HACER TEATRO HOY LAS BODAS SECRETAS ENTRE EL TEATRO Y LA CIENCIA
Por Beatriz Mosquera
Es casi un lugar común admitir que el contexto socio
político y moral influye sobre la creación de los textos
dramáticos, lo que no es tan evidente, ni admitido, es la influencia
que tienen los paradigmas científicos en la creación dramática.
¿Por dónde empezar para descubrir estas bodas
entre el teatro y la ciencia? Razonar, no. Definir, no. Inferir tampoco.
Recurrir al recto pensar, menos. Muy lejos está de nosotros,
el bien intencionado Aristóteles, con sus esferas celestes moviéndose
ordenadamente, sus poderosas construcciones lógicas, y su concluyente
definición del arte como mimesis. ¿Quién se atrevía
a dudar que el teatro imitaba las acciones de los hombres?
EL CONTEXTO DE LOS NUEVOS TEXTOS
El contexto de los nuevos textos dramáticos es complejo.
¿Y qué es la complejidad, que tanto preocupa a la epistemología
actual?
Podemos decir que hay complejidad donde se produce un entrecruzamiento
de acciones, de interacciones, de retroacciones, de tal manera que es
imposible captar todos los procesos en curso. Y por si esto fuera poco,
hay otra complejidad que proviene de la existencia de fenómenos
aleatorios que no se pueden determinar y que agregan incertidumbre al
pensamiento. Incertidumbre, retengamos esta sensación.
Si desde la época de los griegos llegamos a nuestro
siglo, nos encontramos con un grupo de pensadores que intentan dar otra
dirección a nuestro pensamiento. Desechan el pensamiento dicotómico,
binario, que separa. Y anteponen el devenir a la quietud del ser.
El pensamiento lineal, secuencial, al que estamos acostumbrados
y en el cual nos han adiestrado, no alcanza ya para explicarnos el caos
del mundo. La posibilidad de una organización diferente del mundo
y de las ideas, hace trastabillar la idea de centro. Donde hay muchas
voces, y todas son legítimas, es difícil ubicar el centro,
se llame razón, verdad, o justicia. Esto nos genera temor e incertidumbre.
Deleuze, tal vez tratando de calmar la incertidumbre, afirma:
En el universo todo son encuentros.
Y recordamos que ya lo dijo Pascal de otro modo. Todas
las cosas son ayudadas y ayudantes, todas son mediatas e inmediatas,
y todas están ligadas entre sí por un lazo que conecta
unas a otras, aún la más alejadas. Esta es la complejidad.
Nada está realmente aislado en el Universo y todo está
en relación. Vamos a encontrar esta complejidad en el mundo de
la física, pero también, de una manera diferente, en el
mundo de la política, y en el mundo del teatro.
Todo esta en todo, y recíprocamente. Cada célula
de nuestro organismo, es una parte que está en el todo de nuestro
cuerpo, pero cada célula contiene la totalidad de nuestro patrimonio
genético. Es decir, el todo también está en la
parte. ¿Y qué puede hacer el dramaturgo en este
mundo complejo que no le es posible abarcar?
En el proceso de nuestra educación no encontramos
ayuda, nos han enseñado a pensar separado. A apartar un hecho
de su entorno, a aislar al objeto del sujeto que lo observa. Buscamos
la explicación de un todo a través del conocimiento de
sus partes. Esto nos tranquiliza, no nos atrevemos a enfocar la complejidad
que nos confunde y nos abruma.
Sin embargo, nuestro contexto es ese: la incertidumbre, la
confusión, la paradoja, lo indeterminado, el desorden, el contrasentido.
La oscuridad que ilumina.
Hemos tenido el raro privilegio de presenciar el derrumbe
de la física clásica. Newton irrumpe en el siglo XVIII
como un nuevo Moisés. Dios le ha entregado las nuevas tablas
de la ley que rigen el mundo de la física. La perfección
del mundo, emana de la perfección divina. Inclusive cuando Laplace
toma la firme decisión de echar a Dios del mundo, conserva su
perfección. El mundo era una máquina absolutamente ordenada,
determinista y perfecta.
