HACER TEATRO HOY. VENEZUELA
¿DE DÓNDE VIENE LA DRAMATURGIA?
DIARIO DE UN FRAMATURGO: JULIO 2003

Néstor Caballero

 

Día 1

Como bordado en hilo de ternura llega el mes de julio. Miro por la ventana y no veo, el día es como un aletear de avecillas luminosas.

 

Día 2

La dramaturgia deja palabras habladas en el aire, para que todos las escuchen, las vean, las palpen, las respiren, las saboreen y, ¿por qué no?, las escupan si es preciso.

 

Día 3

La cepa de la dramaturgia es el alma. Si la literatura dramática no tiene su raíz en el alma, la palabra, en la dramaturgia, se seca.

Escribir teatro es atravesar aros de fuego. El alma se purifica, es verdad, pero el cuerpo, agotado, queda en deuda... consumido.

 

Día 4

¿De dónde viene la dramaturgia? Me pregunto. ¿De dónde y cómo fue que he escrito? Trato de recordar y siempre me veo, todas las mañanas de mi vida, sentado, primero con lápiz y papel, luego, cuando pude, con máquina de escribir y, en estos años, frente a la pantalla de la computadora, angustiado, buscando qué escribir. Ahí pasé, y paso, horas y más horas, inutilizado, atreviéndome apenas a respirar, sin que nada venga a mí, sin una frase, sin una palabra. Se ruega, por misericordia, que venga nos aunque sea una letra. Nada. No aparece. Es como si, en el papel o la pantalla, espero que algo germine. Es como si ahí, en la página vacía, se encontrase un espejo donde escudriño qué flor en mí crecerá y se marchitará a mi tacto. Al fin, sin saber cuándo, ni cómo, la flor, brota, y, feliz, se escribe. Pero, paradójicamente, se escribe para podarla. Se escribe podando esa flor, pero a la vez sembrando una nueva semilla, un nuevo creer, una nueva esperanza, en fin, una nueva utopía para poder seguir viviendo. Me angustio ahora más pues me pregunto: ¿Y si llega un momento en que nada brotará, en que ninguna flor germinará? Ay, y lo que es peor, ¿y cuándo se me agoten las semillas?

 

Día 5

Para vivir hay que escribir. Se debe escribir siempre, todos los días, aunque sea una línea, una frase. Si el dramaturgo no escribe todos los días, está muerto. Y su muerte es una de las más horribles, pues fallece con una palabra apretada entre los labios y esa palabra se seca no sé dónde y se hace inútil. La muerte y la vida están en el poder de las palabras.

 

Día 6

La única propiedad de un dramaturgo es su soledad.

 

Día 7

Hoy cumplo cincuenta y dos años. Tantos días. Tantas horas. ¡Horror, tantos segundos! El tiempo que hemos sido es como estrellas que se nos caen del alma y se endurecen en nuestro cuerpo, se vuelven grises guijarros. Limitaciones físicas. Escepticismos. Enclaustramientos. Dolor porque, casi siempre, ya no vemos en los humanos ninguna posibilidad de elevarse, de regenerarse, de gestos solidarios, de sentirse como iguales, sino que en el fondo de ellos, al acecho, está la bestia dispuesta a saltar sobre sus congéneres y devorarlos.
Sólo el amor es alma y años no cumple.

 

Día 8

¿De dónde viene la dramaturgia? Tal vez, no lo sé, nace de tomar nuestras incertidumbres, nuestros desengaños, nuestras contrariedades, nuestros miedos, en fin, los más cenicientos pedruscos que nos albergan el alma, y una vez con ellos en la mano, los comenzamos a pulir para que vuelvan a ser estrellas. Pero, ¿para qué? Me consta que es inútil, que aunque pulamos y pulamos, ya no volverán a brillar.

 

Día 9

A lo mejor sólo queda el amor. El amor es lo único que nos puede decir de la iniquidad del mundo. Pareciese que el hierro candente del amor es lo único encendido que nos subsiste. El amor es como una huella abrasadora, un signo llameante con el que fuimos marcados y a la vez marcamos al rojo vivo.

Sí, el amor. El amor pareciese ser lo único que puede arrancarle a los huracanes del alma su equilibrio. El amor nos derrumba para luego construirnos de nuevo.

