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LA ESCENA IBEROAMERICANA.
PUERTO RICO UN MUSICAL PUERTORRIQUEÑO EN BROADWAY: ENTREVISTA A PABLO CABRERA Por Rosalina Perales Universidad de Puerto Rico
Más de medio siglo del teatro puertorriqueño, realizado en la Isla o en Nueva York, ha estado ligado a la figura de un excelso director, Pablo Cabrera, "permanente educador y escritor, director y productor de teatro, televisión y cine, diseñador, coreógrafo y consultor artístico" (Ramón Albino); profesor de teatro y decano del Colegio de Hostos de la Universidad de CUNY en Nueva York, por treinta años. Nos reunimos con él antes de ver la presentación de su último trabajo en Nueva York, “¿Quién mató a Héctor Lavoe?”, para conversar sobre su obra y su trayectoria. “¿Quién mató a Héctor Lavoe?” es un musical latino estrenado en 1999 en el Seventh Street Theater de Nueva York. La producción estableció un record de taquilla en el circuito off Broadway de Nueva York al convertirse en la primera obra de teatro en español en mantenerse en cartel por más de 392 funciones. Cuando se llevó a Puerto Rico también se presentó con llenos totales. ¿A qué obedeció el fenómeno? Tal vez al gran acierto de crear un musical de salsa, alrededor de una figura carismática, popular, aun póstumamente; recordada y amada por un gran público en ambas orillas: Puerto Rico y Nueva York. La trama es sencilla: la vida y obra de un salsero puertorriqueño recreada mediante una retrospección fragmentada que parte de uno de sus conciertos. Cada canción remite a una etapa de su vida, a un hecho fundamental presentado como principio vital o final absoluto. Más que un trabajo de texto, es de música. El texto significante y el subtexto lo constituyen las canciones, por encima de la dramaturgia, que funciona como pretexto. Más que un trabajo de actuación es un trabajo de canto y soneo musical - improvisaciones del cantante de salsa, en medio del ritmo que sigue -. Es una invitación al público -el cual responde con entusiamo y espontaneidad- a transportarse a la nostalgia de un mundo festivo ya ido, a través del lenguaje popular -en coqueteo con lo vulgar- impregnado con chistes y anécdotas, que se aplauden sin cesar. El público es un signo fundamental de este espectáculo. Sus reacciones, sus coros a las canciones, vienen a llenar la ausencia real de "El cantante" que a través de la obra augura lo que será su extemporánea desaparición. Sobresale el uso del espacio -mínimo- en su relación con la escenografía -una tarima giratoria con los músicos en diferentes niveles y los bailarines, que también fungen como personajes de la obra. Luces, color, escenografía y vestuario forman un todo homogéneo que remite al cromático iris caribeño. El público, código activo de este montaje, canta, se mueve, aplaude y su reacción de aprobación, de identificación en el lenguaje zigzagueante entre el español y el "spanglish" del barrio, constituyen la a esencia de este espectáculo, pretexto para revivir sensaciones únicas, bien cantadas, y su recuerdo, que en travesía por la memoria recrea el director; el artista. RP: Pablo, ¿dónde te preparaste para el teatro? Estamos tan acostumbrados al brillo de tus trabajos que ya nos hemos olvidado de los orígenes. PC: Sí, ha pasado el tiempo. Estudié en la Universidad de Puerto Rico y en el Centro de Cinematografía en Roma. Eso fue en 1959. Recuerdo que entre mis compañeros de clase estaba Claudia Cardinale. Ya era famosa en el cine, pero estudiaba con la misma intensidad que nosotros y con la misma dignidad con que hacía sus trabajos en pantalla. Nada de divismo. RP: ¿Por qué no seguiste en el cine después de tus estudios? PC: Lo hice. Comencé mi carrera profesional en la Sección de Cine de la Oficina de Educación a la Comunidad, que pertenecía al Departamento de Instrucción Pública del Gobierno de Puerto Rico. Por entonces