El determinismo nos daba tranquilidad de conciencia. El desorden
sólo podía ser una ilusión o una apariencia. Ese
mundo estaba constituido por elementales ladrillitos indivisibles, los
átomos. Cuando se pudo ver que esos ladrillos eran sistemas sumamente
complejos constituidos por partículas en el límite entre
lo material y lo no material, dotadas de la extraña cualidad
de ser tanto onda como corpúsculo. Entonces, cayó otra
certeza, empezamos a ver en el mundo microfísico un fluir de
indeterminaciones que no podemos controlar.
Y si queremos desasosegarnos más aún, en el
plano del cosmos, un universo mecánico eterno, se desplomó
hace treinta años con el descubrimiento de la dispersión
de las galaxias. Ahí descubrimos que nuestro mundo nace del desorden,
en medio de un calor intenso. Y sabemos que calor significa agitación
desordenada de partículas. Pero también surge un nuevo
orden, ya que ciertas partículas pueden asociarse. Nuestro nuevo
universo surge de una relación entre el orden y el desorden que
ya no son antagónicos, sino complementarios.
Del mismo modo, el azar y la necesidad antes antagónicos,
se encuentran en la evolución biológica. El hombre, es
el resultado de los efectos combinados del azar y la necesidad.
Y aún más. Nuestra vida en la tierra es producto
del azar. Si un enorme cascote no hubiera formado la Luna,
el eje de la Tierra se movería a grandes velocidades, en un giro
alocado que no permitiría la vida.
Los nuevos descubrimientos han quebrado las reglas de juego
que reglaron nuestra vida y nuestro pensamiento durante siglos. Paradigmas
que consideramos verdaderos durante cientos de años, yacen inermes
a nuestros pies.
¿Y estaremos solos en este universo de innombrables
galaxias? Necesitamos encontrar vida extraterrestre. Compartir
los espacios infinitos que tanto desasosegaban a Pascal. Y en algún
sentido nosotros también somos extraterrestres. El hombre es
hijo de las estrellas, porque los átomos que nos componen fueron
creados en el vientre alucinado de alguna estrella. No es la metáfora
de un poeta, es la afirmación de un científico. No hay
otra forma de lograr el carbono.
Resumiendo. Todo se ha vuelto complejo. Ya no se pueden considerar
objetos separados, sino sistemas, como partes de un polisistema.
Nuestra incertidumbre se acentúa si volvemos la mirada
al contexto social.
Las sociedades humanas, superados evolutivamente los comportamientos
fijos del instinto, toleran una buena parte de desorden; una porción
sustancial de ese desorden es lo que llamamos libertad. Y se transforma
en la base de los procesos de creación. Toda creación
se presenta, inevitablemente, como una desviación con respecto
al orden establecido.
Castoriadis afirma: el hombre es un animal loco que
en el proceso de su locura ha inventado la razón. Ésta
es la complementariedad insoslayable. Ese hombre que es sapiens, también
es demens. Hay un pensamiento racional, empírico, técnico
que convive con un pensamiento mágico, mitológico, simbólico.
La libertad del arte respecto a las ciencias consistió en dar
cuenta de esta convivencia. Cada ser, aún el más anónimo,
es un microcosmos en constante expansión. Y ésta es la
materia prima del dramaturgo
Concluyo diciendo que el pensamiento complejo no es el pensamiento
omnisciente. Por el contrario, es aquel que sabe que siempre es local
y provisorio. Sabe de antemano que siempre hay incertidumbre. Debemos
aprender a vivir en la incertidumbre, aunque nos han enseñado
desde hace siglos, a aceptar lo que sea, para evitarla.
¿Puede el dramaturgo representar esta realidad? ¿Puede
crear como antes? ¿Puede apoyarse en la estructura dramática?
¿Hoy, que la ciencia habla de estructuras disipativas y de equilibrios
inestables? ¿Puede construir un personaje descubriendo sus filiaciones
biológicas, psicológicas y sociales? ¿Puede representar
un mundo ordenado en medio del caos? No abro juicios de valor,
mucho menos quiero desechar poéticas o entronizar otras. Sólo
intenté, provisoriamente, iluminar zonas que confluyen en la
complejidad de nuestro pensamiento, y en el proceso de la creación.
