HACER TEATRO HOY. ESPAÑA
EXTRAÑO TODO
Olga Cosentino. Entrevista a Diana Raznovich.
"Nadie
se va del todo cuando irse no es una elección. Pero tampoco
es fácil regresar. Ya nada es igual. Quedás partida",
dice la argentina Diana Raznovich en charla telefónica desde
Madrid.
Hace ocho años que vive
en España, donde dirige, junto a la española Marga
Borja, el Encuentro de Mujeres de Iberoamérica en las Artes
Escénicas. Pero fue en los años oscuros de la dictadura
militar cuando esta dramaturga, humorista, música, poeta
y artista plástica tuvo que dejar compulsivamente su país.
Hoy es ciudadana del mundo y su nombre brilla simultáneamente
en las marquesinas de teatros de México y Berlín,
con sendas puestas de su obra "Casa matriz". A la vez,
también en Berlín y con el título alemán
de "Herbzeitlose", su obra "Jardín de otoño"
acaba de subir a escena con enorme éxito. Mientras tanto,
prepara el estreno mundial de uno de sus últimos textos dramáticos,
"De la cintura para abajo", que ella misma piensa dirigir
y con el que proyecta visitar su añorada Buenos Aires.
Experimentada en reciclar los
desajustes emocionales del exilio hasta convertirlos en materia
poética, Raznovich acepta que el desarraigo suele dejar marcas
indelebles. "La distancia te hace ver otras cosas de tu país,
te induce otras valoraraciones. Se gana y se pierde", dice.
En su caso, una de esas marcas acaso sea cierta inevitable y definitiva
condición trashumante. Esa que desde entonces convirtió
a Raznovich en una artista traducida y representada en Alemania,
Italia, Suecia, Noruega, Dinamarca, Estados Unidos, Australia y
en casi toda Iberoamérica.
-Tener que dejar el país en los tiempos de la dictadura,
¿puso en crisis su vocación? ¿Cuáles
son las marcas más dolorosas o perdurables de aquella experiencia?
Una dictadura como la que soportó nuestro país es
algo tremendo para los que se van y para los que se quedan. Han
sido siete años de terrorismo de Estado, de violencia instituida,
de crímenes horrendos. Se terminan los derechos básicos,
se arremete contra la palabra, contra el pensamiento, contra la
libertad de opinión. Se genera un estado represivo, irrespirable,
donde todo el mundo es sospechoso y "algo habrá hecho".
No puedo hablar de un trauma individual sino del trauma social.
Y las marcas más dolorosas tienen que ver con el cuerpo social
pervertido. En esos momentos irse es terrible, porque uno no elige
irse. Y quedarse también es terrible. En cuanto a las marcas
perdurables: son las pérdidas, los desaparecidos. Me veo
revisando la biblioteca de mi casa para ver cuáles eran los
libros prohibidos por la dictadura. Habían prohibido desde
Julio Cortázar hasta libros de matemáticas. Me veo
a mí misma, en pánico, quemando mis propios libros.
Son imágenes muy dolorosas, claro. Irme fue llegar a un mundo
desconocido y empezar de cero. Se pusieron en crisis muchas cosas,
pero no mi vocación.
-¿Qué valor y qué influencia tuvo
en su creatividad el destino europeo de su exilio?
Estoy agradecida de la repercusión de mi teatro y de mis
novelas en el ámbito internacional. En Alemania vi puestas
estupendas de mis obras, y eso me estimuló a seguir escribiendo,
a seguir produciendo. En Alemania, el nivel del teatro suele ser
muy bueno. Cuando comenzaron a estrenar mis cosas temí, por
prejuicio personal, que no entendieran mi humor. Pero lo festejaron,
lo aplaudieron. No sé si entendieron lo mismo que yo quise
decir, porque yo tengo unos referentes y ellos, otros. Pero eso
no me pasa a mí, le pasa a todo autor traducido. Y ese aspecto
babélico, ese castigo que son las lenguas enriquecen al texto
y enriquecen al espectador. La traducción es siempre una
traición y es ése el aspecto maravilloso del asunto.
Como autor traducido, navegas por palabras cuya sonoridad te es
ajena, melodías que generan un ritmo teatral otro. Es tu
texto y no es tu texto. Los traductores al alemán que tuve
y que tengo siempre contaron conmigo para hacer las traducciones.
Eso demuestra un interés por alcanzar la mayor fidelidad
posible. A veces tropiezan con expresiones del lunfardo, como "mina",
que es una palabra que en el diccionario castellano tiene sólo
la acepción de "reservorio de minerales". Y enseguida
me llaman por teléfono para que los asista. Pienso que si
un texto soporta exitosamente la prueba de la traducción
a una lengua diferente y es recibido por un público de otra
cultura, ese texto se ha hecho más universal. Y eso me parece
una prueba extraordinaria.
-¿Qué o quiénes fueron determinantes
en su vocación?
Nací en una familia judía de profesionales muy afines
al arte y la cultura. Mi abuelo materno, vienés, era barítono.
