COCINANDO CON ELISA:
LA COCINA, ESCENARIO DE LA HISTORIA
Por Lola Proaño-Gómez
Estas reflexiones giran alrededor del texto de
Lucía Laraigone, Cocinando con Elisa, en la puesta
de Villanueva Cosse, producida en Buenos Aires, en el Teatro del
Pueblo, durante la temporada de invierno de 1997. El modo en que
está concebida la puesta en escena es esencial para la lectura
que aquí propongo, en la medida en que ella agrega infinidad
de sugerencias que no pueden pasarse por alto.
Cocinando con Elisa, parece hacer del
género el tema central en el análisis de la política
y de la historia argentinas, en conjunción con la estructura
de clase. En el texto, la mujer no se representa como diferencia
sexual ni como objeto erótico. Por el contrario, su presencia
está incorporada y codificada, de acuerdo a propósitos
muy claros pero lejanos de aquellos que guiaban la presencia de
la mujer en las escenas cinematográficas o teatrales. Las
mujeres aparecen en la el escenario como testigos de
una historia que sucede fuera de la esfera de su praxis, una historia
en la que no pueden opinar, actuar, ni siquiera mirar abiertamente.
Elisa y Nicole, las dos protagonistas del texto de Laraigone, no
son nunca sujetos de la historia, ellas son sólo los objetos
de los que la historia dispone, ya sea para aniquilar su subjetividad
o para incorporarlas al sistema.
Cocinando con Elisa transcurre en una
estancia donde viven Madame y Monsieur, a quienes sirve Nicolasa,
experta cocinera que afrancesada como sus señores, se hace
llamar Nicole. Como ella ha decidido tomar vacaciones, Madame ha
contratado a Elisa, una chica joven, ingenua y analfabeta, para
que aprenda el oficio y la sustituya en su ausencia. Las acciones
que transcurren a la vista del espectador están ubicadas
en la cocina, espacio al cual el exterior llega únicamente
por sonidos: gritos, llantos o tiros que alternan en el oscuro que
separa las escenas, con oraciones y cantos gregorianos, que la puesta
de Villanueva Cosse agrega, sumando significados a las referencias
verbales que hacen las dos protagonistas.
El espacio cotidiano de la cocina, tradicionalmente
relegado a la mujer y ubicado siempre fuera de la historia, se torna
en el espectáculo en el espacio desde el cual se denuncian
los aspectos oscuros de la historia. La desfamiliarización
del lenguaje de la cocina y de las acciones culinarias que ahora
aparecen como criminales, apunta a la familiaridad del horror de
la reciente argentina, a lo siniestro, en donde el horror está
impregnado de religiosidad, tal como la música gregoriana
sugiere insistentemente en los black outs.
La crueldad implícita en las recetas de
cocina, se hace efectiva gracias a la materialidad y tangibilidad
que se despliega en la escena, donde con toda naturalidad se mata,
castra, desmiembra o cocina vivos a los animales. Nicole por ejemplo,
al darle instrucciones a Elisa sobre la preparación de los
tordos, dice: Desplumado, hay que arrancarle las entrañas
con sumo cuidado. No deben deshacerse [...] Se toma una tijera filosa
y se lo corta por ambos lados del estómago y por debajo de
los riñones... ¿Qué le pasa? No me diga que
se impresiona...(25) Por otra parte, las voces de los cantos
gregorianos que surgen en la oscuridad y repiten un conteo incesante
de las aves muertas codornices-, parecen apuntar a una situación
de terror que, irremediablemente se repite al infinito.
En el contexto argentino del momento, la familiaridad
con el horror y la negación, desde Nicole, del carácter
siniestro de sus acciones, parece señalar el horror cotidiano
de la historia argentina, donde todavía se mata y amenaza
impunemente. Parece denunciar la complicidad de los grupos sociales
que, tal como Nicole y con tal de conservar su posición social
y económica se hacen cómplices de acciones que persiguen
el mantenimiento de las estructuras de poder. Nicole no duda en
sacrificar todo animal viviente para mantener felices a sus amos,
Monsieur y Madame, cuyos nombres y gustos apuntan a la negación
de la identidad argentina, tan común en las capas sociales
que ostentan el poder en la Argentina y que siempre han tenido la
mirada puesta en el extranjero.
