DOSSIER
CREACIÓN COLECTIVA, MARCO INSTITUCIONAL Y EXPERIENCIA PEDAGÓGICA
Por Lola Proaño-Gómez (Pasadena City College) y Gustavo Geirola (Whittier College)

EL DESAFÍO DE LA PRODUCCIÓN TEATRAL EN EL MARCO UNIVERSITARIO ESTADOUNIDENSE

Pasadena City College es una institución estatal, con un gran porcentaje de estudiantes pertenecientes a las minorías. Entre ellas, la mayor es la latina, con casi el 40% del total del estudiantado. Se los puede definir como aquellos que tienen algún nexo familiar, de lengua o de raza con América Latina. Casi todos ellos pertenecen a la clase trabajadora y son descendientes de inmigrantes mexicanos o centroamericanos, emigrados de la guerra o de la pobreza y, en su mayor parte, con poca o ninguna educación formal. La gran mayoría de los participantes en este proyecto de teatro en “español”, es la primera generación que inicia estudios universitarios, financiados con su propio trabajo.

A fines de 1998, cuando terminaba mi curso de Literatura Latinoamericana, un grupo de estudiantes hispanos se me acercó, pidiéndome dar continuidad al intercambio de conocimientos sobre América Latina que habíamos iniciado en la clase. En cierto modo, había sido muy importante para ellos iniciar la recuperación de sus raíces y el conocimiento acerca de su cultura. Surge así el grupo “Asuntos latinoamericanos a través de las artes” (LAIA) que, desde entonces, promueve actividades culturales de todo tipo dentro del Pasadena City College.

Como investigadora teatral y aficionada al teatro, siempre fue mi sueño formar un grupo de teatro estudiantil que hiciera espectáculos en español. Esta organización me dio la oportunidad de hacerlo, pues contaba con un pequeño presupuesto para desarrollar actividades culturales. Invité entonces a Gustavo Geirola a acompañarme en esta aventura. Desde entonces, Gustavo y yo hemos trabajado juntos en tres puestas: “Trazos y fragmentos” (1999), “Palabra” (2000), y este último año, “Ferrocarriles” (2002).

Si bien los dos primeros espectáculos fueron creados con el apoyo de una organización estudiantil como es el grupo antes mencionado, “Ferrocarriles” contó con la financiación conseguida a través de un programa estatal llamado “Asociación para la excelencia”, que cuenta con fondos para mejorar la educación a través de programas innovadores. La actividad teatral, de acuerdo a los términos de la propuesta que presentamos para conseguir los fondos del mencionado programa, profundizaría el conocimiento de la cultura por parte de los estudiantes involucrados y haría del aprendizaje de la lengua en contexto, una experiencia placentera y fructífera. Los estudiantes mejorarían la adquisición de la lengua a través de la lectura, de las discusiones, de sus posibles interpretaciones, de la memorización de los textos y de la preparación de posibles preguntas para los espectadores. A su vez, tanto los estudiantes como la comunidad espectadora, experimentarían una mayor inmersión en la historia y la cultura latinoamericanas.

Con estos antecedentes, quiero contarles el proceso de producción de estos espectáculos, que a pesar de contar con cierto apoyo económico de las asociaciones estudiantiles del College o de programas educativos estatales, suponen un trabajo arduo y constante para sortear todas las dificultades y lograr su éxito final.

El primer problema a vencer, y quizá uno de los más arduos en las universidades y colleges estadounidenses, es conseguir el espacio para los ensayos y para la función. A pesar de que el College cuenta con muchísimos edificios, y debido a que funciona diariamente desde las siete de la mañana hasta las diez de la noche, el conseguir un espacio para el ensayo, con un horario y día fijos, es todo un triunfo. Para hacerlo es necesario esperar que todas las clases de cada semestre tengan sus espacios y horarios asignados, y luego ver si entre los espacios que quedan disponibles hay alguno apropiado para nuestros intereses. Generalmente esto no sucede, por lo que tengo que empezar, mediante política y relaciones públicas, a convencer a los profesores de las diversas clases a re-ubicarlas en otro espacio que al momento se encontrara libre. Unas veces tenemos suerte y obtenemos el espacio y el horario deseado, otras, tenemos que adaptarnos a las disponibilidades. El resultado es que o bien se consigue una sala para ensayos que no es donde se va a realizar el estreno, o bien se ensaya en la sala pero bajo constantes restricciones. Por ejemplo, aunque nos haya sido asignada la sala, en ciertas fechas puede ser necesario cambiar de lugar debido al alquiler del espacio para actos públicos. Asimismo, las condiciones ligadas a las normas de seguridad y a las pólizas de seguros imponen limitaciones: no se puede bloquear espacios de salida para casos de incendio, no se puede usar ciertos materiales, etc. A su vez, si se modifica el espacio de alguna manera, al final del ensayo hay que volver a poner todo en su lugar, lo cual consume parte del ya escaso tiempo asignado al mismo: en general, los últimos diez minutos de cada reunión hay que dedicarlos a dejar todo como se lo encontró al llegar. No está permitido comer ni usar los equipos de luces y sonido si no se cuenta con la presencia de los técnicos autorizados.