Tenía una voz maravillosa y desde niña en casa se
escuchaban óperas, por la radio, que él se sabía
de memoria. Mi madre, si bien era odontóloga, se dedicó
también a la pintura y la escultura y era muy activa intelectualmente.
Me llevaban al Teatro Colón desde la primera infancia, al
teatro, a exposiciones. Supongo que respondí a todos esos
estímulos y terminé convirtiéndome en una artista.
Nunca lo viví como un quiebre sino una consecuencia lógica:
en esto siempre me sentí como un pez que nada en aguas propias.
Desde pequeña me sentaron al piano, me mandaron a estudiar
declamación y recuerdo que yo aceptaba encantada. Creo que
lo sigo estando.
-¿En qué orden fueron apareciendo y qué
relación guardan entre sí sus oficios de escritora,
dramaturga, poeta, dibujante, humorista?
La escritura, en cualquiera de sus manifestaciones, me acompaña
desde la infancia. Si bien con el tiempo desarrollé más
la dramaturgia, a los dieciocho años publiqué mi primer
libro de poemas, "Tiempo de amar". Publicar implica mostrar
algo que es un proceso, y esos poemas se fueron escribiendo desde
mis catorce o quince años. Fui lo que se suele llamar una
artista precoz. Mi primera obra de teatro, "Buscapies",
ganó un premio municipal y, dirigida por Mario Rolla, subió
a escena primero en el Teatro Sarmiento, y después en la
Sala Casacuberta del Teatro San Martín. Yo tenía en
ese momento 22 años. Me hacían reportajes por ser
la autora más joven que había estrenado en el San
Martín. Con esto quiero decir que la escritura me eligió
y no al revés. Me vi inmersa en ese mundo fascinante cuando
muchos empiezan a preguntarse a qué se quieren dedicar en
la vida. Yo no tuve ese dilema, solamente la advertencia de mis
padres que, si bien estaban muy orgullosos, pensaban que además
debía ser médica, o algo así, para no pasar
penurias económicas. Lo de dibujar vino algo más tarde.
Fueron siempre dibujos humorísticos y lo tome como un complemento
de la tarea de escribir. En el diario Tiempo argentino, que ya no
existe, tuve una página de humor, todos los jueves, en el
Suplemento de la Mujer, que tuvo mucho éxito y que desembocó
en mis libros de humor "Cables pelados". Ahora publico
en España.
-Su escritura y su teatro han despertado un extraordinario
interés en Alemania. ¿Elegiría ese país
para vivir?
No viviría en Alemania. Me pesa el pasado nazi de los alemanes.
Mis bisabuelos murieron en campos de concentración alemanes.
Mi abuelo huyó de ellos a la Argentina. Ellos se esfuerzan
porque todo eso sea solamente un pasado sin retorno. Tengo maravillosos
amigos y amigas alemanes, que comprenden mi rechazo. En la Fisher
Verlag, de Frankfurt, que es la editorial con la que tengo contrato,
tengo amigos increíbles. Cuidan a sus autores muchísimo,
se interesan muchísimo por mi persona. Los quiero mucho y
estoy muy agradecida. Pero no viviría en Alemania. Ni ellos
vivirían en la Argentina, claro. No entienden cómo
se puede soportar un país que después de la dictadura
se sumergió en la corrupción generando una desarticulación
económica y una deuda semejante. En Alemania puede haber
crisis, pero todo es dentro de una coherencia administrativa, Argentina
a los alemanes les parece un despilfarro demencial.
-¿Qué la une a España y qué
le resulta ajeno de su actual lugar de residencia?
España ya no es el páramo al que llegamos los exilados,
apenas muerto Franco. Durante los mismos años que la Argentina
fue rematada, traicionada, vendida, engañada, manipulada
por políticos de pacotilla, España construyó
un país democrático, se introdujo en Europa, se modernizó
desde la base. España aspira a ser una sociedad de bienestar
y lo está logrando. Funciona la sanidad, funcionan los servicios
básicos y el país funciona. Para alguien que escribe,
como yo, esa serenidad te permite desentenderte de muchísimas
cosas. Obviamente, puedo simpatizar más con el PSOE que con
el PP, pero tengo que admitir que mientras la Argentina entró
en procesos desesperantes como el corralito, sufrió gobiernos
inescrupulosos como el de Menen o De la Rúa, en España
ni los Socialistas ni el Partido Popular expusieron a la población
a un estrés semejante. Y eso, lógicamente, me une
a España. Además de los afectos y las amistades que
han ido creciendo en este tiempo.
- Con los años, ¿ha dejado de extrañar
Bueños Aires?
Para nada. Extraño mucho. Extraño todo: mis amigos,
mi ciudad, el mundo del teatro en Buenos Aires. Extraño los
colores, los olores, las comidas de Buenos Aires. Yo soy muy urbana,
muy porteña.
-¿Y qué la retiene en España?
Hace dos años fui invitada a un encuentro de teatro y humor
que se realizó en el marco del Festival Internacional de
Cádiz. En esa época yo trabajaba en la Argentina,
en la Junta Directiva de Argentores. Pero en Cádiz quedaron
interesados en que yo organizara el Encuentro de Mujeres de Ibeoramérica
en las Artes Escénicas. Empecé, me interesó
la experiencia y sigo trabajando. Pero no quiero renunciar a Buenos
Aires.