 

Día 10

Comencé a leer, a duras penas, "El Evangelio según Jesucristo" de José Saramago. Esto de a duras penas es preciso aclararlo. No es por la novela que lo digo, sino por las dificultades que en estos momentos tengo con la vista. La edición tiene una letra pequeña para las limitaciones que estoy sufriendo, pero ahí vamos, poco a poco, atrapados por el gran lenguaje, el pulso equilibrado de la narración, los humanizados personajes bíblicos. Ah, y la traducción al español es excelente, de primera. Qué buen y excelso castellano la traducción que hace Basilio Losada del portugués. De nuevo una palabra que me persigue por su belleza, por su resonancia, por su ritmo, su predecir, y hasta por su olor: Caravanear.

 

Día 11

Al no poder escribir mucho, continúo pensando en mi obra "Hembras de película". Son seis obras cortas que voy titulando con el nombre de películas que recuerdo y que de una u otra manera dejaran una imagen, una foto fija en mí. Ya finalice "Manhattan", igualmente "Nace una estrella". La primera es sobre la tragedia del Word Trade Center, la segunda versa sobre ese mal tan acentuado en nuestros pueblos latinoamericanos: El Caudillismo, el Mesianismo.

 

Día 12

Crispadura y carne del mundo, son los materiales y condimentos de un dramaturgo a la hora de escribir una obra.

 

Día 13

Receta para el Pan Marroquí. Harina. Levadura seca. Dos cucharaditas de sal y de azúcar. Se amasa. Se le agrega garbanzos, cilantro bien picado y una cucharita de comino. Luego se escogen pedacitos de masa, se aplastan con el amasador sobre una mesa regada con harina. Una vez aplastados, en forma de una torta delgadísima, se mete en la parrilla del horno, previamente calentado a 350 grados, por quince minutos. Con esto ya se tiene una comida para toda la semana y uno no tiene que interrumpir la escritura. Basta agarrar el pan marroquí y colocarle cualquier cosa encima: jamón de pavo o queso o tomate o atún. Un chorrito de aceite de oliva y a escribir nuevamente sin preocupaciones.

Recuerdo que el escritor Manuel Puig, cuando vivió aquí, en Venezuela, específicamente en Cumaná y tuve la dicha de tratarlo, los domingos se preparaba una olla inmensa de arroz. Luego de hacerlo, pronto que se enfriaba, guardaba la olla en la nevera. Siempre era lo mismo. Era como un ritual. Un domingo no aguanté más la curiosidad y le pregunté el por qué de tanto arroz. Me contestó que era porque estaba escribiendo una novela y no quería que lo interrumpiera nada. -No entiendo, Manuel, le dije. A lo que él me respondió que se sentaba a escribir y cuando estaba en su mejor momento seguramente lo atacaba el hambre, entonces sacaba el arroz, lo calentaba, abría una lata de salchichitas o de sardina, se la echaba encima al arroz recalentado y comía rápidamente para volver de inmediato a sentarse a la máquina y continuar con su creación.

 

Día 14

¿De dónde viene la dramaturgia? Creo, tampoco lo sé, que nace del germen de todos los surcos del espíritu, que nace de la persecución de enigmas por todos los valles de nuestra alma. Ave, feroz, veloz, que se estrella contra todas las pasiones. Corazón vuelto quejido, quizá de ahí viene la dramaturgia.

 

Día 15

Vino de ayer, excelso vino, sublime embriaguez da releer los clásicos del teatro. ¿Cuándo podré emborracharme de ellos nuevamente? ¿Cuándo volveré a quedar ebrio y en estado de gracia? Ya quiero curarme de la vista. Deseo leer, por piedad, deseo leer, deseo escribir. No quiero que me lean, no quiero escribir a mano, a tientas, sin saber lo que he escrito. No quiero dictar lo que pienso.

 

Día 16

¿De dónde viene la dramaturgia? Quizá de la mansedumbre, de la humildad, al escuchar las voces infinitas de la calle para que a la hora de escribir al Personaje, sea reconocible. En nuestro oficio se debe ser amoral al momento de aguzar el oído y beber las palabras de la calle, pues si no nos convertimos en jueces y no en dramaturgos. La gente de la calle, la gente del común, es la que verdaderamente tiene alas en todas sus expresiones. Los dramaturgos somos los encargados de oír su vuelo. Atrapamos en nuestra memoria el aletear de su decir y lo hilvanamos en poesía dramática. De la calle tomamos y les damos a los personajes las claves de cómo sostenerse planeando en el aire.
Nosotros los dramaturgos nos entristecemos al no saber remontar el vuelo y seguir pegados a la tierra.