Una vez que tenemos el horario y el lugar asignados –con toda la burocracia de papeleos y firmas de por medio- empieza la labor de reclutamiento de estudiantes para formar el grupo. El problema mayor es que cada semestre cambia el cuerpo de estudiantes, por lo que generalmente cada vez el grupo se integra de manera diferente, lo que significa doble esfuerzo de reclutamiento y de entrenamiento. Los estudiantes que han integrado los grupos en los tres años, han sido estudiantes que vienen de diversas carreras: historia, literatura, biología, matemáticas, arte, etc. La labor de reclutamiento se hace aún más difícil porque es indispensable que los participantes hablen español –aunque en algunos casos hemos hecho la excepción y luchado con la pronunciación y la memorización en una lengua que no les es lo suficientemente familiar.

Una vez iniciados los ensayos y determinado el tema o lo que se va a presentar en escena, todos los detalles de la producción tienen que ser administrados básicamente por mí, pues, aunque cuento con el apoyo de los servicios del College, la situación es similar a la del espacio. Queda entonces a mi cargo todo lo que corresponde a la parte organizativa del proceso de producción: conseguir el espacio, establecer horarios que puedan compatibilizar necesidades de todos, contactar y coordinar el trabajo de técnicos, trabajar con la escenografía y el vestuario y, por último, encargarme de que todos estén informados del proceso y, en caso de inconvenientes con clases, exámenes, etc., resolver los problemas. Cada departamento, cada programa tiene sus eventos y es difícil hacer coincidir fechas, horas y lugares de modo que los técnicos iluminadores y sonidistas puedan asistir a los ensayos y por supuesto al espectáculo.

A diferencia del primer año, en que tanto la decisión acerca del vestuario como su elaboración quedó en mis manos, en los dos últimos años he contado con la colaboración de mi colega Bárbara Padrón León, quien se ha encargado en su mayor parte, del vestuario y el maquillaje.

Cuando llega el momento de la promoción, el primer paso y quizá el más importante, es el anuncio en todas las clases de español, donde se sigue el procedimiento de los “extra-credit”, quiere decir que al estudiante que asiste y escribe algo sobre lo que ha visto se le da un punto extra en alguna de sus calificaciones. Luego viene el anuncio a nivel institucional; para ello he contado con el apoyo del Courier, el periódico en inglés que aparece semanalmente y en el que he conseguido, en alguna ocasión, que publiquen no sólo el anuncio sino también una crónica con fotos de los ensayos. Adicionalmente, se imprimen posters con el anuncio del estreno y con la ayuda de algún estudiante voluntario, se los coloca por todo el campus. Finalmente, el anuncio a la comunidad se hace gracias al aviso luminoso que tiene el College en la esquina más transitada, donde desde la semana anterior aparece la hora y la fecha del espectáculo. Además, se envían cartas personales a los profesores de español, jefes de departamento y decanos de las instituciones educativas universitarias y escolares tanto de Pasadena, como de las ciudades vecinas.

Cada una de las puestas en español ha generado expectativa tanto en el College, como entre nuestros colegas y en la comunidad. A ello obedece el hecho de que en todos los estrenos, hemos superado las doscientas cincuenta personas –máxima capacidad permitida en el Harbeson Hall, donde hasta ahora se han realizado todos nuestros espectáculos. El repetido éxito en términos de asistencia se explica por la contribución que esta actividad teatral tiene para la cultura hispana en California, donde hay mucha oferta de teatro latino, pero no de teatro latinoamericano.

Al respecto, resulta interesante mencionar algunos de los comentarios de los estudiantes que asistieron a los estrenos. En general ellos reflejan el asombro de ver a sus compañeros y profesoras –que no son profesionales del teatro- actuando “profesionalmente”, es decir en un nivel para ellos inesperado. Otro comentario muy frecuente subraya el impacto que les causa enfrentarse a un teatro completamente distinto al estadounidense.

