LA ESCENA IBEROAMERICANA. URUGUAY
ALGUNOS BOTONES DE MUESTRA
Por Jorge Pignataro Calero

En la variada y desmedida profusión que, como de costumbre, ofrece la cartelera teatral montevideana dentro de una temporada que inicialmente se presentaba un tanto desteñida y poco entusiasmante pero que de pronto levantó presión a puro talento, brillo y compromiso, reclaman atención el alemán Heiner Müller, el norteamericano Donald Margulies, y el dieciochesco francés Alain René Lesage.

Para los aficionados uruguayos el primero es una figura ya familiar desde temporadas anteriores, cuando el equipo argentino del Periférico de Objetos dirigido por Daniel Veronese introdujo “Hamletmachine” en una Muestra Internacional; a la que siguieron “Cuarteto”, estupendamente servida por el malogrado gran director Eduardo Schinca y la pareja protagónica Estela Medina-Levón; “La batalla”, donde el director alemán Alexander Stillmark dio fermental impulso al entusiasta grupo juvenil Trenes y lunas; y la directora Mariana Percovich sumó el sugestivo unipersonal “Ayax” en el Instituto Goethe. “La misión” fue el quinto título que acaba de deslumbrar por la Comedia Nacional de la mano del joven y talentoso director Alberto Rivero.

El norteamericano se dio a conocer el año pasado con “Historias ajenas” (intenso duelo interpretativo entre la veterana Elena Zuasti y la laureada revelación de Soledad Gilmet) reiterando el interés de sus propuestas con “Cena entre amigos” (Premio Pulitzer 2000) que, además, se benefició de un formidable cuarteto actoral (Margarita Musto, Susana Groisman, Ariel Caldarelli y Mario Ferreira); y el posmolieresco Lesage (aquel del clásico “Gil Blas de Santillana”) se anticipó al género vodevilesco con “Turcaret”, donde la Comedia Nacional revalidó sus prestigios a pesar de lo extenso de la obra.

Sin embargo, la opción preferible para esta nota apunta a los autores nacionales, celebrando el retorno del laureado dramaturgo y director Alvaro Ahunchaín con “El estado del alma”, y el debut como autora de la excelente actriz Margarita Musto con “En honor al mérito” (estrenada el año pasado), caras ambas de una comprometida y compartible preocupación común por el rescate de la memoria colectiva. El título elegido por Ahunchain refiere a la expresión acuñada por el presidente Batlle para fundamentar la creación de la Comisión para la Paz que investiga el destino de los desaparecidos durante la dictadura militar; y sencillamente enfrenta en la antesala de dicha comisión a dos mujeres citadas para testimoniar sobre lo ocurrido más de un cuarto de siglo atrás, cuando ambas militaban resistiendo al gobierno de facto. Una de ellas sigue fiel a su pensamiento de entonces, en tanto la otra ha cambiado radicalmente, lo que da lugar a un ríspido diálogo de inusual intensidad que las actrices Ana Rosa y Laura Sánchez abordan con amplio y profundo uso de recursos actorales, pautado por luces y ambientación sonora que introducen oportunos y eficaces toques hasta desembocar en una inesperada vuelta de tuerca final que corona un sobrio y descarnado discurso dramático exento de sesgo panfletario y de sentimentalina.

Aunque animado de análoga preocupación, es distinto el asunto de “En honor al mérito”, obra ganadora del premio Florencio de la crítica al mejor texto de autor nacional del 2001. Aquí el personaje es un sicario de la dictadura que, al parecer, habría participado en el asesinato del senador Zelmar Michelini, cosa que en un momento de flaqueza o de intimidad habría confiado a su pareja y ésta, a su vez, estaría vinculada a una enfermera citada para declarar en una investigación que quedó trunca por disposición de las autoridades dictatoriales, investigación que existió en la realidad y en la que se inspiró la autora basándose en actas oficiales recogidas en notas periodísticas. Todo se centra en evitar que la enfermera declare, y en el terror del sicario que teme por su vida. La imaginable extrema tensión de las situaciones se vio multiplicada por la interpretación de los tres personajes: la enfermera (la autora Musto), el sicario (Jorge Bolani, al decir de un crítico "de una intensidad que ya no se puede") y su pareja (Paola Venditto); y reforzada por una puesta de Héctor Guido que ubicó el escenario como un ring de box en medio de la enorme platea del teatro El Galpón, y sobre el escenario habitual el escenógrafo Osvaldo Reyno levantó una "instalación" en semipenumbra que permitía entrever el "submarino", la "colgada" y otros elementos de tortura en medio de los cuales deambulaba un fantasmal personaje mudo.

Pero la preocupación y los temas inherentes no parecen, felizmente, agotarse con lo dicho. En momentos de escribirse esta nota, es inminente el estreno de “Memoria para armar”, dramaturgia y puesta en escena de Horacio Buscaglia adaptando el libro de análogo título, reciente obra colectiva que recoge testimonios de mujeres sobre los "años de plomo" de la dictadura. Con ella el autor y el Teatro Circular de Montevideo donde se representará, prolongan la línea iniciada el año pasado cuando el mismo Buscaglia inspirándose en textos de Raymond Carver y bajo el título de “Para abrir la noche”, reunió varios personajes que tenían en común el recuerdo de un amigo que llega al suicidio apegado a ideas entonces compartidas por todos ellos pero actualmente sin la misma convicción.

Ese interés de un buen número de dramaturgos y teatristas uruguayos por la acuciante realidad social del momento –que de alguna forma viene a reavivar la eterna e inagotable polémica en torno al deber o el compromiso del intelectual y el artista en oposición a quienes sólo les preocupa la búsqueda de la belleza-, reconoce otras vertientes aparte del rescate de las dolorosas instancias vividas bajo el autoritarismo castrense. Entre ellas escojo, como ejemplar botón de muestra y pese a su deliberado y asordinado tono menor, “Piedras y pájaros” de la joven actriz y debutante dramaturga Marina Rodríguez, integrante del seminario de dramaturgia que en el teatro El Galpón conduce y orienta Luis Masci. Con una interesante formulación escénica acertadamente recogida y comprendida por el director Dante Alfonso, se encara el problema de la inmigración procedente de España décadas atrás y, a contrario sensu, se están recreando la esperanza y la angustia de quienes en el viaje inverso ayer nomás emprendieron el exilio salvador y hoy procuran un mejor destino para sus vidas.

La profusión mencionada al principio daría paño para una nota no solo más extensa sino también más pormenorizada y detenida en referencias menudas en torno a sus variadas y abundantes

propuestas. Pero la opción precedente se ha orientado a subrayar y poner de relieve las creaciones empeñadas en explorar acuciantes realidades actuales y nuestras como formas activas y en general estéticamente inspiradas que son, en definitiva, manifestaciones tangibles de una interminable y siempre recomenzada búsqueda de la elusiva identidad nacional. Menuda tarea y borroso perfil para un teatro que aspira a ser nacional o, más ampliamente, rioplatense.