La cocina que, por ejemplo, en Agua para
chocolate era un santuario, es en Cocinando con Elisa
algo cercano al infierno. El lugar más bajo de la casa, el
sótano, el espacio marginal donde transcurren los días
de las dos mujeres. Este espacio que en otras autoras es el lugar
de la confidencia y la amistad femeninas, del chisme y de la preparación
de las celebraciones tradicionales, se ha convertido en este caso
en el lugar de la exclusión y de la muerte. Las dos mujeres,
recluidas en ella, sólo pueden espiar por las ventanas y
tratar de escuchar lo que pasa afuera. Pero la cocina y sus secretos,
ahora expuestos a los espectadores, han transgredido el límite
de lo privado, se han convertido en un espacio público, en
el que se va a entregar una nueva versión de la historia.
En este espacio van a desfilar los rituales siniestros que Nicole,
la transmisora asimilada completamente al sistema, realiza y sus
intentos de que Elisa los acepte y los memorice a pesar del disgusto
y la repugnancia que ella siente hacia todo aquello. Las recetas
tienen que ser cuidadosamente guardadas en la memoria. Es necesario
que ella se perpetúe mediante la garantía que ofrece
la escritura, no sólo la transmisión oral. Por ello,
Elisa es adiestrada para la meticulosa conservación de la
memoria de esta versión oficial, que Nicole fielmente
transmite.
Monsieur y Madame pertenecen a los formadores de
la nación Argentina, El bisabuelo de Monsieur, que
era un feroz cazador, ganó la tierra a los indios (26).
Nicole, por su parte, ha tenido que aprender durante mucho tiempo
para llegar a este grado de perfección. Ha aprendido de los
grandes, de los maestros de la cuisine
à l ancienne: Aprender, aprender.... Como si
fuera tan fácil. Años y años de trabajo. Desplumando,
vaciando, embridando, flameando, escaldando, capando, albardando,
deshuesando (24).
Elisa no está socializada. Es una mujer
que viene de afuera y cuyo ingreso a ese mundo pretende ser solamente
temporal. Sin embargo, una vez que ha ingresado en él, ella
tiene que morir, pues su vida y la posibilidad del parto que arroja
al mundo una nueva vida fuera de la cocina de la mansión,
significan una libertad y una autodeterminación que en el
mundo que Laraigone ha creado no existen ni pueden aceptarse. A
Elisa se le quita de su cuerpo el futuro y se silencia la herencia
de su voz. Por ello, cuando ella pretende escapar del mundo de Monsieur
y Madame es, al igual que los animales, muerta. Madame, de la misma
manera que a los terneros no natos los blanqueaba separándolos
de sus madres, ella roba el niño de Elisa para criarlo dentro
del mundo que sigue sus reglas. El siguiente parlamento que Nicole
dirige a Elisa, lo confirma:
¡No me diga que se va a descomponer
otra vez! (Pausa) Ah, a lo mejor creyó que usted debería
cocinar el nonato y en su estado.... Vamos, no se preocupe, querida.
El nonato se hace a la parrilla. Y como usted sabe, aquí
de la parrilla se encarga Funes (44).
Su blanqueo consistirá en crecer
perfectamente asimilado al sistema, bajo el cuidado superior
de Madame, al igual que el de los terneros en los que Madame tal
como Nicole explica- está probando La nueva técnica
europea [...] Se separa los terneros de las madres, se a los alimenta
exclusivamente de cereales y se los vuelve anémicos con ciertas
drogas. Se consigue una carne muy blanca y muy tierna, como la de
un pollito (49). Mediante esta maternidad falsa, distorsionada
se re-socializa blanquea a sus productos,
negándoles o cambiándoles su identidad detalle
que además remite claramente a episodios por todos conocidos
de la historia argentina.
Laragione impregna también un nuevo significado
a la metáfora del nacimiento y de la maternidad. El uso de
la metáfora del nacimiento y el significado que ella adquiere
tiene que ver con la institución de la maternidad en la cultura,
pero hay una variación en la intensidad y el tipo de carga
consciente o inconsciente que el lector o el escritor le da a la
metáfora, cuyo significado no aparece automáticamente.