Resulta altamente estimulante, por una parte, formar parte del proceso de creación y producción del espectáculo, y por otra, observar la reacción de los estudiantes y la comunidad. La transformación más apreciable en los estudiantes se detecta no sólo en el manejo de la lengua, sino aún más en el desarrollo de su autoestima y en el aprecio de su propia cultura. Algunos de los alumnos participantes han decidido especializarse en campos relacionados con el teatro.

Para mí, como promotora de este proyecto, ha sido enormemente satisfactorio constatar que varios estudiantes que participaron del mismo decidieran luego especializarse en disciplinas relacionadas con lo teatral. Por otra parte, como investigadora de teatro latinoamericano, me ha sido muy útil poder experimentar el proceso, no sólo desde la butaca como espectadora, sino también conocerlo desde adentro –tanto desde la actuación como de la producción- y vivir las dificultades, satisfacciones y emociones que éste brinda.

PREPARACIÓN ACTORAL DEL ESTUDIANTE Y DINÁMICA DEL TRABAJO GRUPAL

Hace casi once años que frecuento la actividad teatral estadounidense. He dirigido algunas puestas a nivel profesional, ligadas a la actividad universitaria (como ocurre con gran parte del teatro en Estados Unidos), pero mi mayor experiencia ha consistido en lo que aquí se denomina "producciones estudiantiles". En general, los estudiantes que hacen su especialización en teatro y que tienen cierto entrenamiento corporal, vocal e interpretativo son aquellos que toman sus clases en los Departamentos de Teatro, que hablan inglés y que representan obras del repertorio inglés y estadounidense. Muy rara vez los Departamentos de Teatro presentan una obra de otra cultura y, si lo hacen, utilizan traducciones al inglés. No obstante, el tipo de actuación, la organización de la producción y la distribución de los tiempos de dicho proceso están completamente compartimentalizados y son muy poco afines al estilo de trabajo teatral en América Latina.

Hacer teatro en español dentro de dichos departamentos de teatro es una tarea casi completamente imposible, debido a múltiples factores que no puedo detallar aquí. Por todo ello, mi tarea durante todos estos años ha sido buscar una metodología de trabajo que, respetando ciertas formalidades pedagógicas y administrativas típicas de las universidades y colleges, pudiera abrir un espacio a la producción de teatro latinoamericano en castellano (no he trabajado mucho con teatro español y menos aún con teatro US Latino). Desde ya, la diferencia de presupuestos entre los departamentos de teatro y los de lengua no fue lo más difícil de superar. La verdadera dificultad, en mi caso, fue ir construyendo una metodología de trabajo que permitiera una producción teatral digna y lo más profesional posible mediante la coordinación de varios niveles:
a) un repertorio de ejercicios de actuación para estudiantes que, aunque hablan castellano, no son estudiantes de teatro. La mayor parte de estos estudiantes no tienen formación corporal, vocal o interpretativa. Algunos, especialmente las mujeres, tienen a veces una base corporal dada por algunas clases de danza. Algunos estudiantes varones tienen cierta competencia en algún instrumento musical. Ninguno tiene experiencia actoral como para construir un personaje.
b) Una distribución adecuada del tiempo de trabajo. En general, hay muchísimos problemas para consolidar un grupo. En primer lugar, a diferencia de Whittier College, en donde yo trabajo full-time y donde se ha incorporado una clase—Workshop in Latin American Performance Experience—que les sirve para su plan de graduación, los estudiantes del Pasadena City College acuden a la convocatoria para hacer teatro con la idea de que es una actividad vocacional, que no pueden usar para acelerar o incrementar su costoso plan de estudios. Traen una idea de teatro muy precaria, ya que la mayoría confiesa no haber ido nunca a ver una obra. Si tienen alguna idea, proviene de la tradición de la comedia anglo, del "comedy show" o bien de la televisión.