 

Día 17

Llamaron de Monteavila Editores para decirme que mi nuevo libro "Piezas de guerra" ya está casi listo y que sólo esperan que la imprenta lo envíe y que seguramente a fines de mes esté en las librerías.

Qué puedo decir sobre mi nuevo libro. De verdad que no lo sé. Un libro se cuenta solo. Un libro se hace independiente de nosotros y anda su propio camino y cuenta lo que fue nuestro como suyo y, luego, el lector lo convierte en algo propio como si le hubiese sucedido a él mismo. En fin, que a lo último, el libro no nos pertenece.

Tal vez pueda decir que, para mí, lo mejor que tiene es la dedicatoria. No es ironía. Lo digo porque está dedicado a mi hijo Alejandro. Se lo dedico tal vez porque no puedo regalarle un mundo mejor, más justo y más bonito. Creo que al menos dedicándole ese libro, podrá ver y sentir un mundo que fue y que tal vez es triste, pero profundamente amoroso. Los dramaturgos somos unas especies como de futurólogos, pues sabemos cómo comienza un personaje y cómo va a terminar. A veces trasladamos nuestro oficio a la vida y pensamos que con esa dedicatoria a Alejandro, en un futuro, cuando Néstor Caballero ya no esté en esta vida y todo lo que haya dicho nada importe, habrá un niño que le preguntará a su papá de quién es ese libro que está leyendo y ese padre le responderá, espero que con orgullo, "ese libro lo escribió tu abuelo Néstor y me lo dedicó a mí cuando era un niño". Entonces, mi nieto, se sentará con su papá y éste le leerá. Espero, que por un instante, Alejandro recuerde que lo más importante para mí en la vida fue, no obstante tanto diálogo, monólogo y conflictos, haberlo amado mucho, mucho.

Eso es lo que puedo decir de mi nuevo libro.

Día 18

No he escrito prácticamente nada. Mucho malestar en los ojos. No veo casi. Es humillante.

 

Día 20

Mañana me operan un ojo. Me acompañarán Mireya y Carolina.

 

Día 29

El día 21 de julio me operaron. 7 de la mañana. Clínica. Cuarto pequeño. Lavamanos. Puerta que da a un baño con ventana hacia un cielo que no veo como quisiera. En ropa interior. Bata de papel abierta al frente. Gorro de papel. Gotas para dilatar la pupila. Mi nube sigue ahí. Mireya y Carolina me animan y conversan. Pero yo qué va, aunque disimulo y hago bromas para que estén tranquilas, sólo se me vienen a la memoria fragmentos de versos de César Vallejo.

Niños del mundo, si cae España, digo, es un decir". "Miguel, no tardes, puede inquietarse mamá". Más gotas para dilatar. Mi nube sigue ahí. Ganas infinitas de fumar. Entro al baño, cierro la puerta, bajo la tapa de la poceta, me subo a ella y a escondidas fumo, echando el humo por la ventana donde está ese cielo negado. Lanzo la colilla a la calle. Salgo. Carolina me advierte que el cuarto huele a humo de cigarrillo. Me enjuago la boca. Abrimos la puerta del cuarto.