Este depende de la interacción dinámica que se produce
entre elementos contradictorios que se mueven hacia una resolución.
La congruencia metafórica reemplaza entonces a la incongruencia
literal (falsedad) e irrumpe en el discurso lógico de la
mente racional, tal como Paul de Man lo afirma (Sacks 19). La maternidad
es una institución política, clave para entender muchos
procesos de dominación social pero que, sin embargo, encierra
contradicciones y perspectivas conflictivas que los diversos discursos
feministas han exhibido. Mientras la maternidad despliega la privilegiada
capacidad reproductora de la mujer, al mismo tiempo, la convierte
en un ser vulnerable al control masculino, además de obligarla
a transitar situaciones dolorosas. Por otra parte, a partir de 1980
existe una literatura que despliega la maternidad como fuente de
placer y de un poder ambiguo (Palmer 96). En este contexto, Elisa
es, a diferencia de Nicole, la juventud, la posibilidad de futuro
y de vida en un mundo donde se enseñorea la muerte; su embarazo
señala aquí el origen de algo distinto, el principio
de vida fuera del encierro del mundo de la muerte (Friedman 374).
La jouisance maternal y la posibilidad de una existencia
independiente del orden de la estancia, aterroriza a la cultura
de la muerte que reina en ella.
En Cocinando con Elisa la maternidad[1]
es la que conduce a Elisa a salir de la estancia e intentar pasar
a ocupar el espacio de la historia, del mundo situado fuera de la
cocina y de la estancia de los señores poderosos. La maternidad
de Elisa representa la amenaza de disrupción en el orden
social y en sus valores y como tal, no parece tener las connotaciones
que según Palmer están estrechamente ligadas
a una visión negativa de la feminidad (96). Elisa posee
cierto poder y con él la potencialidad de tomar decisiones
independientes, de transformarse en un sujeto autónomo. Pero
esto, desde la perspectiva de Monsieur y Madame sería el
mal: la propuesta de un modo distinto de vida que no necesite la
muerte como su base. El asesinato de Elisa no sólo borra
el peligro que la generación de una nueva vida fuera del
límite de la cocina el espacio de la muerte de
la estancia significaba. Representa también la apropiación
de la nueva vida para domesticarla y hacerla a medida y semejanza
de Nicole y de Funes, el fiel mayordomo de la hacienda que lleva
a cabo el crimen y cuyo nombre sugiere, recordando el cuento de
Borges, la conservación de la memoria en este caso
una memoria del control mediante el terrorgracias a acciones
que se repiten desde un pasado que se remonta en el tiempo. Nicole
es lo que la estancia necesita, es la mujer sumisa y que ha asumido
completamente el rol de alimentadora de sus señores, que
ha renunciado a la maternidad y a una vida propia; que sacrifica
todo ser viviente a su alrededor, que no se atemoriza ante la sangre
y el horror para mantener satisfechos a sus señores y con
ello, el perfecto funcionamiento del sistema de la estancia (48).
Elisa y su maternidad contienen en sí mismos
la contradicción entre la vulnerabilidad propia del embarazo
y el poder de la creación de vida en una sociedad caracterizada
por la cultura de la muerte que implica la producción
de algo nuevo y potencialmente diferente. Esta contradicción
se da por una parte, entre las leyes y sanciones designadas para
mantener a la mujer sin control ni poder y por otra, la atribución
que se le hace a la mujer desde esta misma cultura, de poseer poderes
casi sobrehumanos como son el control, la influencia y el soporte
de la continuación de la vida (Palmer 100).
Sin embargo, debido a su inocencia y juventud,
Elisa cae en las garras del sistema que le niega su subjetividad
y su capacidad de acción en la historia, y que la elimina
en cuanto el peligro de la reconstrucción de su identidad
política e histórica se hace inminente, cuando ella
intenta dejar la casa para dar lugar al nacimiento de su hijo fuera
del espacio de la estancia. El poder de Elisa es sin embargo, ilusorio.