En segundo lugar, la actividad tiene que realizarse dentro de un semestre, que va a 13 a 16 semanas, en las que hay que dar un entrenamiento corporal y vocal, algunos ejercicios rápidos para que se consolide emotivamente el grupo (a veces muy problemático por la diversidad racial) y sobre todo para cubrir todas las etapas del proceso de producción y montaje, evitando los períodos de exámenes u otros momentos difíciles del calendario escolar. Como nunca se sabe quiénes van a asistir a la convocatoria, cuál es el dominio de la lengua y hasta qué punto tienen alguna experiencia artística previa, es imposible tener por anticipado un proyecto determinado. Por lo tanto, no se puede pensar en montar una obra teatral. Cuando se insinúa que el probable espectáculo no tendría las características de lo que ellos definen como teatro, es casi ley que el grupo se reduzca a la mitad. En esas semanas, a razón de una reunión semanal de tres horas, hay que cubrir todas las instancias del proceso para llegar al estreno. Es un lapso corto si se piensa que hay que entrenar a los participantes, consolidar el grupo, elegir un tema, desarrollar ideas creativas, hacer la promoción, dar forma final al proyecto, ensayar y trabajar en los aspectos técnicos ligados al vestuario, el maquillaje, cierta escenografía mínima, etc. Es un lapso largo, si se piensa que está constantemente amenazado por el abandono de algún integrante, que obligaría a reestructurar el proyecto en su totalidad o, en ciertos casos, a cancelarlo completamente.
c) Además de la acostumbrada lucha en las universidades por los espacios y los apoyos técnicos, es sumamente difícil realizar varios ensayos generales. Con suerte se realiza uno y, en general, con un diseño de luz y sonido lo suficientemente simple como para que los técnicos, que a veces no hablan castellano, y que no vieron ningún ensayo ni tienen idea de la obra o interés en ella, se las arreglen para cumplir su tarea con cierta idoneidad. Tengo que decir que en este sentido, me he sentido privilegiado al tener en los últimos espectáculos realizados en el PCC, un par de técnicos estupendos, comprometidos con lo que hacíamos y que, en algunos casos, hasta hablaban castellano. Con gran sentido práctico, se adaptaron fácilmente a propuestas bastante experimentales, no muy frecuentes en los departamentos de teatro, tales como fueron “Trazos y fragmentos” (1999) y “Palabra” (2000) y, por supuesto, “Ferrocarriles”.

La puesta de “Ferrocarriles” fue el resultado de múltiples procesos y experiencias previas que fueron dejando un saldo de certezas y, a la vez, una lista de errores evitables. En los espectáculos de los años anteriores, con mayor presencia femenina, la imposibilidad de hacer una obra de teatro nos llevó a investigar nuevas posibilidades, especialmente el montaje de textos poéticos que los estudiantes proponían durante las primeras reuniones. En “Ferrocarriles”, como en los espectáculos anteriores, comenzamos jugando con el cuerpo, imaginando posibilidades espaciales, utilizando diverso tipo de música u otros recursos. Después de varias reuniones comenzó a aparecer una idea que operó como guía y disparador de la estructura del espectáculo.

Las primeras reuniones las he diseñado para un entrenamiento corporal muy fuerte y a la vez muy alejado de la idea que los alumnos traen del "actor" y del "teatro". Este repertorio de ejercicios es muy preciso y me ha llevado muchos años de elaboración, pero parece ser el adecuado para promover un entrenamiento básico intensivo, capaz de lograr un rendimiento escénico afinado y bastante preciso, y que, en especial, brinda seguridad al estudiante cuando está sobre el escenario. Como es de imaginar, mientras el manejo corporal configura una transformación completa desde que el estudiante llega hasta el estreno del show (y que ellos mismos saben apreciar), el trabajo vocal no resiste las mismas pruebas. Al mismo tiempo, y como consecuencia práctica, me garantiza que aquellos que permanecen en el grupo han superado muchos prejuicios culturales y me certifican de su compromiso con el grupo.

Como es mi costumbre, los invito a traer textos que hayan leído o que les hayan impactado por alguna razón, o bien textos escritos por ellos mismos. En el caso de “Ferrocarriles”, cuando todavía no existía ninguna idea previa, algunos estudiantes trajeron textos escritos por ellos mismos (poesía y narrativa en castellano, inglés y spanglish), sobre algunas experiencias que dejaban ver la vida en la ciudad de Los Angeles. Un estudiante me pasó también un relato que había leído en una clase. Se trataba de "El guardajugas", del mexicano Juan José Arreola. Al leerlo, me interesó para diseñar algunos ejercicios corporales y orientados hacia la improvisación. En la tercera reunión de las 10 que disponíamos en ese semestre, les planteé un ejercicio de improvisación sobre una idea que tomé, casi por casualidad, del relato de Arreola. De pronto todos vimos emerger una compleja escena que, con el tiempo y con el desarrollo del proceso, sería la escena disparadora de “Ferrocarriles”, pero también la escena final del espectáculo. Comenzamos a ver una problemática, un conflicto, un clima. En la reunión siguiente, a partir de consignas tomadas de ese texto y sobre todo de otras ideas extraídas de los textos que ellos mismos me habían dado en las primeras reuniones, empezamos a trabajar con la improvisación. Comencé a llevar nota precisa de las ideas que surgían y que comenzaban a dejar emerger ciertos personajes que, salvo dos, no aparecían en el texto de Arreola (que, por otra parte, sólo conocía el estudiante que lo propuso). A la semana siguiente, comenzamos a reunirnos con Lola varias horas antes del ensayo, y a estabilizar un texto basado en las improvisaciones. Casi puedo asegurar que en la mayoría de los casos, los parlamentos de los personajes son literales de las improvisaciones. Lola y yo sólo impusimos la organización general de las escenas, pactando desde el inicio atenernos a mis notas y especialmente sofrenando todo intento de interpretación (estética, política, etc.). Así, por ejemplo, por exigencias de ritmo, de variación y de cómputo de tiempo de representación adjudicado en forma equitativa a cada estudiante, dispusimos la repetición de la escena de los títeres, tomada de un collage de textos escritos por dos estudiantes del grupo. El proceso de improvisación duró incluso hasta la noche del estreno.

