de que para nosotros el teatro es juego absoluto y poesía. La idea es tratar de hipnotizar al espectador a través de la acción, del juego y de las ideas, que se lanzan no por el canal del texto filosófico, sino que por elementos subliminales. Hemos llegado a la conclusión de que todo comunica, y por eso a nosotros nos gusta hacer la tramoya, porque si la hace alguien que no está interpretando, perdemos la fuerza y el hilo dramático. No nos basamos en tratamientos sicológicos, ni de la idea, ni de los personajes. Entendemos el mundo desde una perspectiva más onírica y surrealista.

E.G.: Has mencionado un elemento que, a mi entender, ha sido uno de los enganches con el público, que es lo lúdico. Ya en la primera obra como compañía La Troppa, "Pinoccio", aparece este elemento fundamental. ¿Qué recuerdos tienen de esa producción?
L.P.: Ahí está el gran juego que se armaba con el público, el comenzar a abrir la imaginación, posibilitando el vuelo hacia ciertos mundos esbozados en pinceladas.
J.C.Z.: "Pinoccio" significó también una explosión de energía. De hecho, pienso en ese montaje como energía pura en escena. Para el estreno, un amigo, diseñador gráfico, se acercó para decirnos que lo que más le había llamado la atención era ver nuestros movimientos en el espacio. En esas carreras soltábamos energía acumulada, y esa manera de enfrentar una historia llamó mucho la atención. Además, el montaje se dio justo terminando la dictadura y había que explotar por distintos lados y en distintas facetas como sociedad. Para nosotros fue una explosión casi juvenil.

 

E.G.: ¿Por qué cambian el nombre de la compañía?
L.P.: El nombre La Troppa surge para dejar en claro que el nuestro era un trabajo colectivo. No había generales, por decirlo de algún modo. Además, teníamos que remarcar que "Los que no estaban muertos" ya tenían una propuesta.

 

E.G.: Estaban vivos.
L.P.: Claro, estábamos vivos y comenzábamos a mostrar nuestra propuesta, que es básicamente el trabajo colectivo, con los tres metidos en el proceso de creación.

 

E.G.: Jaime, ¿cómo enfrentan ustedes el trabajo de dirección de una obra?
J.L.: Lo primero que hacemos es un guión, pero paralelo a eso y antes, incluso, trabajamos mucho en la simbología. Tuvimos un curso optativo que se llamaba "Simbología del cine", que hacía Gastón Soublette. Él analizaba "Luces de la ciudad", historia muy simple, pero con alto contenido simbólico y metafórico. Ahí descubrimos que ése era el camino para enfrentar el cómo narrar. Entonces, nosotros trabajamos un guión, enfatizando lo que está debajo del agua, aquello que no se ve y que, sin embargo, sostiene toda la obra.

 

E.G.: En toda creación, directa o indirectamente, hay elementos personales, a nivel simbólico, que provocan un determinado tipo de acercamiento al mundo. En vuestras obras hay algunas constantes, tales como la búsqueda, el viaje y la orfandad, entre otras. ¿Cómo se asimila en el proceso de creación la aparición de estas constantes?
J.C.Z.: Nosotros tenemos un camino aparte de las historias que narramos. Ahora bien, nuestro grupo nos permite, y eso perseguimos, una propia evolución, el propio viaje iniciático. Tenemos que llegar a niveles de conciencia mayores, si queremos seguir en lo que estamos haciendo. Para nosotros es vital tomar el teatro como algo que nos permite evolucionar como personas.

 

E.G.: En relación con algunas de las obras mencionadas, ustedes han mencionado la presencia de objetos grandes, desmesurados. Quiero citar, en relación con la obra "Lobo", el siguiente texto: "Quico agarra el fósforo desproporcionado, producto de aquella agobiante estética de la materialidad que profesan los autores de esta pieza teatral".
J.L.: Lo que sucede es que nuestro teatro es de cosas. Cuando hicimos la primera obra, la escenografía estaba compuesta por siete cubos negros, dos grandes y cinco pequeños, cosa que no dice nada en ninguna parte.
J.C.Z.: Había también una escalera de tijeras.
L.P.: Estaba también la cortina.
J.L.: Ahí nos dimos cuenta de que eso no era ni materia, ni nada. Era un absurdo, una pobreza de cabeza, no más. Necesitábamos las cosas para actuar, porque nos delimitan absolutamente. Cuando hicimos la locomotora para el "Viaje al centro de la tierra", la hicimos a nuestra escala. Se trató de ver por dónde cabíamos bien, y de generar una escenografía con la cual pudiésemos vestirnos. En esta obra, la escenografía era un gran personaje que soplaba y que podía reventar.


E.G.: En relación con los elementos de la teatralidad, ustedes han acuñado algunos que se relacionan con un carácter musical, visual y cinematográfico. ¿Cómo surge la conjunción de estos lenguajes?
J.C.Z.: A los tres nos gusta el buen cine, pero la integración de estos lenguajes tiene que ver con la libertad de la que hablábamos hace un rato. Siempre nos acordamos de una frase que dicen algunos actores, y que se relaciona con el hecho de entender que tal personaje nunca haría o diría eso. Cambiamos esa frase y decimos que nuestros personajes hacen lo que a nosotros se nos ocurre, y de igual forma, la historia será narrada como nosotros queramos. Generalmente, nuestro trabajo empieza con una pregunta que se relaciona con el cómo vamos a hacer una escena. Luego, nos ponernos a pensar. Hay momentos en que estamos una hora en una mesa y a nadie se le ocurre nada. Muchas de las propuestas que hacemos no tienen trascendencia, pero otras sí, que son justamente aquéllas en las que hemos logrado ver la totalidad.

 

E.G.: Después de esta breve temporada en Santiago con "Gemelos", ¿existe algún proyecto en mente?
J.L.: Durante el año no vamos a hacer funciones, porque estaremos encerrados, en el proceso de creación de un nuevo montaje. Por el momento está el papel en blanco. Tenemos muchas ganas de escribir nosotros la próxima dramaturgia. Empataríamos, de este modo, con las cuatro obras que hemos adaptado.