El resultado es entonces la negación de la posibilidad de
una utopía liberadora, de una vida distinta. Por ello, la
sensación de vacío y angustia que deja al final el
espectáculo. Los espectadores siente, consciente o inconscientemente,
que Elisa desde el momento en que entró en la estancia firmó
su sentencia de muerte, que la posibilidad de escape fue siempre
solamente una ilusión.
Elisa parece ser la metonimia de los seres-objetos
de la historia, con ansias de luchar por una identidad y su liberación.
El texto de Laragione, reforzado por la puesta de Villanueva Cosse,
parece encarnar en la mujer a todos aquellos sectores que en la
Argentina luchan o alguna vez lucharon por una realidad distinta.
El personaje de Elisa, bien puede leerse como la mujer-nación,
si recordamos que desde épocas muy anteriores, por ejemplo
en los discursos de Onganía, la Argentina ha sido representada
como una joven indefensa, a la cual es necesario tanto proteger
como controlar.
Finalmente, es útil recordar que al momento
de la presentación de la obra, en la Argentina no se habían
resuelto aparentemente por complicidad del Estado, el macabro crimen
del periodista Cabezas; tampoco el rapto, la muerte y la violación
de María Soledad aparentemente perpetuadas por autoridades
de la provincia de Catamarca. En este sentido Cocinando con
Elisa parece hablarnos de la cultura de la muerte
que campea tranquila en la realidad Argentina gracias a los Funes
que continuando la tradición del control gracias a la muerte.
La pesadilla que los espectadores viven con Cocinando con
Elisa parece ser, en verdad, la pesadilla de una nación
que atrapada por aquellos que la gobiernan, lucha por alcanzar la
justicia sin lograrlo.
Laragione nos entrega una propuesta distópica.
Un mensaje cargado de pesimismo y terror. Un mundo en el que toda
esperanza está destinada a la desaparición. Y es esto
lo que al espectador le golpea fuertemente al final de la puesta:
la sensación de un mundo macabro, de donde es imposible salir,
del que es imposible liberarse.
Por otra parte, Cocinando con Elisa
hace uso del escenario para desplegar la problemática de
la mujer, pues puede leerse como un llamado para que busquemos,
desde nosotras, la manera de construirnos como sujetos integrados
en la historia. Pero siempre articula esta problemática con
la complejidad de un contexto social y cultural, en cuanto se re-articula
con una realidad en la que señala las fuerzas sociales y
las prácticas existentes que en la mente del espectador,
conecta la escena con la lucha política.
Pasadena City College
BIBLIOGRAFÍA
De Man, Paul. The epistemology of Metaphor.
En On Metaphor. Chicago: The University of Chicago Press, 1978.
Friedman, Susan Standford (1993). Creativity
and the Childbirth Metaphor: Gender Difference in Literary Discourse.
En Feminisms: An Anthology of Literary Theory and Criticism. Robyn
Warhol & Diane Price Hendi (eds.) Rutgers University Press:
New Brunswick: New Jersey.
Laraigone, Lucía. Cocinando con Elisa (1994).
Publicaciones de directores de escena de España: Madrid.
Serie Literatura Dramática Iberoamericana, no. 12.
Palmer, Paulina (1989). Contemporary Womens
Fiction. Narrative Practice and Feminist Theory. University of Mississippi:
Jackson and London.
Pollock, Griselda (1988). Feminist Interventions
in the Histories of Art: An Introduction. Vision and Difference.
Femininity: Feminism and histories of Art. London: Routledge.
Rich, Adrienne (1979). On Lies, Secrets and Silence.
Selected Prose 1966-1978. Virago: Londres 1980.
Warhol, Robyn R. and Diane Price Hendi eds. (1991).
Feminisms: An Anthology of Literary Theory and Criticism. Rutgers
University Press: New Brunswick-New Jersey: 1993.
NOTAS
[1] Hay un punto en el texto de Laraigone donde
se produce una tensión entre las interpretaciones posibles
de la maternidad. Según la interpretación tradicional
y patriarcal, la mujer es la pasividad misma, el objetoque
sumisamente, como la tierra, recibe la siembra. En Cocinando con
Elisa, tal como se revela en la discusión entre las dos mujeres
teñida de connotaciones machistas, Elisa ha sido llenadanada
más que por voluntad y deseo ajeno. Volver
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