LA ESCENA IBEROAMERICANA. PUERTO RICO
DRAGÚN EN LAS MALVINAS

José Luis Ramos Escobar


Por extrañas circunstancias que, lejos de aparecer como simples coincidencias, se manifiestan con voluntad de mágica perturbación, una ponencia que preparaba sobre la recepción teatral para ser presentada en el congreso de Getea de 2002 se vio invadida por dos hechos inapelables: Osvaldo Dragún y Las Malvinas. Que Osvaldo Dragún deambule por El Caribe y entre y salga de nuestros textos como autor desvelado en busca de nuevas historias para ser contadas no es en sí mismo un acto que nos resulte ajeno. Después de todo, Chacho Dragún se caribeñizó desde que comenzó a visitarnos en la década del 60 y nos dejó embrujados con sus propuestas escénicas, sus utópicos proyectos que sabía convertir en el pan nuestro de cada día, con sus amoríos incandescentes y su enorme capacidad para seguir siendo niño. De manera que sentirlo renacer entre nosotros no tenía el aura de acontecimiento insólito. Sin embargo, al aparecer en Las Malvinas, excedió nuestra capacidad para el asombro y nos dejó maravillados para siempre.
En Puerto Rico existe una institución carcelaria denominada El Oso Blanco. Esta penitenciaría estatal se construyó en la década de 1930 con la finalidad de crear un ambiente más propicio para la rehabilitación de los presos. Por mucho tiempo, el nombre de Oso Blanco se le atribuyó al color de la enrome mole de cemento que en un tiempo estaba a las afueras de la ciudad capital y que hoy ocupa el centro mismo del área metropolitana. Algunos aseguraban que el nombre de la edificación había surgido por el apodo de un legendario delincuente que había sido uno de los primeros en ser encarcelados allí. Hace poco se develó el misterio de que en pleno trópico se denomine a una cárcel como Oso Blanco. Uno de los trabajadores que participó en la construcción de la prisión reveló que el nombre surgió de los sacos de cemento que se importaban de Venezuela pues en Puerto Rico no se producía cemento. El nombre del cemento venezolano era Oso Blanco. Esta aparente digresión sobre el nombre de esta penitenciaría va dirigida a establecer los múltiples factores que influyen en las denominaciones que se le atribuyen a lugares y edificios pues la sección de seguridad mediana del Oso Blanco se le llama Las Malvinas. Tal vez porque cuando se construyó este anexo al Oso Blanco ocurría la malhadada guerra de Las Malvinas, Malvinas se llaman en todo el mundo y no Faulkland Islands como pretenden los ingleses en su jerga imperial, unido al factor distancia, pues el anexo queda alejado del edificio principal, o por las guerras interminables que desataron allí grupos rivales de confinados, guerras que en las últimas décadas produjeron decenas de muertos, pero lo cierto es que cuando se mencionan Las Malvinas todo el mundo señala con aprehensión hacia la cárcel de mediana seguridad. Allí fue que reapareció Chacho Dragún, después de haberse quedado dormido en un cine porteño hace algunos años.
El Departamento de Drama de la Universidad de Puerto Rico ofrece desde 1979 un curso titulado Actividades dramáticas que va dirigido a realizar talleres de creatividad y destrezas teatrales en comunidades marginadas, hogares de ancianos, orfelinatos, centros de rehabilitación, hospitales de siquiatría e instituciones penales del país. El propósito es ofrecer el teatro como recurso para estimular la imaginación, vehículo para la comunicación y expresión, y medio para propiciar la creación estética. Este curso lo ha dictado durante muchos años la profesora Rosa Luisa Márquez. Entre los talleres que se realizaron este pasado año académico resalta el ofrecido en Las Malvinas.
Durante un año y medio, grupos de cuatro estudiantes del curso de Actividades dramáticas estuvieron trabajando con confinados de Las Malvinas. Estos confinados cumplen penas de cárcel que van desde diez años hasta cadena perpetua por delitos que van desde tráfico de drogas hasta asesinatos. Ocho de ellos culminaron el proceso con el montaje de "La historia de cómo Panchito González se sintió responsable de la epidemia de peste bubónica en África del Sur". El resultado es un homenaje a la memoria de Osvaldo Dragún y al poder del teatro para mediante el desarrollo de las capacidades creadoras posibilitar nuevos escenarios para las vidas de los participantes. Se cumple así de manera espléndida la aspiración brechiana de que el teatro ejercite a los participantes para el cambio social.