A pesar de que cada personaje es el resultado de ideas o improvisaciones realizadas por varios integrantes del grupo, una vez avanzado el proceso cada estudiante se hizo responsable de "su" personaje: lo fue puliendo, investigando, vistiendo, maquillando, etc. Algunos personajes surgieron casi completos desde un principio, otros, en cambio, tuvieron varias etapas de ajuste. Por ejemplo, lo que en el texto final figura como La Alpinista, fue primero La Divorciada. La estudiante improvisó en un ensayo un personaje estupendo de una mujer mexicana abusada por su marido, con un lenguaje sumamente expresivo, pero se negó a continuar con él y prefirió ser una deportista. A pesar de que Lola y yo no suscribíamos el cambio, aceptamos la propuesta de la alumna. Finalmente, ya avanzado el proceso, volvimos a la escena disparadora, pero ahora con una batería de personajes bien perfilados. Todos, esa noche, sentimos que habíamos realizado un viaje por ciertos carriles insospechados y que, como en todo viaje, nunca se llega al mismo lugar.

Resulta completamente increíble que estudiantes sin ninguna formación actoral (aunque tres de ellos participaron de al menos uno de los espectáculos montados en años anteriores) pudieran, en tan poco tiempo (10 reuniones de escasas 3 horas, más dos ensayos complementarios) realizar un entrenamiento corporal y vocal (a veces de dos horas de duración), traer textos, improvisar, aprender los textos una vez fijados, transformarlos a medida que el show tomaba su forma final, y sobre todo, admitir una puesta totalmente fuera de lo común para ellos. En efecto, a pesar de tener una sala con escenario y plateas, mi proyecto se orientó más hacia localizar la acción en el centro de la sala, a la manera del teatro arena, disponiendo algunas acciones en el escenario (la orquesta y los títeres) pero el resto del show sobre unas grandes tarimas (que sólo tuvimos horas antes del estreno) ubicadas en el centro de la sala y con el público alrededor. El manejo corporal y actoral, que imponía hablar hacia todos los laterales, realizando, por ejemplo, las modificaciones obligadas por el plan de luces instrumentado a último momento, fue una dificultad que los estudiantes supieron afrontar con entusiasmo y, me animaría a afirmar, con gran profesionalidad.

En lo que a mí respecta, debo decir que durante todo momento tuve confianza que íbamos a llegar a buen puerto. En primer lugar, por la coordinación que Lola hizo del proceso de producción, que no sólo involucraba el proceso de ensayos, sino también la publicidad y todo lo relativo a la confección de los videos que exigía la puesta. En segundo lugar, por el esfuerzo y dedicación de los estudiantes, que no dudaron en ningún momento que estaban ante un proyecto de compromiso cultural y político. Finalmente, yo era consciente que realizar una creación colectiva era un riesgo muy grande, si se tiene en cuenta la expectativa de un espectáculo en "español" en un ámbito donde no son habituales y donde hay, paradójicamente, una enorme población hispanohablante.
Desde el punto de vista de mi rol, “Ferrocarriles” me ha dejado una gran satisfacción personal y artística, pero sobre todo la certeza de que el método en el que he venido trabajando durante todos estos años está lo suficientemente ajustado para producir y promover pedagógicamente nuevos desafíos teatrales, es decir, esos desafíos que suponen la promoción del teatro latinoamericano, con sus característica estéticas, sus especificidades de montaje y producción y, obviamente, su metodología de trabajo, siempre inacabada y alerta.