ncendemos el aire acondicionado pero "el cadáver, ay, siguió muriendo". ¡Uy, otra vez Vallejo! Tengo que pensar en otro poeta, en alguno festivo, que me anime. No se me ocurre ninguno. Deberían existir poetas preoperatorios que lo alienten a uno. Otra vez gotas para dilatar la pupila. Mi nube sigue ahí. Carolina y Mireya conversan. Entra otra enfermera y me dice que me tiene que tomar una vía. ¿Una vía? ¿Qué querrá decir con eso? ¿Una vía para dónde, le pregunto? Ahora lo sé. Una vía es el eufemismo que usan para dejarte una aguja clavada abajo, en la vena que está cerca de la muñeca. No sé cuantas veces más las fastidiosas gotitas para dilatar la pupila, pero mi nube sigue ahí, campante, en el ojo derecho. Llega la camilla. Me acuesto y, con ese vestuario ridículo de batita y gorrito de papel, me van llevando con mi nube a cuestas. Llego al quirófano. Frío. Mucho frío. Me ponen, en la vía, un suero. Vía Suereto, no sé porque pienso y me sonrío. El doctor Darío Savino me saluda, enmascarado. Me explica quienes van a estar en la operación, me los presenta. Yo, de verdad, no estoy para formalidades. Además, si le digo que le faltó por nombrar a César Vallejo que me mira fijo y triste al pie de la cama, pensará que no sólo del ojo me debe operar. Se me acercan caras, con máscaras y sombreritos y me ven de cerca. Pienso que a esta operación la está siendo falta como seriedad, pues ahora todos estamos enmascarados ya que me colocan parte de una sábana que me tapa el otro ojo y la nariz. ¿Puedes respirar bien?-pregunta Savino. Sí, perfecto, le respondo. De seguidas siento que me atraviesan una aguja que entra por el pómulo y me llega como hasta las entrañas mismas y Vallejo, gemebundo, corre desde mis pies y me susurra al oído: "Hay golpes en la vida tan fuertes, yo no sé." No termina Vallejo el poema cuando siento otra aguja que me perfora muy cerca de la primera y que decir doler es poco, pero que le sirve a Vallejo para continuar el verso "Golpes como el del odio de Dios" que interrumpe el doctor Savino, advirtiéndome que me quedará un hematoma en el pómulo, pero el fiel Vallejo no se deja estorbar en su declamación y remata con aquello tan apropiado de "Como si la resaca de todo lo sufrido se empozara en el alma. Yo no sé". -Lo sé- le respondo a Vallejo, pero Savino cree que la cosa es con él y me consuela diciéndome "Pero luego el hematoma se desinflará con el tiempo." Ujú, le replico. Es un ujú, seco, contundente, malencarado de este enmascarado que lo único que quiere es salir de una vez de todo esto. Comienzo a escuchar agua que corre. Agua fresca. Agua que recorre mi ojo derecho como buscando caminos para llegar a mi nube y refrescarla. Escucho metales, murmullos, el agua que sigue corriendo por mi ojo cuando de repente me lo invade cuatro luces oceánicas y sé que la nube ha sido separada. Siento pena por ella. Colocan algo en el ojo y ya no veo la agradable luz azulada. Siento que el brazo, donde está la vía, me arde y pienso: "Me están drogando con algo." Y es así. Todo es bienestar. Savino me dice: "Estamos listos, campeón, la operación salió perfecta". Gracias, creo que respondo, no lo sé, pues en el quirófano quedó mi nube atrapada por Vallejo y ahora todo yo soy otra nube con un regusto de vida bella y dominguera. Me sacan del quirófano. Mireya y Carolina ya están en el pasillo esperándome y me hablan, y yo sonrío, porque atrás quedó la nube y se llevó a Vallejo y en mi surgió un repique de trompetas, bongo, timbales y la voz de Celia Cruz que canta: "Usted, abusó, sacó provecho de mi abuso".

Mireya se tiene que ir al periódico. Carolina me trae a la casa en un taxi. Vamos conversando, pero ahí, como agua, como una uva chispeante, descalza y en bailanta para mi solo, Celia Cruz cambia de son y me canta ahora: "Tongo le dio a Brorondongo, Borondongo le dio a Bernabé, Bernabé le pegó a Mochilanga, le dio a Burundanga ...". Al final, escucho, a lo lejos, el solo de un saxo tenor en un toque de queda, luctuoso, y no escucho más a Celia Cruz y, misteriosamente, ya estoy durmiendo en mi cama.

 

Día 30

No hay escenografía. El escenario está vacío. No hay escenografía. De repente florece un parlamento, de inmediato, en la esquina contraria, brota otro. Ya el conflicto ha hecho su nido. Ahora vemos el personaje con alas agudas cayendo en barrena y levantándose. ¡Al fin ha nacido el pretexto dramático! ¡Ahí está la obra por escribir! ¡Vamos tras ella! El texto ahora vuela, nos picotea, nos persigue, huye. Escribimos y escribimos tendiéndoles redes, atrapándolo. ¿Por qué dicen entonces que el teatro ha muerto? Ahí está, volando, quemando sus alas en el sol de los espectadores.

 

Día 31

El sol se entibia. Ya pasó julio sobre la tierra y aún no sé de dónde viene la dramaturgia.