El viernes 13 de mayo de 2003 se hizo la presentación de los confinados en el anfiteatro de Las Malvinas. Cuatro estudiantes, Carlos Alexis Cruz, Lixandra Merced, Lymaris Pérez y Mayra Acevedo había estado trabajando desde enero de 2003 con un grupo que confinados que se mostró interesado en los talleres, interés que variaba semana a semana y preso a preso. Algunos iban porque no había otra cosa qué hacer, otros para ver a las muchachas que ofrecían los talleres y la mayoría, por simple curiosidad. Cometieron un solo error: participaron de los talleres y quedaron irremediablemente atrapados en la magia teatral. Los talleres utilizaron diversas técnicas de calentamiento corporal, ejercicios de juegos teatrales como balsear, construir máquinas o sistemas de organismos con los cuerpos, entre otros ejercicios y técnicas de creatividad teatral que la profesora Márquez presenta en su libro "A saltos". Según la documentación del proceso, unos de los ejercicios más provocadores y de mayor repercusión entre los confinados fue el realizado por el artista plástico Antonio Martorell, quien fue de invitado a Las Malvinas. Martorell hizo que los presos dibujaran sobre rollos de papel de imprenta sus siluetas. Para ello tenían que acostarse en el suelo e ir marcando su figura. Señala Carlos Alexis Cruz, uno de los jóvenes que dirigía los Talleres: "Esto sí que era impresionante y medio extraño ya que las siluetas en el piso usualmente se asocian a las muertes por homicidios, cuerpos tirados, ultimados en le suelo, y al ver a los confinados dibujando dichas siluetas, no sé es como un cambio de roles. Pero sé que esto va a yudar a que éstos vean las siluetas de otra manera." Y efectivamente, luego Martorell les pedía a los presos que rellenaran las siluetas con témpera o tiza, tratando de reflejar su cuerpo en la silueta. Señalan los talleristas que en ese momento, Las Malvinas, ámbito desértico y monótono, comenzó a cobrar vida en el colorido de los cuerpos, imagen tan lejana de los uniformes grisáceos y de las paredes inhóspitas. A continuación se recortaban las siluetas y esas figuras dibujadas comenzaron a ocupar espacio tridimensional hasta que los confinados las ponían a bailar al ritmo de una percusión que ellos mismos ejecutaban, haciéndolas girar en un tiovivo imaginado que desafiaba el encierro de la prisión.
El montaje de "La historia de Panchito..." se llevó a cabo en virtud de las experiencias de los presos. Es decir, se recurrió a formas de representación que emanasen del contexto en que se inscriben los confinados en una institución carcelaria. Debido a que los presos dedican gran parte de su tiempo libre a ver televisión, el montaje tomó como vehículo programas, técnicas y procedimientos televisivos. Mediante ejercicios de actuación, adiestramiento corporal, de dicción, concentración y proyección los presos y los estudiantes fueron haciendo suyo el texto de Osvaldo Dragún. Así la historia de Panchito se descompuso en fragmentos y secuencias que adquirieron nueva significación al permearse del intertexto televisivo. La presentación comenzó con un segmento de misterio, seguido de un noticiario, que establecieron la carencia de empleo de Panchito y la recomendación que recibe de parte dede unos líderes políticos.. A continuación Panchito y su esposa protagonizaron la telenovela "Beso de amor" en la que argumentaban sobre su situación y la oferta que le había hecho en la compañía. Un nuevo anuncio sobre carnes interrumpe la acción, para luego dar paso al programa de entrevistas "Lauro en América". Las entrevistas giran en torno a los prejuicios raciales para justificar el envío de carne de rata a África del Sur, porque después de todo son negros. Nuevos anuncios sirven de intermedio para la presentación del programa de variedades "Sábado enano", en la que un parodiado Don Francisco se convierte en Don Panchito. Culmina la presentación con una secuencia tipo dibujo animado y la intervención sofocante de los paparazzi. En su propuesta escénica, estos confinados recurrieron a técnicas posmodernas de discontinuidad, fragmentación, duplicación y simulacro, combinando elementos fársicos, melodramáticos, cómicos y patéticos. El resultado fue una representación dinámica, retadora y estimulante.
Luego de la representación tuvimos un foro de discusión con los presos actores, los presos espectadores y los pocos invitados que nos atrevimos a entrar a las entrañas de Las Malvinas. Resultó iluminador observar cómo los confinados volvían a ser ellos, es decir, regresaban a su jerga, a su gesticulación, a su mirar ladeado, en obvia contraposición a los personajes que habían caracterizado en la obra. Esa conciencia teatral que había asumido durante la representación fue el mejor testimonio de la labor de los estudiantes y de la transformación que los presos habían sufrido. Ahora sabían que podían ser otros y vivir sus vidas más allá de las verjas electrificadas y las torres de vigilancia perpetua. Era como si le hubiesen nacido alas.