-¿En qué consiste su trabajo al frente del
Encuentro de Mujeres y con qué apoyo cuenta ese proyecto?
El Encuentro ha conseguido un gran reconocimiento y hoy se sitúa
como uno de los hechos más importantes de la cultura teatral
iberoamericana. Hoy contamos con fondos del Instituto de la Mujer
de Madrid y con el auspicio de la SGAE (Sociedad General de Autores
de España). Su crecimiento hizo que el gobierno nos otorgara
como sede una casa de tres plantas en la Plaza del Palillero, de
Cádiz. Allí se desarrollan performances, instalaciones,
talleres, seminarios, conferencias, tanto en el sótano como
en la terraza. En el Encuentro del año pasado vinieron Julia
Varley, del Odin Teatret de Dinamarca, la directora argentina Mónica
Viñao y una muestra "Los altares de la Patagonia",
de la fotógrafa argentina Lidia Milani, entre otras actividades.
-¿Sólo participan mujeres?
No, es un encuentro abierto, pero uno de los objetivos centrales
es repensar el teatro de las mujeres de Iberoamérica como
camino para revelar y difundir los problemas de un sector generalmente
sin voz. Por ejemplo, el año pasado vino el autor y director
argentino Arístides Vargas con un espectáculo bellísimo,
"La muchacha de los libros usados", sobre la condición
de la mujer en Ecuador. Allá existe la venta de las mujeres
a sus maridos. El espectáculo tuvo tal convocatoria que decidimos
invitarlo nuevamente para que venga a dictar un seminario en el
próximo encuentro de octubre. También tuvimos como
invitada a la profesora Diana Taylor, Directora del Hemispheric
Institut de Nueva York. Por otra parte, el Festival de Cádiz
es un marco muy vital, que dinamiza y permite que los proyectos
culturales latinoamericanos se conozcan en Europa. Otro ejemplo
es el de la colombiana Ester Bacquo, a quien España ahora
le va a coproducir un espectáculo.
-¿Quiénes pueden asistir al Encuentro?
Tenemos una página web (www.encuentroweb.org)
donde se informa acerca del Encuentro y donde está abierta
la convocatoria para presentar proyectos teóricos y prácticos.
Es importante que la gente de teatro del continente se entere y
sepa que aquí tiene un espacio donde expresarse.
-¿Qué intentó expresar usted con "De
la cintura para abajo", la obra que se propone estrenar en
Buenos Aires?
Es una obra sobre una pareja con problemas sexuales, que mantiene
relaciones sólo el día del cumpleaños de la
madre de él. Los personajes son la pareja y la madre que,
cuando descubre esa particularidad del vínculo erótico
de su hijo y su nuera, pretende convertir a la pareja en el simbolo
sexual de la Argentina. En la trama hay violencia, sadomasoquismo
y una historia que desnuda la masificación, la vida privada
hecha pública y este fenómeno mediático que
inventa un producto de la nada.
-¿Por qué decidió montar usted misma
esta pieza?
Porque pienso montar la obra con la estética de comic. Quiero
asegurarme que la puesta mantenga el delirio del texto.
-¿Hay límites (éticos, estéticos,
históricos) para el humor? Hay quienes objetan, por ejemplo,
el tratamiento humorístico de temas como el Holocausto o
los desaparecidos?
En mi opinión, el humor no tiene límites sino perspectivas,
puntos de vista. Se puede hacer humor muy reaccionario, humor misógino,
humor antisemita, humor racista, humor fascista. Y se puede hacer
un humor que ataque la misoginia, que ataque el racismo, etc. Brecht
supo burlarse del nazismo y de Hitler, así como tantos se
burlan de Bush y de la guerra que inventó para quedarse con
el petróleo de Irak. El humor es un arma muy poderosa, muy
filosa, muy inteligente. El humor tiene un enemigo. Si mi enemigo
es el dictador, me burlo del dictador. Si mi enemigo son los negros,
arremeto contra los negros. Pienso que no hay temas más o
menos éticos, sino humoristas más o menos éticos.
Es decir que el humor depende totalmente de quién lo ejerza,
de quién lo instrumente. Una de las primeras cosas que se
prohíben en las dictaduras es el humor político. ¿Qué
dictador va a permitir que lo caricaturicen, que lo ridiculicen?
Las dictaduras censuran el humor que opina, y sin embargo permiten
el humor obsceno, el humor light, el humor escapista. Saben lo que
hacen. Todos sabemos lo que hacemos con el humor. Un dictador burlado,
parodiado, ridiculizado en su intolerancia y en su ferocidad, pierde
investidura, se hace más vulnerable, pierde poder. Por eso
los más geniales humoristas se burlan de los dictadores y
satirizan la omnipotencia de algunos políticos. El humor
en sí mismo es un instrumento. Un instrumento muy difícil
pero de gran eficacia.
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