Hoy, nos resultan sospechosas las certezas. Nos atrae el
azar y el desorden, y al mismo tiempo no lo soportamos. Esto no lo dicen
así los dramaturgos. Algunos lo saben, otros lo intuyen, otros
lo padecen existencialmente, pero los vemos huir desorientados de la
palabra devaluada, del sentido único, de las aparentes certezas
que se nos transforman en decomisados panfletos. Los vemos refugiarse
en el cuerpo donde quedan las marcas de una civilización extraviada,
en la imagen que se desgrana en sensaciones, en los fenómenos
ópticos y acústicos que nos permiten sentir sin presentir.
El pensamiento complejo, tanto como la complejidad del pensamiento,
nos proyectan al sinsentido, o a la multiplicidad en la construcción
de sentidos. A la polisemia de la fragmentada incongruencia.
Estallan los parámetros, los códigos y las
relaciones. Se disuelve la historia. Desaparece el sujeto. Quedamos
presos en el instante, aniquilamos el proyecto y la memoria.
No hay certezas, ni verdades absolutas, ni un Dios ordenador
y responsable. No hay un discurso inequívoco que manifieste la
verdad. Por eso desconfiamos de la claridad, de las afirmaciones
contundentes. Si se entiende, es sospechoso de servir a algún
trajinado discurso de poder.
EL PARADIGMA DE LOS NUEVOS TEXTOS
Las nuevos parámetros culturales antes descriptos,
generan un nuevo paradigma teatral sustantivado en determinados rasgos
comunes.
Surgen poéticas inquietantes, donde lo trágico
y lo cómico generan un nuevo territorio que no acepta estrechas
delimitaciones.
Los personajes son concebidos como construcciones del lenguaje.
Son, en el universo cerrado de su discurso. Se desechan las explicitaciones,
y se renuncia a todo efecto de realidad.
EL ACERO SE VUELVE ARENA
Los únicos que continúan siendo endemoniadamente
coherentes son los hechos. Estallan las Torres Gemelas, el acero se
vuelve arena y resbala hacia la nada, frente a millones de ojos atónitos.
El hecho es contundente, insobornable. La complejidad de la interpretación
del hecho es inabarcable y nos sumerge en la fragmentariedad insoslayable
del presente.
¿Qué dramaturgo se atreverá a escribir
una obra sobre la alta complejidad de ese derrumbe? Sobre la multiplicidad
de relaciones que provoca, sobre los hechos ayudantes y ayudados que
han intervenido. Es posible sí, que surjan multiplicidad de obras
que representen la crueldad, el sinsentido, el absurdo, la irracionalidad
de las acciones humanas, la impotencia, el minimalismo de lo cotidiano,
la incertidumbre de iniciar cada mañana.
UNA METÁFORA A MODO DE CONCLUSIÓN
Quiero concluir con una metáfora, ya que las metáforas
han sido el gran territorio del arte, y que hoy comparte con la ciencia
que se ha vuelto involuntariamente poética, y provisoria.
Saben los biólogos, que para que la oruga se convierta
en mariposa debe encerrarse en una crisálida. Lo que ocurre en
el interior de la oruga es muy atractivo para los observadores. Su sistema
inmunitario comienza a destruir todo lo que corresponde a la oruga.
Sólo preserva su sistema nervioso. Así vemos que la oruga
se destruye como tal, para poder construirse mariposa. Cuando la mariposa
logra romper la crisálida, la vemos aparecer con las alas pegadas,
incapaz de volar. Y de pronto, separa las alas y levanta vuelo.
Lo que nunca hemos visto en el mundo biológico es
que la mariposa se encierre en la crisálida, se desbaste a sí
misma y salga oruga condenada a arrastrarse.
Queda en la interpretación de cada creador de sentido,
el saber si acaso lo estamos viendo en el mundo cultural que específicamente
nos concierne.