descubrí la televisión y me desvié. Entre el teatro y la televisión se me escapó el tiempo de desarrollarme en la cinematografía. RP: Sé que has trabajado no sólo en la televisión puertorriqueña, sino en diferentes estados, en los Estados Unidos. PC: Así es. En Puerto Rico más de doce años. Luego, en Nueva York, Conneticut y Boston. Trabajé en producción, escritura de guiones y dirección, tanto en canales públicos del Gobierno, como en los comerciales. Dirigí, por ejemplo, la serie “The New Voices” para PBS [Public Broadcasting System] de Boston, que fue una serie nacional. RP: Pero continuabas haciendo teatro y brincando la cuica entre Puerto Rico y Nueva York. Tu vida es como un símbolo del puertorriqueño del siglo XX y de su identidad: un pendular entre dos culturas. (Me mira y sonríe…) ¿Qué has hecho para el teatro? PC: (Se ríe.) De todo. He hecho de todo. Mucho teatro puertorriqueño, clásico y popular, desde estrenos como “La farsa del amor compradito”, de Luis Rafael Sánchez, hasta dramaturgos modernos [recientes] como Pedro Pietri, que escribe en inglés, en Nueva York. He hecho mucho René Marqués y [otros] clásicos puertorriqueños de todas las épocas. He dirigido óperas clásicas y puertorriqueñas, zarzuelas, ballet, musicales. He escrito, producido, dirigido, adaptado… He trabajado mucho y lo he disfrutado. RP: ¿Cuál es tu obra más recordada? PC: ¿Por mí o por el público? RP: Los dos. PC: Creo que [es] “La verdadera historia de Pedro Navaja”. Fue un trabajo inolvidable que el público aún recuerda. Lo hice en 1980, en Puerto Rico e hizo historia, pues fue la primera obra que estuvo en cartelera por casi dos años consecutivos. Tuvo la misma aceptación en los países donde me pidieron que la dirigiera [posteriormente], especialmente en Venezuela. RP: ¿Dónde más la hiciste? PC: En República Dominicana, Cuba y Nueva York. Pero en Venezuela gustó tanto que la Compañía Nacional de Teatro me invitó posteriormente a inaugurar dos de sus temporadas. En Nueva York inauguró el Festival Latino del New York Shakespeare Festival. El de Josepp Papp, que perdimos con la muerte de ese gran visionario teatral que fue Papp. RP: Ya que estamos en musicales [Pedro Navaja], hablemos de este último trabajo en ese género, de “¿Quién mató a Héctor Lavoe?” PC: Creo que de esa mejor hablas tú porque está muy fresca. No olvides decir que fue un gran trabajo de investigación. Me tomó años investigar y entender la vida de ese gran talento, un héroe de la urbe popular que se perdió en las drogas. RP: El peor mal de la modernidad. PC: El peor. Lavoe no supo manejar la fama. El público lo adoraba; por eso le toleraron su irresponsabilidad al final de su carrera. Llegaba horas tarde a los conciertos; drogado; le faltaba el respeto al público con comentarios vulgares; cínicos… Y aun así, lo adoraban. En el fondo siempre fue un buen muchacho del campo puertorriqueño; la ciudad y la fama lo consumieron. RP: Después comento la obra, pero antes me gustaría saber sobre el proceso de creación. PC: Fue un proceso largo. De años. Por momentos pensé en desistir del proyecto porque era muy fuerte y me aniquilaba, pero siempre aparecía algo que me instigaba a seguirlo. Me habían hablado de producirlo en grande para Broadway. Originalmente la había empezado a escribir para Broadway. Pero ese proyecto no resultó. Apareció otro productor, David Maldonado, y me lo pidió para off Broadway [es decir, el circuito de teatro profesional aledaño a Broadway, pero donde se realizan trabajos dramáticos o musicales de menor costo y envergadura, como este musical de salsa en español]. Así surgió el libreto final. Es una obra de música, no solamente musical. Estuve oyendo salsa por dos años. Todo lo que grabó Lavoe con Willy Colón y con otras orquestas. Pero a la vez estuve haciendo entrevistas a su esposa, a sus amigos y familiares. A los compositores, los directores de orquesta. Todos los que trabajaron con él. Y al que fuera su amigo hasta el final, Ismael Miranda, ese otro gran cantante de salsa. La obra es la vida y la carrera de Héctor Lavoe [Héctor Pérez]. Pero es también la recreación de los salones de baile de los latinos en Nueva York en los años 50, 60 y 70s. Era cuando las grandes orquestas de toda Latinoamérica, especialmente del Caribe, iban a Nueva York a triunfar. Los cantantes tenían un sitial casi sagrado. Tenían un público fijo; un gran público que los seguía. Era la época de Celia Cruz, de Willy Colón, Ismael Miranda, Johnny Pacheco… En esos años se creó la FANIA, una gran compañía disquera, que funcionaba como productora para las orquestas y los cantantes de salsa con fama asegurada; los grababa y difundía su música por todo el mundo. Celia Cruz, Rubén Blades y Héctor Lavoe son de los más recordados… Se creó la gran fiebre mundial de la salsa. Y dentro de esos grupos y esas grandes ventas, Héctor Lavoe era el Rey. Era una superestrella; atraía a más público, especialmente del 69 al 70. Fue por eso que Rubén Blades le escribió la canción “El cantante”. RP: Veo que te entusiasmaste con la época. PC: ¿Quién no? Fue de ahí de donde salió esta obra, de los conciertos de Héctor Lavoe. Creé uno ficticio en el que se pasa revista a su vida [personal y profesional], la vida de "El cantante", como le llamaban todos a Lavoe, desde sus recuerdos. En el transcurso del concierto el tiempo se trastoca en la mente de El Cantante. Por su mente pasan escenas de su vida. Presagia a su muerte. [Y, mientras,] establece una dinámica de amor y desprecio con el público, que lo adora y lo perdona todo. EP: ¿Quiénes hicieron el trabajo de la música y la coreografía, puertorriqueños o norteamericanos? PC: El asesor musical fue el legendario Johnny Pacheco, extraordinario músico, compositor, arreglista y director de orquesta; promotor y productor dominicano, cuya prestigiosa carrera está ligada a la de Lavoe y todo ese grupo grande de la salsa. Los arreglos musicales para las canciones integradas en la obra los hizo el puertorriqueño Oscar Hernández, que también fue el director musical de la obra. La coreografía es de los puertorriqueños Nadine Gautier y Anthony Rodríguez. Anthony tiene su propio grupo de baile que se llama La Santa Luz. Ese grupo ha tenido gran éxito en Estados Unidos y Europa. Anthony baila a menudo en espectáculos de cantantes, entre ellos, Ricky Martin y Maddona. RP: Y, algo fundamental para un tipo de trabajo musical basado en la vida de un cantante famoso y carismático, ¿quién es el actor que interpreta al "Cantante"? ¿Cómo lo escogiste? PC: ¡Hum! Parecería fácil porque hay abundancia de cantantes de salsa. Pero tenía que ser uno que tuviera buena voz, que se le pareciera a la de Lavoe, pero además tenía que actuar. La elección recayó en el cantante Domingo Quiñones. El público lo aceptó de inmediato. Después lo sustituyó Raúl Carbonell, hijo, quien, aunque canta salsa, y canta bien, es más actor que cantante y su profesión es la actuación. Físicamente era casi una copia de Lavoe. Tanto, que la viuda [de Lavoe] abandonó la sala. Al final, Carlos Esteban Fonseca terminó las funciones. Todos son puertorriqueños. RP: La cantidad de público que ha ido a ver la obra y las buenas críticas que recibió demuestran que hay un público listo para el teatro latino en Nueva York. ¿Cómo ves el ambiente? PC: Si hay un buen productor se puede hacer un buen espectáculo. Y si hay un buen espectáculo, sin duda el futuro del teatro latino en Broadway tiene un público y un lugar. RP: Con esos elementos y con un buen director como tú, el éxito parece garantizado. Ya estamos esperando esos próximos proyectos. PC: Pronto… La última función de la obra fue hace unos meses y cerró por falta de sala para continuarla. |
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